Síguenos

Última hora

Presidenta de México solicitó a Joe Biden detalles sobre la captura de ‘El Mayo’ Zambada

Yucatán

Angélica Olivo rinde digno homenaje a Beethoven con la magistral interpretación de su concierto para violín

Ariel Avilés Marín

 

Con profunda satisfacción comprobamos la certeza de lo comentado en la crónica anterior: La OSY y sus conciertos dominicales ya han sentado patente de calidad y gozan de un público cautivo y permanente y que, incluso, va en aumento. Este domingo 2, día de la Candelaria, desde el viernes se habían agotado las localidades, así que fue necesario abrir la galería superior, por lo que la expresión: “Lleno hasta la gayola”, en esta ocasión fue materialmente cierta y certera. El lunetario tiene una profusión de cabelleras blancas y mucha gente extranjera, pero en los demás niveles, la concurrencia está rebosante de juventud y, lo más alentador, de jóvenes estudiantes. Si seguimos así, hay ambiente cultural de calidad para el rato, y hasta para dar y prestar. ¡Qué diferencia con los tiempos aciagos, de hace más o menos cuarenta años! Si los grupos como la “Gustavo Río” o la “Sociedad Rubio Milán” no hacían algo, nada cultural había en las noches meridanas.

El concierto para violín de Beethoven, es una obra emblemática de este genial autor. Ya la OSY la ha interpretado dos veces, con la maravillosa Shary Mason y el virtuoso Sebastian Kapisz; la una, concertino de la Sinfónica Nacional y la Sinfónica de Minería; el otro, de la OFUNAM. Y ahora, viene una joven venezolana, un digno producto de la revolución de la enseñanza musical en Venezuela, implementada por José Antonio Abreu e impulsada por el Comandante Hugo Chávez, y nos desbarata el Teatro Peón Contreras con su magistral dominio del instrumento, un juego de codo y muñeca fuera de serie, que le da maestría en el arco; una digitación que se pasea a todo lo largo del mástil del violín, y le arranca lo mismo enérgicas notas, que armónicos suaves, sedeños; y un temperamento beethoveniano que le hizo desparramar por la sala una emotividad de alto grado. Angélica Olivo vino a Mérida a escribir su nombre profundamente en las almas que la escuchamos este pasado domingo, y dejó una cátedra de dominio absoluto de su maravilloso violín, hecho por Andreas Guarnerius, en 1684.

Nuevamente, el programa fue redondo; en la primera parte, el concierto de Beethoven y Angélica Olivo, diez con puntillo, como diría mi inolvidable maestro Luis G. Garavito; después del intermedio, una dosis de sacudida emotiva en Tchaikovski, con su Obertura-Fantasía “Romeo y Julieta”; y cerramos con un estreno en Mérida, de obra y compositor, con la Rapsodia No. 1, Op. 11, del rumano Georges Enescu, pues este maravilloso compositor, tan poco difundido, era totalmente desconocido en Mérida. Agradecemos al Mtro. Juan Carlos Lomónaco haber dado a conocer aquí a este autor, pues es de una calidad de excelencia y su música transmite una profunda alegría, es armónica y, finalmente, muy bella.

Abre programa, el Concierto para violín, Op. 61, de Ludwig van Beethoven. La obra consta de tres movimientos: Allegro ma non troppo, Larghetto y Rondó-Allegro. El primer movimiento da inicio suavemente con las voces de oboe y cuerdas, canta el fagot cálidamente y entra el tutti con el tema central de la obra, entra la solista también con el tema con gran dulzura y canta de nuevo el fagot con la flauta y las cuerdas; la solista empieza a ejecutar a dobles cuerdas y unas escalas de una gran delicadeza que el corno acentúa; la solista aborda escalas y rápidos trinos y retoma el tema del concierto para en seguida abordar un pasaje rápido y virtuoso de una gran agilidad y la emotividad va subiendo al ir remontando el movimiento; canta con gran alegría y agilidad y el tutti responde con gran fuerza con el brillante acento de los metales; el oboe canta el tema que los cornos replican soberbios y de nuevo el tutti lo aborda con fuerza, los violines primeros cantan el tema y la solista lo retoma de nuevo y ejecuta una primera serie de cadencias virtuosas y delicadas, de una suavidad de seda, y canta con un profundo sentimiento acompañada por el fagot, en seguida, aborda escalas muy difíciles y con mucha delicadeza, dulces, acariciantes; sigue con un sentimiento profundo y da largas notas muy exquisitas y suaves escalas y entra el tutti con gran fuerza retomando el tema, la solista también lo retoma y aborda un pasaje delicado para llevarnos a la segunda serie de cadencias delicadas, ágiles, virtuosas, juega por una serie de escalas con gran maestría y canta a dobles cuerdas y armónicos de cristal de gran virtuosismo y que muestran un dominio absoluto del instrumento y sigue cantando con soltura y da nueva cátedra de dominio absoluto del instrumento cuyo mástil recorre con asombrosa agilidad para retomar el tema con ricas variaciones y pasa a largas notas delicadas y luego aguda escala rápida y virtuosa y retoma el tema con las cuerdas en pizzicato y entran las maderas y luego los metales y la solista canta con el fagot y sigue con delicadeza y agilidad para llevarnos al brillante final del movimiento.

El segundo movimiento lo inician las cuerdas con gran suavidad y dulzura cantando con profundo sentimiento, entran los cornos y con ellos la solista y canta con dulces notas y delicados trinos y ejecuta unos armónicos que son verdaderamente de cristal y en seguida aborda un pasaje sentido y delicado; cantan los cornos y el fagot y la solista aborda agudas notas y ágiles trinos, alcanza notas de una agudeza extrema y delicadeza semejante y canta suave, con profundo sentimiento, el tutti responde suave y sereno, los cornos elevan sus voces y las cuerdas cantan grave, el corno pone una nota brillante, las cuerdas siguen cantando suavemente y la solista aborda tema sentido y suave con notas muy claras y precisas, lentas, suaves, de una delicadeza extrema y el violín gime con gran dulzura y el profundo sentimiento va subiendo con fuerza y ponen de relieve el dominio absoluto sobre el instrumento, sobre muñeca y codo en el arco, y un digitación precisa en las cuerdas, y el canto, dulce y sentido, va subiendo lentamente y va tomando gran fuerza y sigue cantando con dulzura y aborda escalas y trinos y con gran suavidad va desbordando con el tema y ejecuta una delicada y larga nota que nos lleva al delicado final del movimiento. El tercer movimiento inicia enlazado con el anterior y la solista canta el tema tan conocido y gustado, que nos viene del primer movimiento; ejecuta notas que son de una delicadeza de cristal y el tutti responde con fuerza y la solista canta con notas agudas, delicadas a las que el corno pone delicado acento y sigue cantando con gran agilidad, el tutti de nuevo con gran fuerza acentúa el canto de la solista que juega cambiando de una a otra cuerda con gran maestría en el arco y luego arranca con gran alegría con el tema y da una larga y delicada nota, el tutti de nuevo con fuerza repite el tema, la solista aborda nuevo tema y canta sentido y profundo y hace rico diálogo con el fagot y hace una larga y delicada nota que es de terciopelo y sigue cantando con el fagot, el oboe canta también con la solista y de va desbordando la alegría, y la solista retoma el tema y entra el tutti con fuerza y en seguida retoma el tema central; por si a alguien le quedara duda del dominio de la concertista, aborda las cadencias finales que son un verdadero derroche de virtuosismo y dominio de arco y cuerdas, chelos y bajos ponen grave pasaje y el tutti retoma el tema que también canta el oboe, la alegría y fuerza se va desbordando y así llegamos al tremendo y emotivo final del movimiento y la obra. Trepidante, larga, sonora, se deja caer la ovación con fuertes gritos de ¡BRAVO! la gran violinista y el director tienen que salir repetidas veces al escenario sin que el tono de la ovación decaiga. Angélica nos obsequia con un ancore, que es una obra de su patria, Venezuela, el vals “Cómo Llora una Estrella” de Antonio Carrillo, que con amena alegría cierra la primera parte del programa.

Después del breve intermedio reanuda el programa con la Obertura-Fantasía “Romeo y Julieta” del romántico ruso Piotr Ilich Tchaikovski, autor que es una avalancha de pasión, y cuyo temperamento se ve reflejado en toda esta obra. En su inicio, la obra refleja los sentimientos puros de los jóvenes amantes, esto se refleja en la suavidad del inicio, la cálida voz de las maderas, la soberbia voz del chelo, todo nos describe el encuentro de Romeo y Julieta en la fiesta en la villa familiar y el profundo amor que nace entre ellos. El conocido tema de la obra es cantado por las flautas que dialogan con los cornos, y el arpa pone efectos de cristal, y se desborda la pasión. La obra va avanzando y se va tornando dramática y fuerte, hasta llegar a un tono trágico, como el destino final que han de enfrentar los jóvenes amantes; la muerte ronda y la fuerza del tutti lo refleja la sonoridad de los platillos pone la nota vibrante, el tutti retoma el tema con fuerza y pasión y nos lleva al sonoro final de la obra. Nueva tremenda ovación y fuertes gritos de ¡BRAVO! premian la actuación de la orquesta y el director.

Cierra programa un doble estreno. Estreno de una obra nunca antes ejecutada en esta ciudad, y estreno de un autor, hasta este domingo lamentablemente desconocido para nosotros. George Enescu. Este gran compositor es un auténtico posromántico, apasionado, sensible, profundamente nacionalista, o sea, de un romanticismo llevado a sus últimas consecuencias. La obra de Enescu, es nada menos que una rapsodia, obra surgida en el período romántico, su creación corresponde a Franz Liszt y puede definirse como un tema central que sirve de base, y alrededor del cual se van construyendo ricas variaciones. Consta de un solo movimiento y suele ser una pasión desbordada. En el caso de la de Enescu, es un verdadero desborde de alegría el que nos ofrece su hermosa partitura. Inicia con un delicado y cálido solo de clarinete que responde el oboe y dialogan para dar entrada a las cuerdas y se aborda un alegre tiempo de danza; cuerdas y maderas nos llevan al tiempo de vals que se desarrolla con alegría y ritmo para pasar a una también alegre polka cuya cadencia marcan los chelos en pizzicato; entra el tutti con gran alegría y las voces de los metales ponen brillantes y sonoros pasajes que el triángulo marca sonoramente; las cuerdas y el xilófono marcan un nuevo pasaje y la fuerza va subiendo y el tutti entra para volver a la alegre danza que sube y sube y sube, para desbordarse en sonoro y alegre final. Tremenda e interminable ovación, con teatro lleno y puesto todo de pie y gritando ¡BRAVO! nos marca un nuevo y tremendo final de un concierto dominical de la OSY.

Salimos del Peón Conteras congratulándonos de haber conocido a George Enescu y su hermosa obra.

Siguiente noticia

Voltereta del Bayern Munich