Yucatán

Candelario Jiménez Jiménez, nuevo párroco de Santa Ana

El Arzobispo de Yucatán, Monseñor Gustavo Rodríguez Vega, ofició ayer la misa con motivo de la fiesta patronal de San Felipe de Jesús y dio posesión como nuevo párroco de Santa Ana al Pbro. Candelario Jiménez Jiménez, en sustitución del Pbro. Ernesto Madera, quien partirá a la Ciudad de México para tomar un curso.

En su homilía, el prelado mencionó que lo más importante del sacerdocio es el seguimiento de Cristo, aceptar su cruz y buscar la santidad.

–Esforcémonos por seguir a Cristo hoy, en el día en que se celebra a San Felipe de Jesús, protomártir mexicano que murió crucificado en Nagasaki, Japón. Hoy que celebramos a San Felipe de Jesús, le pedimos que intervenga por todos los sacerdotes de Yucatán para que ellos busquen la santidad, que la pretendan y busquen la cruz de Cristo, asimismo que demuestren fidelidad a Jesucristo, aunque eso signifique la muerte, dijo.

–San Felipe de pequeño estuvo bajo el cuidado de una nana, una mujer de raza negra y en su casa había una higuera seca, y esta mujer varias veces mencionó que el día que la higuera reverdeciera Felipe de Jesús ya sería un santo, lo cual ocurrió muchos años después y de lo cual aquella mujer dio fe, contó.

–En esta fiesta de San Felipe de Jesús encomiendo al Pbro. Candelario Jiménez el cuidado de esta comunidad por tiempo indeterminado y también encomiendo al Pbro. Ernesto Madera, que tomará su curso en México, dijo.

Repaso de una vida

Durante su homilía, el Arzobispo de Yucatán repasó la biografía de San Felipe de Jesús, quien fue hijo de padres españoles. Nació en la Ciudad de México en 1572. Fue el mayor de once hermanos, de los que tres siguieron la vida religiosa. Su padre estaba emparentado con otro notable monje y evangelizador de América, Fray Bartolomé de las Casas. Felipe era travieso e inquieto de niño. Estudió gramática en el Colegio de San Pedro y San Pablo de la Ciudad de México, dirigido por los jesuitas. Mostró interés por la artesanía de la plata. Por eso, cuando Felipe fue beatificado el gremio de los plateros lo nombró su patrón.

A los 21 años se encontraba en las islas Filipinas, a donde había ido en busca de aventura. Las personas que viajaban a ese lugar, en aquellos tiempos, no lo hacían generalmente por motivos piadosos. Ni tampoco predominaba lo espiritual en el ambiente de Manila, ciudad conquistada apenas en 1571. En esta lo común era ver gente ocupada con planes de conquista militar y haciendo planes para el comercio. Ahí decidió Felipe ingresar a la orden de los franciscanos y escogió el nombre Felipe de Jesús. Entró al convento de Santa María de los Ángeles de Manila. Un año más tarde, Jesús hizo su profesión religiosa. Cuando tres años después se acercaba el tiempo de su ordenación, el 12 de julio de 1596, partió rumbo a México en barco. En Filipinas no se podía ordenar porque no había un obispo. El viaje de Filipinas a América era una aventura peligrosa y el viaje podía durar hasta siete u ocho meses. La travesía del barco en el que iba Felipe estuvo a punto de ser desastrosa. Durante un mes la nave estuvo a la deriva, arrojada por las tempestades de un lado a otro hasta que, destrozada y sin gobierno, fue a dar a las costas del Japón.

En Japón, no les tenían confianza a los misioneros. Cuando ellos llegaron ahí no sabían qué les iba a pasar y así pasaron varios meses. Fray Felipe de Jesús se refugió en Meaco, donde los franciscanos tenían escuela y hospital. El 30 de diciembre todos los frailes fueron hechos prisioneros junto con un grupo de cristianos japoneses. Comenzó el martirio. El día 3 de enero les cortaron a todos la oreja izquierda. Luego emprendieron una marcha en pleno invierno, por un mes, de Tokio a Nagasaki.

El 5 de febrero, 26 cristianos fueron colgados de cruces sobre una colina en las afueras de Nagasaki. Los fijaron a las cruces con argollas de hierro en el cuello, en las manos y en las piernas. Los atravesaron con lanzas. El primero fue Felipe de Jesús. Murió repitiendo el nombre de Jesús. Las argollas que debían sostenerle las piernas estaban mal puestas, por lo que el cuerpo resbaló y la argolla que le sujetaba el cuello comenzó a ahogarlo. Le dieron dos lanzadas en el pecho que le abrieron las puertas de la gloria de Dios.

Fue beatificado, junto con sus compañeros, el 14 de septiembre de 1627 y canonizado el 8 de julio de 1862.

El Arzobispo concelebró acompañado por los Pbros. Ernesto Madera, párroco saliente, así como los padres Miguel Campos Estrada, monseñor Manuel Vargas Góngora, así como el Vicario General de la Arquidiócesis y nuevo párroco de Santa Ana, Candelario Jiménez, entre otros integrantes del presbiterio.

Nuevo párroco de San Juan Bosco

Por otra parte, ante decenas de fieles, el Arzobispo Rodríguez Vega entregó anteanoche las llaves de la iglesia parroquial de San Juan Bosco al nuevo párroco Jorge Alberto Martínez Ruz.

Como preámbulo de esta ceremonia, el padre Jorge Alberto tocó las campanas de la iglesia, luego de lo cual comenzó la celebración eucarística.

El presbítero Guillermo Romero Sabido leyó el nombramiento de Martínez Ruz, en el que se le exhorta a continuar el misterio de salvación de almas y tener celo en el cuidado del rebaño a imagen de Cristo Sumo y Eterno Sacerdote, así como también se le invitó a vivir intensamente su ministerio sacerdotal.

Por su parte, el prelado Rodríguez Vega encomendó al nuevo párroco a los niños y jóvenes, tal como lo hizo San Juan Bosco, quien infundió amor a todos, principalmente en la juventud.

Agregó que él, lo mismo que otros párrocos en sus iglesias, deben escuchar, animar y reunir a todos.

Resaltó que él como cabeza de la parroquia debe promover la unidad, pero también hizo un llamado a los miembros de la comunidad, especialmente a los que colaboran en los distintos ministerios, a caminar juntos sin querer sobresalir unos de otros, es decir, sinodalmente.

Conexión principal

–A su vez, la diocesaneidad también debe ser parte de su deber y, para ello, deben tener siempre presente que pertenecen a una diócesis, lo que implica vivir y aplicar el Plan Pastoral Diocesano en todas las actividades de la parroquia. El caminar juntos como parroquia no significa olvidarse que somos al mismo tiempo una diócesis y la conexión principal es a través del párroco, pero todos conectados a la diócesis como una sola Iglesia diocesana y, por supuesto, nuestra Iglesia conectada a la Iglesia universal, agregó.

Hizo hincapié en que, detrás de esas dos actitudes, debe estar principalmente el amor, pues tal y como lo dijo Jesús cuando le preguntaron cuál era el principal mandamiento, él respondió con espontaneidad: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con todo tu ser y al prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos resumen toda la ley y los profetas.

Dijo que no importa no sentir amor, la clave está en tomar la decisión de amar. Recordó que San Juan Bosco invitaba a sus seguidores y a los miembros de su comunidad a amar a los niños y a los jóvenes como si fueran sus verdaderos padres. Por ello encargó al presbítero Martínez Ruz a amar a todos como verdadero padre. Lo invitó como buen pastor a tomar la decisión de amar y servir a sus hermanos.

Al término del mensaje del Arzobispo, el presbítero Jorge Alberto hizo profesión de fe y juramento de fidelidad ante el prelado y los fieles.

Posteriormente, como parte del ritual, besó el anillo episcopal como signo del fiel asentimiento al magisterio eclesial, renovó sus promesas sacerdotales y para concluir recorrió bautisterio y el confesionario.

(José Manrique / Elena Gómez)