Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia, o violan nuestro sentido común.-Eduardo Galeano
Treinta años de ausencia por la partida de Conchita, son muuuchos años, 32 años sin mi Mamayita aún más, considerando que las mujeres de mi vida, me hicieron como soy hoy en día… Y los hombres también… La falta de presencia física de ellas –de mi abuelita María de Belem y de Conchita, mi mami–, que se fueron hace tanto no la he podido realmente superar, pues me dejaron la gran responsabilidad de formar a las y los que vienen atrás de mí sin sus oportunos consejos.
Pero para ser sincera, en realidad nunca se han ido del todo, pues con sus consejos, dichos y refranes, he mantenido viva la formación educativa de mis hijos propios y de muchas y muchos prestados, con quienes he tratado de mantener su presencia y su legado.
La frase “la fuerza de la familia, está en las mujeres de la familia”, es la frase permanentemente presente en mi pensamiento, en mis palabras y tatuada con oro en mi corazón.
Ya les he contado que no eran fáciles ninguna de las dos, –a Dios gracias pienso ahora–, tenían su propia Constitución Política del hogar, llena de leyes y reglas de la casa que hace palidecer a la Constitución de 1917. Sus reglas eran cortas, de pocas palabras, para que las entendiéramos bien clarito, y no se sometían a discusión, considerando que mi Tata era médico militar, y que mi Mamayita era enfermera de los trenes de la salud durante la Revolución Mexicana, mantuvieron una disciplina en mi mami y en nosotros sus nietos, como se usa en el Ejército, “las órdenes se acatan…no se discuten y punto final”.
Y tenían toda una gama de variaciones en cuanto a las penalizaciones por no cumplirlas, que iban desde pararte en el rincón, para meditar lo que hiciste mal, y regresar en 20 minutos a analizar con ellas el producto de tu reflexión, ofreciendo una disculpa razonada, después de haber asumido tu culpabilidad, hasta el mismo procedimiento reflexivo, después de haberte dado “a raíz” tres cintarazos.
Este procedimiento podía incluir que los cintarazos nos los diera don Raúl, mi papá, que siempre resultaba más doloroso físicamente, y cuidado que te resistieras o corrieras porque se duplicaba el castigo.
El asunto de los castigos físicos no se basaba en el disgusto vuelto violencia, partía del conocimiento explícito que nosotros teníamos de las reglas, y se basaba en la advertencia previa de las consecuencias de su incumplimiento.
Nunca usaron la fuerza descomunal de la violencia física, si bien usaban la famosa chancla o el temido cinturón, yo puedo recordar las veces que estos cintarazos sucedieron y, de hecho, recuerdo perfectamente las faltas cometidas que me llevaron a la penalización.
Dado que las reglas eran claras y concisas, la ruptura de ellas dejaba una consecuencia. Y éstas eran simples de cumplir, por ejemplo la primera y sumamente importante de… “un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”…a mamá no le gustaba el desorden y así, además, llevaba un control minucioso de lo que había en casa y dónde estaba cada cosa, y se evitaba la fatiga de andar buscando las cosas… ¿Abusadilla, no creen? Esto daba origen a la siguiente regla: “Juguete sacado, juguete guardado… mamá no guarda juguetes… si están fuera de su lugar… van al asilo de niños pobres para llevarles felicidad por su desorden…
Estas dos simples reglas traían como resultado una casa ordenada y una disciplina en nuestro comportamiento, que además ahondaba en un proceso integral que no es para nada superficial y que tiene que ver con lo que está sucediendo hoy en día y que, en buena medida, es resultado de mamis y papis que no hicieron su constitución política hogareña y dejaron que sus hijos crecieran sin saber cuál es “su lugar”. Luego venía una obra maestra de la legislación hogareña… “No hagas nada de lo que te puedas arrepentir después… tu cuerpo pagará las consecuencias de tus malas decisiones”… Así que los castigos estaban hasta en catálogo y tú sabías si te atrevías a desafiar su autoridad… así te iba…
Y con estas sencillas y claras reglas nos fuimos educando, con algunas de no menor peso específico, como “la ley de los 10 deditos”, en que mamá y papá nos demostraban que mis hermanos varones y yo, teníamos cada uno 10 deditos en nuestras manos, y por lo tanto podíamos y debíamos hacer las mismas cosas, sin usar aquello de que … “esto es cosa de mujeres y yo, como hombre, no lo tengo que hacer”.
Mi Mamayita, quien se hizo enfermera durante la Revolución Mexicana, en los trenes hospital curando heridos, después de haber perdido a sus padres a los 14 años, conoció ahí a mi Tata –de quien ya les he contado–, médico militar del Ejército de Venustiano Carranza, y sólo tuvieron a mi Conchita, formándola entre trenes revolucionarios y órdenes militares, lo que sin duda le dio esa férrea disciplina mezclada de ternura maternal que nos brindó una feliz infancia.
Pero lo mejor de ellos, y por los que los traigo ahora a colación, es porque su honor, dignidad, honestidad y decencia estaban a toda prueba y su postura ante el odio, la violencia de género y la discriminación racial, era radical. No estaba tolerada en ninguna forma y jamás permitieron vivir una violencia como la que nos tiene enfangados en este momento, por lo que, para mí, se convierte en un asunto prioritario poner a mis 99 lectoras y lectores sobre alerta de la necesidad de reconstruir una adecuada cultura individual, familiar y ciudadana, que no se base en argumentos irracionales y violentos, que lamentablemente están poniendo en riesgo la vida de nuestras compatriotas.
Yo no aprendí eso en casa y, por lo mismo, me hiere en el alma convivir con las horripilantes notas que se agravan día con día, hasta llegar a extremos brutales, como los recientes asesinatos tan comentados, y que están dando origen a todas las justas manifestaciones de desaprobación y hartazgo total.
Ciertamente que los tiempos han cambiado y en muchas cosas para bien, la comodidad que ahora gozamos en nuestros hogares, con aparatos que disminuyen el esfuerzo físico de mantener una casa en orden, o la tecnología que nos acerca al resto del mundo inmediatamente, son logros que hace más placentera nuestra vida.
Pero en la búsqueda de estos bienes materiales, lamentablemente lo que se ha logrado es el empobrecimiento, tanto adquisitivo como moral de las familias, las cuales arrastradas por muchos agregados, como la falta de oportunidades, la necesidad de ambos padres de ausentarse largas horas de la casa familiar para obtener recursos no digas para gozar de bienestar, simplemente para sobrevivir, han conducido a los elementos de las familias, a perder el orden natural del equilibrio de este pequeño universo llamado “hogar”.
Y en estos choques interplanetarios hogareños, estamos ante la disolución de todo tipo de estabilidad.
“El peso de la dominación patriarcal, ha llevado a que argumentos misóginos y machistas sean utilizados con “naturalidad” e impunemente contra las mujeres, utilizar argumentos clasistas, racistas, hirientes, y ofensivos de la dignidad de las personas y que denigran, son formas puras de violencia inaceptable”.
Fuente: Frances Galache, abogada y feminista, en artículo publicado en el número 56 de Pueblos. Revista de Información y Debate, abril de 2013.
Y como decía Mamayita… “juegos de manos son de villanos” …, cuando de las palabras ofensivas pasas a las manos, el deterioro de cualquier relación es casi irreversible.
Describir o representar a una mujer, con los calificativos insultantes empleados hoy –lamentablemente aplaudidos por muchos–, así como conducirse con un lenguaje machista, sexista y agresivo, mezclado de un evidente desprecio a las mujeres, es el paso inmediato a las acciones de violencia física, psicológica, patrimonial o laboral, que hoy. han conducido hasta al asesinato, a miles de mujeres, incluyendo pequeñas niñas y adolescentes. Me pregunto y les pregunto: ¿les producirá realmente satisfacción a los violadores y asesinos su conducta?... ¿tendrán conciencia de daño? ¡O simplemente les Vale Madres!
Pues, por si acaso, lo que está sucediendo en este México lindo y qué herido, pertenece a la última frase, y considerando que, como mujer, y desde luego como ser humano, me indigna y me causa náuseas irme sintiendo ahogada de esta maldad, en esta soberbia machista, en esta arrogante desgraciadez llena de estupidez y cinismo, les participo que me uno al paro de mujeres del 9 de marzo. Así, me agrego a esta cruzada de “Ausencia de mujeres” y les transmito dos mensajes recibidos en WhatsApp, que me parecieron fundamentales para compartir con los y las que “no han entendido bien” por qué el paro. Leamos y reflexionemos:
? Las mujeres asesinadas *NO* llegan al trabajo, ni a recoger a sus hijos.
? Las mujeres asesinadas *NO* llegan a clases.
? Las mujeres asesinadas *NO* van a hacer el súper, ni van al gym, ni a correr.
? Las mujeres asesinadas *NO* van al cine, ni salen por un cafecito con las amigas.
? Las mujeres asesinadas *NO* van a visitar a sus familias.
? Las mujeres asesinadas *NO* van a pasear ni contestan sus correos.
? Las mujeres asesinadas *NO* hablan por teléfono ni contestan las llamadas.
? Algunas mujeres asesinadas *ni siquiera* llegaron a un féretro. Están botadas en un canal, en una barranca o al lado de una carretera.
? ¡Las mujeres asesinadas? ¡YA NO ESTÁN?
#9M #ParoNacionalDeMujeres
Y el segundo –y más importante para mí– se da como resultado de conversar con mi hija Sylvia, quien a sus 33 años me está reforzando la postura que debo tomar, al impulsarme desde su visión “milenial”, sobre lo que nosotras las mujeres de cualquier edad debemos hacer. La conversación inicia en mi comentario, de haber recibido la instrucción de acudir a mi trabajo, pues nos negaron el permiso de faltar.
Su respuesta, y la de otras compañeras mías del hospital, me pusieron en la lista de “ausentarme” a ver si les hago falta, porque vivas nos queremos. Vean ustedes:
[7/3 16:48] Agrego a lo recibido:
Las mujeres asesinadas ya no van hacer notas médicas en los hospitales.
Las mujeres asesinadas ya no tomarán muestras de laboratorio.
Las mujeres asesinadas ya no recibirán en admisión, al hombre que está solicitando cobardemente que lo atiendan.
Las mujeres asesinadas ya no los canalizarán con sueros que calmen su dolor, ni los bañarán, ni entregarán sus medicamentos con horario. Ni estarán ahí siempre puntuales para atender sus dolencias… no lo harán… porque
¡YA NO ESTÁN!
[7/3 17:01] Comparto con ustedes mi respuesta a esa nieta y bisnieta de las mejores mujeres que han impactado mi vida, me impresiona cómo ella y sus amigas y compañeras de edad, con gran sensatez nos están recordando a las que pudiéramos habernos cansado ya de luchar, que no podemos bajar la guardia.
“Recordar que a mis 16 años sufrí de acoso sexual, por parte de mis maestros y mis compañeros hombres estudiantes de medicina, y que tuve que callar y resistir arduos momentos para alcanzar mi sueño de ser médica... y escuchar, hijita, que tú me pides no callar más... hace un sentido profundo de seguir luchando al lado de mis hermanas lesionadas. violentadas y asesinadas... No pediré permiso a ningún hombre... ni al gobernador... ni al secretario de salud... ni al director... ni al subdirector...
Te aviso, jefa, porque eres mujer, que el lunes respaldaré a mi hija Sylvia, no estando para los que no me cuidaron, es mi prioridad... Estaré de ejemplo para las mujeres que siempre he respaldado... Sería incongruente conmigo misma, si no lo hiciera... Y eso no sucederá jamás... Siempre he sido una guerrera congruente que ha respaldado con hechos sus palabras... Hoy no será ni por mucho la excepción.
Así que con los genes de mi Mamayita y de mi mami Conchita, agradeciendo su dura formación, te digo hijita querida, que por ti y tu hermano soy como soy, para que nunca te avergüences de mí, y quiero que sepas, que mi sangre es tu sangre y la daría por ti sin dudarlo, y que lucharé por siempre y cómo, desde siempre, por erradicar la violencia hacia las mujeres.
Me despido dejándoles una profunda reflexión de tarea. Si quieren comentar les espero en chivizenteno@hotmail.com o en el 9992 71 38 92. ¡¡¡Las adoro y respeto!!!
Por Dra. Sylvia Zenteno Ruano