Pilar Faller Menéndez
“Y una vez que la tormenta termine, no recordarás cómo lo lograste, cómo sobreviviste.
Ni siquiera estarás seguro si la tormenta ha terminado realmente.
Aunque una cosa sí es segura, cuando salgas de esa tormenta, no serás la misma persona que entró en ella.
De eso se trata la tormenta.”
Haruki Murakami
Este pequeño párrafo de este escritor japonés, reconocido y laureado a nivel internacional, encierra una gran verdad que muchas veces nos ha tocado vivir y que también se siente como si estuviéramos inmersos en una gran ola de mar, de donde sentimos que no vamos a salir a flote, y lo logramos.
Todo cambio y acomodo nos lleva a un punto de estrés porque cambiar la rutina y los modos de un día para otro no es cosa fácil; algunas veces tenemos la sensación de estar a punto de tocar el cielo, y como el juego de “serpientes y escaleras” descendemos de golpe muchos escalones que ya habíamos superado, pero el levantarse y persistir en el empeño de querer hacer lo que tanto nos gusta y le dedicamos tiempo, no es otra cosa más que mantener la disciplina a pesar de que las cosas parezcan estar yendo mal.
No siempre podremos vernos favorecidos, y de cierta manera, cuando no lo estamos, es un reto que se nos impone y es el momento de decidir si queremos seguir intentándolo, o simplemente darnos por vencido porque la situación no nos está favoreciendo. Si todo fuera como entrar en una zona de confort, de la que no saldremos nunca, probablemente la voluntad se afloje y dejemos descansar al empeño.
Las cosas se van construyendo día a día, a pesar de nuestro humor o ganas, quien realmente quiere, va a lograr muchísimo más de lo que se imagina. Tomar una pluma y en un papel plasmar las ideas (geniales o insulsas) es un ejercicio que puede ir registrando como hemos evolucionado tanto en nuestra redacción como en nuestras ideas: es como si estuviéramos conformando nuestra propia filosofía de vida, o bien, formando un álbum de recuerdos y de gustos por diversos temas que nos llaman la atención.
Si fuera el caso de que nuestra voz se apague por una tormenta, hemos de saber que ésta saldrá a flote con más fuerza y dedicación de la que actualmente le estamos dando. No todo está perdido cuando caemos, o pensamos que hemos caído. Es probablemente el desconocimiento de la trama de un nuevo telar que no podemos ver, pero sabemos que está y que irá tejiendo con nuevos elementos y formas a las que debemos adaptarnos para no sentir frustración ni rechazo.
Suponer no sería aconsejable en estos casos, mantenerse activo y positivo sí, aunque algunas veces nos asalten pensamientos pesimistas por no ver el fruto pronto de nuestro esfuerzo. Cuando existe objetividad y justicia, no debemos dudar que estamos en un período de acomodo, que probablemente estemos en el principio cuando creíamos que ya estábamos en el final, porque no hay que olvidar que el mundo es redondo, y que nunca puede saberse a ciencia cierta en qué lugar nos encontramos. Probablemente esto haga que las tormentas sean de algún modo atractivas, así como la furia del agua o de algún otro elemento. Estos retos representan quiénes somos, con qué nos quebramos, y qué nos hace más tercos y sacar la fuerza y el tesón para no cejar en el intento, para demostrar de qué estamos realmente hechos, y si hemos venido a este mundo a lamentar nuestros infortunios, o esperando que cuando el Sol salga, sea más radiante que nunca.
Como dice Murakami: “después de la tormenta no serás la misma persona que entró a ella”, aunque el haber entrado a la tormenta no haya sido voluntariamente, pero hayamos decidido permanecer en ella porque queremos ser más y mejores, y porque siempre, después de una tormenta llega la calma que nos serena.