Pilar Faller Menéndez
Con un carácter extrovertido y su apuesto porte, Bernstein era siempre el centro de la atención en cualquier escenario donde se presentaba. Fue un estudioso obsesivo, y un trabajador incansable que lo convirtieron en un maestro excepcional que brillaba tanto en el podio de un director de orquesta, como en los sets de televisión o en un salón de clases cuando transmitía la gran pasión que tuvo: la música.
Causó reverencia en el mundo de la música clásica por sus dotes de gran director al igual que otro grande, Hervert von Karajan, con la diferencia de que Bernstein buscaba poder transmitir la intensidad emocional de la música, y Karajan sentía obsesión por poder sacar de sus orquestas el sonido más bello posible.
Fue hijo de una familia de inmigrantes judíos procedentes de Ucrania, que originalmente fue llamado Louis, pero a los dieciséis años se cambió el nombre por el de Leonard. Nació en Lawrence, Massachusetts, Estados Unidos, el 25 de agosto de 1918.
Con el piano de la casa de una tía del cual no se despegaba, tuvo su primera experiencia musical. Una niña que era su vecina le daba lecciones de música, por lo que pronto aprendió a tocar y leer música, y posteriormente a improvisar y componer. A los trece años, ya daba lecciones y recitales para poder pagarse clases más avanzadas de música. Ingresó al Boston Latin School, escuela que dejaría en él una honda huella en la cultura clásica y en las lenguas.
En su adolescencia era un asiduo oyente de la música orquestal, por lo que incursionó en el teatro con producciones amateur. Para complacer a su padre, se matriculó en la Universidad de Harvard, donde además de estudiar piano, estudió Humanidades. Conoció al filósofo David Prall, quien le inculcó un fuerte tono existencial y con preocupación social, los cuales marcarían su vida, y toda su carrera musical y pedagógica.
Bernstein sentía interés por los llamados compositores “populares” estadounidenses que se eran opacados por los músicos considerados más “cultos”. Los músicos populares habían desarrollado un lenguaje musical que Bernstein encontraba transparente, un tanto ingenuo e infantil, lo cual proporcionó material para que Bernstein lo incluyera en su tesis, y lo sostuviera por el resto de su vida, ya que lo consideraba un verdadero arte estadounidense.
En Harvard debutó como director y compositor para un montaje que se realizó de “Las aves” de Aristófanes. Después de graduarse, se dedicó a perfeccionar su técnica pianística, por lo que ingresó al Instituto de Música Curtis, en Filadefia. Tuvo como mentores a los directores Fritz Reiner, Aaron Copland y Dimitri Mitropoulos, quienes le recomendaron dedicarse a la dirección orquestal, por lo cual en 1940, se matriculó en la academia del Festival de Tanglewood que organizaba Serge Koussevitzky, director de la Orquesta Sinfónica de Boston, con el fin de estudiar dirección de orquesta bajo la tutela de profesores de talla internacional.
Debido a que padecía asma, Bernstein fue exentado de realizar su servicio militar, por lo que se mudó a vivir a Nueva York en 1942, donde vivía de la música como pianista, ocasionalmente como director, arreglista o acompañante. Un año después, Artur Rodzinki, director de la Filarmónica de Nueva York, le ofreció ser el director asistente, y Jerome Robbins lo invitó a colaborar en un ballet de corte moderno, acerca de tres marineros que salían de permiso en Nueva York, llamado “Fan Free”, que posteriormente se titularía “On the Town” en 1944, musical que introdujo a Bernstein en el mundo de la música del teatro.
Saltó a la fama como director de orquesta, cuando sustituyó de forma inesperada y sin haber tenido tiempo para ensayar, a Bruno Walter durante un concierto que después le traería varias ofertas laborales, y la oportunidad de dirigir varias orquestas, hasta que fue llamado a ocupar la primera posición como titular al frente de la Orquesta Sinfónica de Nueva York, tarea que desempeñó con entusiasmo, resaltando su carisma y el orgullo de tener esa batuta que hasta entonces había sido reservada solamente a los europeos.
Destacó como director de música clásica en los inicios de la televisión. En 1946 conoció a la actriz Felicia Montealegre Cohn, con la que contrajo matrimonio 5 años después. A pesar de no ser monógamo ni heterosexual, Bernstein apreció el valor de la estabilidad que le brindó su matrimonio, así como la vida familiar armoniosa que tuvo con sus hijos Jamie, Alexander y Nina.
Años después que terminara la guerra, se lanzó internacionalmente como director y estrenó su composición “Jazzística” y “Alegórica 2ª. Sinfonía” para concierto de piano que se basó en la poesía lírica de W.H. Auden, “The Age of Anxiety”, la cual se encontraba llena de temas existenciales griegos y judíos. A esta composición le siguió el libreto y la partitura del musical “Peter Pan” en 1950, así como una ópera breve titulada “Trouble in Tahiti” en 1952, la cual comenzó a componer durante su luna de miel en Cuernavaca, y cuya trama era una cruel sátira de un matrimonio disfuncional de los suburbios, como el de sus padres. Sin embargo, fue el musical sobre la vida bohemia en el Greenwich Village en Nueva York, titulada “Wonderful Town”, que compuso en 1953, la que le hizo ganar dinero, premios y reconocimientos.
Bernstein venció una paranoia comunista después de la guerra, y pudo cumplir compromisos internacionales y viajar a Hollywood, donde produjo la que puede considerarse una de sus mejores partituras, y mayores triunfos en la historia del cine para la película “On the Waterfront” en 1955, película dramática. También fue invitado a aparecer en una serie televisiva llamada “Omnibus”, como divulgador de música, y firmó un contrato discográfico con Columbia Records, además de ser nombrado director artístico de la Filarmónica de Nueva York.
La última representación de “Tanglewood” la dirigió en agosto de 1990 con la Orquesta Sinfónica de Boston, con la cual interpretó “Four Sea Interludes”, de Bitten, así como la “Séptima Sinfonía” de Beethoven. Debido a su tabaquismo, sufrió un enfisema pulmonar desde su juventud. Durante la interpretación de la sinfonía de Beethoven, sufrió un ataque de tos, que casi suspende el concierto. Dos meses después, en 14 de octubre de 1990, murió, cinco días después de haber anunciado su retirada debido a un ataque al miocardio.
El día de su funeral, su féretro pasó por lo largo de las calles de Manhattan, los obreros saludaban y se quitaban los cascos gritando “Goodbye Lenny” (Adiós Lenny).