Un caso insólito de miedo ocurrió en la localidad en el año de 1974. Un hecho real en el Cementerio General, según nos dijo un abuelito que ahora descansa en paz. La historia que a continuación se detalla es una exclusiva para este medio, ya que corresponsal lo visitó poco antes de que falleciera y tuvo la oportunidad de conocerla. Nos comentó que para estas fechas en que se celebra, el Día de Muertos, le sucedió algo inexplicable, cuando caminaba por la calle 25, dirección que conduce al Cementerio General, aproximadamente las nueve de la noche. Faltaba una esquina para llegar al camposanto, cuando vio que había mucha gente en la puerta y se dirigió allá para ver qué pasaba, y por qué el cementerio no estaba cerrado. Se preguntaba qué ocurría en ese lugar y porqué había mucha gente. Pensó en ir también, para ver si la veladora que encendió a sus familiares ya muertos continuaba encendida. Unos metros antes de llegar se le apareció, una niña vestida de blanco, con un gorro puesto y le pregunto: ¿a dónde va usted, señor?
El abuelito contestó, que se dirigía al camposanto, a ver qué pasaba, ya que él veía muchas personas, en la puerta. La niña le contestó que en verdad había mucha gente. Y todos vestían de blanco, había señores con sombrero y jóvenes con gorra puesta. Y otros no tenían nada en la cabeza, pero todos vestían de blanco, con sus velas encendidas. De acuerdo a los datos recabados por el abuelo, dijo que la niña, con la que platicó tenía como ocho años de edad y estuvo acompañado por ella camino al cementerio, cuando le volvió a preguntar ¿va usted a entrar? Y el abuelito, contestó que sí, por lo que la niña dijo que lo esperaría en la puerta. A los diez minutos, aproximadamente, el abuelo salió del cementerio, cuando se acordó que aquella gente que había visto ya no se encontraba ni la niña vestida de blanco. Había desaparecido. Es decir, ni sus luces, ni rastro de la gente que había visto. En la puerta del panteón el abuelo optó por rezar y persignarse ante lo sucedido. Fue un ambiente de miedo y a la vez de valentía, porque, según nos dijo, entre pobres y ricos todos algún día vamos a morir, pero nuestra alma sobrevive y es por lo que a veces no creemos en los espíritus, pero para mi pensamiento, sí existen las ánimas benditas. El abuelito se retiró del panteón, sin la niña de blanco que él había visto. Le dio miedo y siempre quedó preguntándose por qué le ocurrió en la vida real y en la puerta del cementerio. Y mucho más en estas fechas del Día de Muertos Pero antes de morir, dijo a un servidor lo que vivió en los tiempos del Hanal Pixán. Esto que sucedió al abuelo, deja huellas y hace pensar que las ánimas sí existen de verdad. Y hay que venerarlas, poniendo en la mesa, la comida, sus panes y los dulces que le gustaban al difunto cuando vivía, con su velas o veladoras, sus flores y un vaso de agua fresca. Sin olvidarse del pib. Para que las ánimas lleven el sabor y la gracia de cada platillo.
Por José Daniel Quintal Arjona