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Yucatán

El pedir ayuda no es un símbolo de debilidad

Pilar Faller Menéndez

“Unirse es el comienzo;

estar juntos es el progreso;

trabajar juntos es el éxito”. Henry Ford

Si alguien tiene la humildad de pedir ayuda cuando realmente la necesita, esto no significa un signo de debilidad, sino un gesto que demuestra que necesita refuerzos para lograr algo que se propone, o para superar una crisis por la que está pasando. Desgraciadamente son muchas las personas a las que les resulta sumamente difícil pedir ayuda, por tener creencias erróneas de lo que significa esto.

Es común en la actualidad, y en este mundo tan competitivo en el que vivimos, pensar que al pedir ayuda nos estamos comprometiendo a tener que devolver el favor, porque hay quienes creen que al brindarla, espera obtener algo a cambio, perdiendo la perspectiva de que mucha gente ayuda desinteresadamente y por generosidad.

Es necesario tomar en cuenta el modelo educativo en el cual nos hemos desarrollado, el cual ha favorecido y premiado la autoexigencia, así como el perfeccionismo, lo que nos ha llevado a sentir la obligación de tener que ser autosuficientes e independientes, que no necesitamos de nadie para salir adelante, y que nos podemos bastar por nosotros mismos, y que al pedir ayuda estamos mandando una señal de debilidad. Creer lo anterior tiene una base de arrogancia y orgullo que alimenta nuestro ego, que muchas veces nos lleva a situaciones y resultados no deseados.

Al poder reconocer nuestras limitaciones, nos estamos haciendo cargo de nosotros mismos, tenemos que tener presente que no tenemos todas las respuestas, ni tenemos la verdad absoluta, y que no somos capaces de autogestionarnos sin ayuda de la naturaleza, la cual está diseñada para cooperar y, en algunas ocasiones, depender de alguna persona para lograr algo, porque de otra manera estaríamos aislados de toda realidad.

Un buen líder escoge a sus colaboradores con base en los vacíos o debilidades que pudiera tener sobre ciertos temas, para poder disponer de herramientas que puedan aumentar las posibilidades y acciones tanto en los objetivos que nos hemos trazado, como para hacer frente a las dificultades.

Pedir ayuda también implica un voto de confianza hacia la otra persona, ya que rompemos con los prejuicios que tenemos. Además, nos ayuda a fortalecer vínculos cuando somos capaces de quitarnos la coraza del orgullo y la arrogancia que forman parte de nuestra victimización, al creer que no se puede confiar en nadie o que estamos solos.

Al pedir ayuda estamos reconociendo que nadie es más que nadie, ni cuando somos nosotros los que la brindamos. Es de sabios reconocer que existen circunstancias en las que es necesaria la compañía y el conocimiento de otra persona para poder enfrentar nuestras dificultades, ya sea personales o laborales.

Pedir ayuda nos hace más honestos, y la ayuda no está relacionada con el fracaso, ni con la dependencia y menos con la inferioridad. Una educación que estuvo basada en el interés y falta de cariño, también puede provocar una falta de confianza hacia las personas en general.

El reconocer y ser conscientes de todas estas influencias que nos dificultan pedir ayuda, es estar en disposición de dar el paso de valentía que nos hace falta. Muchos pensarán que es una trivialidad, pero la falta de confianza hacia los demás nos produce aislamiento, el no reconocer hasta dónde podemos llegar solos puede causarnos serios problemas.

La ayuda siempre debe ser bienvenida, aunque no la hayamos pedido, es una muestra de solidaridad hacia nosotros, es un reflejo de que los marineros confían en su capitán, y están dispuestos a dar lo mejor de sí mismos para que el barco no se hunda y llegue salvo al puerto.

Y lo más importante: si llegan tiempos de gloria, es necesario reconocer que adonde hemos llegado es un viaje que no hicimos solos, que se logró con la ayuda y esfuerzo de quien permaneció con nosotros, y llenó espacios que eran imprescindibles para lograr el objetivo que nos propusimos.

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