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Comerciantes en pequeño comienzan a resentir los efectos de las políticas de aislamiento y sana distancia establecidas por las autoridades del Sector Salud por la contingencia generado por el Covid-19, pues señalan que sus ventas han caído entre un 40 y 60%. Algunos se han dedicado a vender tortas y otros alimentos para no cerrar sus establecimientos.

Durante un recorrido por las denominadas tienditas de la esquina, Gerardo Alcocer, propietario de la tienda “La Lámpara”, ubicada en la calle 71 por 42, dijo que en los últimos días aumentó la venta de refrescos y botanas, tal vez porque la gente que se ve obliga a permanecer en sus casas tienen más antojos.

Sin embargo, otros productos y alimentos se han dejado de vender en más del 50%, sobre todo los productos de latería, jamones, queso, salchichas, etc.; comentó que ahora sólo prepara tortas sobre pedido para evitar mermas.

Hace 56 años

Recordó que esa tienda comenzó a funcionar hace más de 56 años, gracias a la iniciativa de sus padres.

Comentó que en los primeros días de la contingencia muchos productos se agotaron, como el papel higiénico, jabones, detergentes y pastas de dientes, entre otros.

Por su parte, Celia Lucely Madera Rivera, propietaria de la ferretería “La Fe Divina”, empresa que se fundó hace 23 años, informó que sus ventas cayeron en más del 60% y lo poco que vende apenas le permite sacar para el día, situación que nunca antes había vivido.

–Pero qué bueno porque si la gente se queda en sus hogares más pronto acabará la contingencia y espero que todo regrese a la normalidad; de lo contrario, cómo voy a pagar el servicio de energía eléctrica, los impuestos a la Secretaría de Hacienda y otros gastos de operación, sobre todo a mis proveedores.

Eric Gurubel, propietario de la tienda “La Prosperidad”, dijo que por la baja actividad ahora abre a las diez de la mañana y cierra poco después de las siete de la noche, porque de esa manera gasta menos en electricidad y puede realizar otras actividades y aprovechar el tiempo muerto.

José Luis Cerón Castillo, propietario del tendejón “Castillo”, dijo que desde los cuatro años comenzó a vender dulces y otros productos en su pueblo natal Sotuta; con el paso de los años su familia se fue a vivir a Tzucacab; años más tarde terminaron en Mérida; de ellos aprendió que al mal tiempo hay que darle buena cara y hoy ante los efectos de la pandemia, lejos de lamentarse busca la manera de sobrevivir vendiendo tortas y otros alimentos, porque la venta de abarrotes se vino abajo por los efectos del Covid-19.

Tierra noble

–En mi pueblo sólo las personas que no trabajan se morían de hambre; la tierra es noble si uno la sabe trabajar y lo mismo pasa ahora; toda actividad productiva es rentable si uno se dedica en cuerpo y alma; por eso trato de ser optimista aunque las cosas no vayan bien como ahora, que los niveles de venta han bajado, indicó. Finalmente dijo que la tienda comenzó a funcionar hace más de 45 años y fueron sus padres quienes iniciaron esa aventura y por su edad se la cedieron hace unos cinco años.

(Víctor Lara Martínez)

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