Yucatán

Para quienes se consideran eternos

Pilar Faller Menéndez

“La vida humana eterna sería insoportable.

Cobra valor precisamente porque su brevedad la aprieta, densifica y hace compacta”.

José Ortega y Gasset

Nuestra vida transcurre como reloj que va marcando el tiempo, en donde los minutos se convierten en horas y las horas en días, y pocas veces percibimos los cambios que vamos viviendo y de cómo el tiempo va cobrando una factura en nuestro cuerpo y nuestra salud va decreciendo. Muchas veces pensamos que quienes están a nuestro lado son eternos, porque sentimos que nos pertenecen, porque muchas veces nos aferramos a no querer ver el tiempo pasar.

A lo largo de nuestra existencia experimentamos muchos momentos que luego se van volviendo como unos retazos con los cuales vamos armando la vida que algún día llegará a su fin, porque la verdad que es inescrutable, es que la vida se acaba, y tiene que cumplir el ciclo de la naturaleza: nacemos, crecemos, algunos nos reproducimos y todos morimos en algún momento, algunas veces de una manera inesperada pero todos vamos a ser llamados por la parca.

En el transcurso de nuestra vida terrenal es común pensar que haremos muchas cosas cuando algo que estamos anhelando se dé, y el tiempo de espera es un tiempo que dejamos según nosotros “congelado” porque cuando llegue el momento que estamos esperando se darán todas las cosas que hemos planeado.

La vida no es un plan rígido en donde vamos viviendo de acuerdo a los objetivos que nos hemos planteado, ya que a menudo debemos cambiar debido a eventos ya sean buenos o malos, así como los cambios que pueden ocurrir nuestra forma de ver y actuar lo que nos hace reflexionar muchas veces hacia dónde estamos yendo y si realmente vale la pena esperar a que las cosas ocurran o si vamos a hacer que ocurran.

Vivimos relaciones que perduran y otras que terminan. Muchas veces vivimos con la intención de procurar más a aquellos que nos importan, pero a menudo lo dejamos para otro momento, y el tiempo va pasando y cuando esa persona se va, sentimos mucho remordimiento por no haber pasado el suficiente tiempo con ella.

¿La vida es bella? No siempre, pero podemos pretender que sí, porque los lamentos no arreglan nada y la inconformidad ante los que nos ha tocado vivir puede consumirnos, cuando a pesar de nuestras limitaciones ya sean físicas o materiales, tratamos de seguir adelante, porque la vida no trae una segunda parte, es una obra que consta de solamente un acto, y las escenas son los sucesos que muchas veces pueden estar en nuestras manos, y otros no.

A pesar de cualquier tropiezo, vale la pena vivir, vale la pena esperar el final que no conocemos y que, como una película, resulta algo que no imaginamos cómo acabará, si se cumplirán algunos de nuestros deseos, si la lucha que escogimos fue la correcta, si aquello en lo que creímos valió la pena y rindió sus frutos, si disfrutamos el cariño y el amor que tuvimos la oportunidad de tener.

Mientras llega ese momento, no debemos adelantar vísperas, no debemos hacer caso a lo desgastados que estemos por la edad, porque cada etapa tiene algo que ofrecernos y debemos de tomarlo a manos llenas mientras podamos, porque ese reloj que va marcando las horas, y ese calendario que va marcando los días, no son solamente más que una advertencia que la eternidad no existe, y es por esto que cada mañana es una oportunidad que se nos brinda de decidir cómo queremos que sea nuestro día, cómo vamos a aprovecharlo, con qué actitud vamos a vivirlo y cuando llegue la noche, daremos gracias por haber tenido la oportunidad de haber tenido un día más, que muchos verán con gratitud, y otros lo darán por hecho, olvidando que no somos eternos y que el “hubiera” no existe.