Yucatán

En torno al conocido “Día de San Valentín”, celebrado por muchos como el “Día del Amor y la Amistad”, podemos encontrar muchas frases, ideas, signos y muestras de afecto que tratan de expresar lo que es el verdadero amor. De hecho, más allá del aspecto social y comercial, esta festividad puede ser una buena oportunidad para reflexionar en lo que para nosotros es el amor, y para darnos cuenta de si en verdad amamos a los demás.

Eso dijo ayer el padre Jorge Martínez Ruz, vocero de la Arquidiócesis de Yucatán y párroco de San Juan Bosco.

Y agregó:

–Mi primera referencia ante el amor siempre será el ejemplo de Jesucristo, que nos enseñó cómo tratar y querer a los demás, pero sobre todo, cómo dar su vida por amor. En este contexto, me permito citar al Papa Emérito Benedicto XVI, quien en su momento nos regaló una extraordinaria reflexión sobre el amor en su encíclica “Deus Caritas Est” (Dios es amor), de la que comparto algunos puntos (cfr. DCE n. 2, 17 y18):

“Al hablar del amor, estamos ante un problema de lenguaje. El amor de Dios por nosotros es una cuestión fundamental para la vida y plantea preguntas decisivas sobre quién es Dios y quiénes somos nosotros. A este respecto, nos encontramos de entrada ante un problema de lenguaje. El término «amor» se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las que más se abusa, a la cual damos acepciones totalmente diferentes”.

Muchos amores “Recordemos el vasto campo semántico de la palabra «amor»: se habla de amor a la patria, de amor por la profesión o el trabajo, de amor entre amigos, entre padres e hijos, entre hermanos y familiares, del amor al prójimo y del amor a Dios. Sin embargo, en toda esta multiplicidad de significados destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer. Se plantea, entonces, la pregunta: todas estas formas de amor ¿se unifican al final, de algún modo, a pesar de la diversidad de sus manifestaciones, siendo en último término uno solo, o se trata más bien de una misma palabra que utilizamos para indicar realidades totalmente diferentes?

En el desarrollo de este encuentro entre las personas, se muestra también claramente que el amor no es solamente un sentimiento. Los sentimientos van y vienen.

Pueden ser una maravillosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor. Es propio de la madurez del amor que abarque todas las potencialidades del hombre e incluya, por así decir, al hombre en su integridad. El encuentro con las manifestaciones visibles del amor de Dios puede suscitar en nosotros el sentimiento de alegría, que nace de la experiencia de ser amados. Pero dicho encuentro implica también nuestra voluntad y nuestro entendimiento.

Amor al prójimo

Sí es posible el amor al prójimo en el sentido enunciado por la Biblia, por Jesús. Consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco. Y esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. Su amigo es mi amigo. Al verlo con los ojos de Cristo, puedo dar al otro mucho más que cosas externas necesarias: puedo ofrecerle la mirada de amor que él necesita.

El amor crece a través del amor

Los santos –pensemos por ejemplo en la beata Teresa de Calcuta– han adquirido su capacidad de amar al prójimo de manera siempre renovada gracias a su encuentro con el Señor eucarístico y, viceversa, este encuentro ha adquirido realismo y profundidad precisamente en su servicio a los demás. Amor a Dios y amor al prójimo son inseparables, son un único mandamiento.

Pero ambos viven del amor que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un «mandamiento» externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor. (Hasta aquí las referencias a la encíclica del Papa).

Con motivo, pues, de este “Día del Amor y la Amistad”, invito a todos a que reflexionemos de qué modo experimentamos ese verdadero amor que viene de Dios y que naturalmente debemos compartir con los demás. Para quien desee seguir profundizando en lo que es el verdadero amor, les recomiendo la lectura de la mencionada encíclica. Busquemos y vivamos el amor en nuestras vidas –concluyó el padre Jorge Martínez Ruz.

Por Roberto López Méndez