Pilar Faller Menéndez
Cuando a menudo se sufren enfados que resultan desproporcionados, esto ocasionará también que nos enfrentemos a problemas más frecuentemente. Este tipo de enfados son los que nos provocan la ira, que a pesar de que resulta desagradable experimentarla, a mucha gente le es difícil controlarla y encontrar una forma de expresarla sin tanto arrebato y más ecuanimidad.
La ira es considerada una emoción básica y universal, es básica ya que sirve para nuestra supervivencia basada en tres funciones: facilita un rápido desarrollo en aquellas conductas de defensa-ataque, así como el fortalecimiento de nuestra conducta y la regulación de la interacción social. Se considera universal, porque cualquier humano sano la experimenta, por lo que el enfado no solamente es normal, sino que también necesario, pero llevar este enfado a los extremos no es ni saludable ni normal, ya que debemos saber controlar ésta emoción.
Existe una relación entre las emociones y nuestros pensamientos, por lo que una misma sensación puede ser vivida por otros de formas diferentes dependiendo de la persona, por lo cual no es posible referirse a una situación objetiva que desencadena la ira, sino a los pensamientos que se asocian a aquella situación que nos detona y nos causa ira.
La ira aparece cuando existen situaciones en la que nos vemos sometidos a la frustración, las cuales nos resultan desagradables, ya sea por sentirnos atacados o por encontrarnos en alguna situación frustrante o cuando llegamos a un grado intolerante de animadversión.
Las situaciones frustrantes pueden ser aquellas que obstruyen el poder llegar a una meta y que el individuo considera que se pueden cambiar los factores que están bloqueando el acceso a nuestro objetivo, aparece muchas veces la ira, así como cuando existe una clara trasgresión sobre nuestros derechos y las normas sociales o bien un trato injusto, hacen que la ira surja. Otro factor que la detona es cuando no se recibe la recompensa esperada después de una conducta destinada a su obtención.
Las situaciones aversivas como las experiencias desagradables, favorecen el surgimiento de la expresión de las conductas agresivas, como experimentar dolor, que hace que aflore nuestro mal carácter, y perdamos el control, motivo por el cual es de suma importancia detectar cuáles son las cosas que nos desquician, con el fin de poder controlar nuestra ira.
En definitiva, la ira no es buena consejera ni amiga de nadie, y cuando ésta no puede controlarse, afecta drásticamente nuestra salud, ya que un minuto de ira puede arruinar todo un día.
Estudios científicos que demuestran que al igual que otras enfermedades, la ira y el odio pueden afectar nuestro sistema inmune hasta por seis horas, dependiendo el nivel de enfado que tenga la persona. Es fácil distinguir la tensión que se comienza a sentir en algunas partes del cuerpo en donde comenzamos a sentir dolor sin encontrar una razón aparente.
Es de gran ayuda ponderar la situación y darle su justa importancia, ya que muchas veces sucumbimos a la tendencia de exagerarlas y le sumamos algunas frustraciones que ya habíamos acumulado, que van aumentando conforme vamos repitiendo lo ocurrido en nuestra mente, hasta llevarlo a un nivel exagerado, por lo que debemos mantener la mente fría y objetiva cuando vamos a analizar la situación, la cual debe aislarse.
Desgraciadamente cuando se tiene un día malo, se suman muchos eventos adversos que van construyendo el efecto de la bola de nieve. Por lo que centrarnos en el problema hará que éste se vea desde una perspectiva más objetiva y real, lo cual también nos permitirá encontrar una solución más adecuada.
Es necesario estar conscientes de que nuestra vida está llena de altibajos, por lo que no debemos “implorar” un día malo, porque éstos llegan solos, por lo que debemos hacer todo lo posible por mantener nuestra rabia dormida e intentar que ésta no aflore al primer contratiempo, con esto, los problemas podrán ser resueltos más fácilmente.
Debe tomarse también en cuenta, que el mal humor y la ira persistente, así como un sentimiento exagerado de frustración por nimiedades, puede ser un síntoma de encontrarse en un estado de ánimo depresivo y patológico.