Yucatán

La historiadora Luz María Vázquez Díaz resaltó la trascendencia de la poeta y artista plástica Carmela Duarte García, una mujer yucateca que rompió estereotipos en el siglo XIX.

En una conferencia que impartió hace unos días en el local de ProHispen, Vázquez Díaz recordó que fue de Jorge Cortés Ancona, apreciado colaborador de POR ESTO!, de quien escuchó por primera vez acerca de este personaje y, a partir de entonces, decidió investigar el trabajo y la trayectoria de esta mujer yucateca ejemplar, feminista de vanguardia en su tiempo

Durante el Porfiriato, época en la que los cánones establecidos por los intelectuales dictaban que el género femenino debía atenerse a ser buenas hijas, esposas y madres, Carmela viajó sola a Roma a finales del siglo XIX con el fin de estudiar arte.

Señaló que gracias a la familia Zuckermann, únicos descendientes de Carmela, tuvo acceso a la documentación personal y los cuadros de la artista en la Ciudad de México.

María del Monte Carmelo, aunque ella misma se autonombró como Carmela, nació en Mérida en 1866, del matrimonio conformado por don Anselmo Duarte de Ruela y doña Isabel García y Virgilio, familia acomodada que se dedicaba a la plantación de la caña de azúcar. Al fallecer su padre, ella tenía 13 años y quedó bajo el amparo de sus medio hermanos, los Duarte Zavalegui, destacados visionarios que modernizaron la industria cañera del Sur de la Entidad.

Su meta

Carmela, hija del segundo matrimonio de don Anselmo Duarte, tenía como meta trascender, estudiar y profesionalizarse, así como fundar un museo del arte en Mérida.

Apoyada por sus hermanos Duarte Zavalegui y Duarte García y con el respaldo del Obispo Crescencio Carrillo y Ancona, llegó a Roma en 1890, bajo la tutela del camarista del Papa, don Enrique Angelini, quien la puso en contacto con uno de los grandes pintores de la época, Cesare Mariani, del cual fue su alumna varios años.

En Europa, Carmela recorrió varios países acompañada por su hermano Anselmo, quien fue el que la encomendó con Enrique Angelini y éste, a su vez, la dejó en manos del maestro Mariani, con quien Carmela aprendió las técnicas clásicas de la pintura al óleo.

Carmela no sólo contaba con el apoyo de su familia, sino también del Gobierno de Yucatán de aquella época, encabezado por Daniel Traconis García, ya que recibía 50 pesos al mes; pero cuando faltó ese apoyo, el gobierno de Porfirio Díaz suministró esa suma.

Cuatro hijos

Carmela permaneció en Roma año y medio y después para regresar a Mérida, donde dio clases de dibujo en el Instituto Literario para Niñas, solicitó a Carmen Romero Rubio un puesto honorífico en la Academia de San Carlos, el cual le fue negado.

A la edad de 32 años, conoció al austrohúngaro Alberto Zuckerman, con quien contrajo nupcias; él era judío, ella católica, por lo que no hubo una boda abierta, sino que fue en su propio domicilio para luego emigrar a Berlín y a Hungría, donde procrearon cuatro hijos: Alberto, Conrado, Rosita y Félix.

Carmela era patriota, quería hacer algo por México, relató la historiadora Vázquez Díaz. Su marido, luego de nacionalizarse mexicano, ocupó varios cargos políticos; a petición de ella vivieron en Estados Unidos y en Guatemala, y retornaron a México durante el gobierno del usurpador Victoriano Huerta; se identificaron con el maderismo; ocho años después, uno de sus hijos, Alberto, se unió al Ejército Constitucionalista, pero murió asesinado a los 17 años durante una intervención contra la contraparte zapatista.

Rompió paradigmas

Otro de sus hijos fue Conrado Zuckerman García, célebre médico mexicano que fundó el Instituto Nacional de Cancerología y fue Secretario de Salud durante la gestión del presidente Miguel Alemán.

El nombre de Carmela, la artista plástica talentosa y poeta, fue opacado por el de su hijo, pero ella rompió tres paradigmas: primero buscó una instrucción profesionalizada, vivió sola en Europa y, finalmente, se casó a los 32 años, cuando el rango en esa época era entre los 17 y 25 años, concluyó la investigadora.

(José Manrique)