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Enfermedades infecto contagiosas… profetizadas por Jesucristo

Ariel Juárez García

Cuando sus discípulos le pidieron a Jesucristo una señal de “la conclusión del sistema de cosas”, él les respondió: “Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá grandes terremotos, y en un lugar tras otro pestes” (ver Evangelio de Mateo 24:3 y el de Lucas 21:7, 10, 11). Aunado a ello, la Biblia también predice que durante el tiempo del fin habría “plaga mortífera” (ver Revelación 6:8).

En el tiempo de Jesucristo, a principios del siglo primero de la Era Común, la peste ya era conocida como una enfermedad infectocontagiosa que afectaba tanto a animales como a humanos. Hoy día, el diagnóstico de este mal se hace a través de pruebas de laboratorio. El tratamiento se lleva a cabo con un antibiótico fuerte. Sin embargo, para este mal no existe una vacuna.

La profecía de Jesucristo, arriba citada, se cumpliría de manera certera, al tiempo señalado. Sin que haya duda al respecto, la peste bubónica fue probablemente la pandemia más devastadora en la historia de la humanidad. Se calcula que pudo matar en Europa a unos 25 millones de personas en el período comprendido entre 1347 y 1353, más de la tercera parte de la población. El origen de la enfermedad era una bacteria llamada Yersinia pestis, que producía manchas y ronchas en la piel. Los enfermos desprendían un olor pestilente al supurar un líquido que salía de las ampollas que cubrían el cuerpo.

En el siglo XIV, la peste negra acabó con un tercio de la población de Europa en tan solo dos años.

Uno de los ejemplos más clásicos a los que recurren los epidemiólogos para ilustrar los efectos de la expansión de los virus es la colonización española de América tras el descubrimiento de 1492. Aseguran que hay algunas estimaciones no contrastadas que señalan que más de la mitad de la población indígena murió a causa de las enfermedades transmitidas por los españoles.

Vale la pena añadir que las rutas comerciales que se intensifican a partir de Marco Polo y las expediciones militares para conquistar nuevos territorios contribuyeron a expandir las enfermedades contagiosas. Hay casos documentados de que tan sólo una persona ha llevado una epidemia a lugares aislados. Por ejemplo, un carpintero procedente de Dinamarca portó el sarampión a las Islas Feroe en 1781. En el plazo de varios meses, el 90% de la población quedó infectada.

Y entre 1918 y 1920, la gripe española mató por lo menos a 50 millones de personas. El avance de dichas epidemias se frenó gracias a los lentos medios de transporte de la época. En cambio, hoy día, con el crecimiento de las ciudades y la facilidad de los viajes internacionales, una enfermedad de esa naturaleza se extendería rápidamente a todos los continentes.

Es interesante saber que una gran epidemia se solapó con la devastadora Guerra de los Cien Años, un conflicto tremendamente cruel entre los reinos de Francia e Inglaterra, que provocó éxodos de población, destrucción de las cosechas y terribles hambrunas. Muchos de los que la sufrieron creían, ya para entonces, que “se avecinaba el fin del mundo.”

Jared Diamond en “Armas, gérmenes y acero” estudia el impacto de las pandemias en la historia y concluye que los virus y las bacterias han sido poderosos instrumentos de destrucción masiva. Las migraciones y el asentamiento de los pueblos tienen mucho que ver con el desarrollo de las pestes que han asolado a la humanidad.

“Las epidemias surgieron cuando el hombre domesticó a animales como los perros, las vacas, los cerdos y las ovejas, cuya convivencia generó la aparición de enfermedades contagiosas” –añade Diamond.

El mismo Diamond cuenta cómo la expedición del capitán Cook al llegar a Hawai en 1779 llevó consigo la sífilis, la gonorrea y el tifus, lo que diezmó a la población nativa. Hawai tenía medio millón de habitantes a finales del siglo XVIII y pasó a 80,000 personas en 1850.

La revista Nature del 8 de julio del 2004 expone el resultado del avance de las enfermedades infectocontagiosas: “Se calcula que hay unos quince millones... de muertes anuales en todo el mundo directamente relacionadas con las enfermedades infecciosas”.

Sin duda, el cumplimiento de las profecías sobre “pestes” y “plaga mortífera” ha ocasionado incontables temores, sufrimientos y pérdidas de vidas. “No hay motivos para creer que no se producirá otra pandemia pronto (en el siglo XXI). Parece inevitable que ocurra”. Ya lo había anticipado, años atrás, la publicación Microbes and Infection.

“Los optimistas creían que para nuestros días ya se habría erradicado la amenaza de las enfermedades infecciosas”. Sin embargo, como se explica, éstas “no han dejado de aparecer una y otra vez”, publicó en su número de abril del 2005 Emerging Infectious Diseases.

Esta misma revista indica: “La aparición del Sida nos recordó las consecuencias de los nuevos brotes de enfermedades infecciosas y que no podemos evitarlos”. Por su parte, ONUSIDA, un programa auspiciado conjuntamente por las Naciones Unidas y otros organismos, informa: “En los 45 países más afectados, se prevé la muerte prematura de 68’000,000 de personas entre el 2000 y el 2020 debido al Sida”.

Cabe mencionar que, los expertos ya llevaban tiempo advirtiendo que pronto podría presentarse “otra forma de gripe muy agresiva para la cual no estamos preparados.”

El 19 de mayo del 2005, el servicio de noticias para organizaciones humanitarias AlertNet, de la Fundación Reuters, informó sobre la continua aparición de nuevos virus de gripe y añadió que “constituyen una constante amenaza de pandemia cada vez más probable”.

El autor de “Colapso” resalta algo que ya se sabe: “la increíble capacidad de los virus para sobrevivir a través de las mutaciones, de suerte que están continuamente evolucionando para poder seguir infectando la vida humana y animal, de la que depende su existencia y propagación. Aparecen nuevas enfermedades como la provocada por el coronavirus, que carece todavía de antídoto.”

Esta moderna pandemia surgida en China está haciendo que la humanidad se enfrente a un mal para el que no existe una hoja de ruta ni un manual de instrucciones. Los virus son, desgraciadamente, tan imprevisibles como persistentes.

Las enfermedades infectocontagiosas a gran escala fueron incluidas en la profecía de Jesucristo como respuesta, cuando cuatro de sus apóstoles le hicieron la pregunta: “Dinos: ¿cuándo serán estas cosas, y qué será la señal de tu presencia y de la conclusión del sistema de cosas?” –ver Evangelio de Mateo capítulo 24 versículo 3.

En aquella ocasión, el Hijo de Dios les dio una señal que significaría más que el fin del sistema de cosas judío en el primer siglo de la Era Común. También señalaría su “presencia” en poder del Reino de los cielos y lo inminente del fin de todo este sistema de cosas actual. Para enfatizar la veracidad y el cumplimiento de su profecía, Jesús dijo: “Cuando vean suceder estas cosas, conozcan que está cerca el Reino de Dios.” –ver Evangelio de Lucas capítulo 21 versículo 31.

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