Pilar Faller Menéndez
Como los toros de lidia de San Sebastián, en España, muchos se sienten aprisionados en sus casas y quieren abrir las puertas y emprender una carrera loca, sin un camino a seguir en aras de sentirse libres. Otros, en su fantasía, se encuentran planeando lo que harán cuando puedan salir, como caminar más despacio y extasiarse con el mundo que siempre nos ha rodeado y que por las prisas no veíamos…
A diferencia de los toros, nuestras puertas no tienen candado, pero muchos sabemos que salir “ateperetados” no nos va a llevar a otro lugar que a la probabilidad de contagiarnos con el virus que hoy nos tiene a muchos en jaque mate, más por la incertidumbre que mezclada con el encierro no es buena consejera en estos momentos.
Las conductas también se contagian, por lo que a pesar de andar muchos con el ánimo decaído, debemos ser fuertes y apoyar a quienes están poniendo su vida en riesgo para salvar a los que se han contagiado de coronavirus. Siempre se ha dicho que lo último que muere es la esperanza, así que es momento de demostrar que la tenemos, y empapar de ésta a quienes hoy están sucumbiendo ante este encierro que nos está ayudando a prevenir el contagio.
Hay quienes hoy han decidido empezar a utilizar el teléfono y llamar a quienes hace tiempo no ven, porque a través de las redes sociales el contacto humano se vuelve frío, leemos pero no escuchamos tonos de voz, y hoy queremos sentir el abrazo virtual que provoca el sentirnos queridos y acompañados. Es un ejercicio que recomiendo a pesar de que nunca había sido amiga de llamar a alguien así porque sí, pero descubrí que escuchar la voz amiga, nos hace sentir más vivos y conectados con el exterior.
Amarnos los unos a los otros está resultando difícil para muchos, queremos emprender esta carrera loca hacia quién sabe dónde, porque sentimos que debemos encontrar al culpable de nuestro encierro, y de no permanecer serenos, si hoy abrimos la puerta seguramente muchos encontrarán al culpable: el virus, no el gobierno, no los empresarios, no los médicos y enfermeras que están arriesgando la vida por nosotros.
Muchos han conocido sentimientos que no han sido gratos como la ansiedad, probablemente el día de mañana nos volveremos más empáticos con quien la siente constantemente, sin razón aparente, también ha brotado la depresión de la que muchos adolecen mucho antes de que todo esto empezara… en definitiva, todo mal deja una enseñanza y estoy cierta de que esta contingencia marcará muchas vidas en un antes y un después.
Los que conocemos estos oscuros sentimientos no sentimos placer de ver cómo aquellos que los desconocían están empezando a entrar en contacto con esa oscuridad. Estos son esos toros de lidia que hoy no se hallan en su encierro. Las puertas de la cordura se encuentran cerradas para muchos, es por esto que debemos ser más humanos y brindar sosiego a quienes hoy lo necesitan, no con el afán de ser samaritanos, sino porque no podemos dejar que el egoísmo y la indiferencia nos gobiernen. Somos humanos, y es nuestro deber consolar a quienes hoy sufren y se encuentran en un infierno desconocido.