Homilía del Arzobispo de Yucatán
In láake’ex ka t’aane’ex ich Maaya, kin tsikike’ex yéetel ki’imak óolal.
Bejla’e’ kiinbensik u kiinil Kili’ich Isidro Le ku meyajtik le lu’umo’, jun túul Kili’ich jach yáakuna’an ichilo’on, jach yabilmajani té u mejen kaajilo’ob u lu’umil Yucatán. Kin ki’iki’ óoltik tu lakal kaajilo’ob yamti’ob Kili’ich Isidro bey u Yuumil.
Muy queridos hermanos y hermanas todos en el Señor.
En primer lugar, quiero felicitar a todos los maestros y maestras en su día. Sé que ustedes siguen trabajando desde sus hogares en la transmisión virtual de sus clases, y quizá aprendiendo a hacer algo en lo que nunca pensaron meterse. En algunas pequeñas y alejadas comunidades de nuestro Estado, he podido palpar la entrega heroica de los maestros, y cómo en algunos lugares han dejado una huella que trasciende positivamente en varias generaciones.
Es una enorme responsabilidad la que tienen todos ustedes en la educación de los niños, adolescentes y jóvenes. Ojalá que en todos sus comentarios respeten los valores y la fe de los padres de sus alumnos, y que nadie quiera en el salón contrariar lo que los padres de familia han querido transmitir a sus hijos. Entiendo que a veces ustedes se deben encontrar en situaciones difíciles, cuando los programas y los textos les pidan transmitir a sus alumnos ideas con las que ustedes no estén de acuerdo: para ustedes hoy debe valer la objeción de conciencia. Si ustedes son creyentes en Cristo, deben saber que Él es el único maestro de todos, y que si a ustedes les llamamos maestros es porque ustedes están llamados a hacer presente a Jesús entre sus alumnos. Dios les conceda santificarse en esta hermosa vocación. Por ustedes ofrezco esta santa misa.
Una felicitación para todos los hermanos y hermanas de las comunidades que tienen como patrono a san Isidro Labrador. Esta memoria es opcional, lo cual significa que podría hoy celebrarse el viernes de la quinta semana de Pascua. Pero yo en lo personal pienso que esta fiesta de san Isidro debería ser una fiesta que se celebre en todas partes, porque así se pone de relieve la posibilidad de que un laico sea santo, y un santo casado, pues también la esposa de san Isidro está canonizada, y un santo pobre y humilde, y un santo labrador, sobre todo en un tiempo en que las autoridades de México tienen tan descuidado el campo. Es preocupante la pobreza que hay en nuestro campo, y que la mayoría de los jóvenes no tengan planes de permanecer ahí, sino más bien de emigrar a Mérida, a Cancún o incluso a los Estados Unidos, ¿pues qué va a ser de nuestro campo en el futuro?
Un saludo y felicitación también para todos los agricultores que están siguiendo esta eucaristía. Igualmente, por ustedes y por todos los devotos de san Isidro, ofrezco esta santa misa.
San Isidro Labrador nace en los alrededores de Madrid el 4 de abril de 1082, y murió en Madrid en 1172. Es el patrono de los agricultores del mundo. Cuando trabajaba como jornalero, dividía su salario en tres partes; una para los pobres, otra para la iglesia y otra para él y su familia. Famoso por tener el don de encontrar agua con facilidad. Con su esposa santa María de la Cabeza procreó un hijo. Diariamente asistía a la santa misa muy temprano por la mañana, antes de llegar a su arduo trabajo como trabajador del campo, donde sabía convertir su trabajo en oración sin perder la presencia del Señor.
Fue canonizado por el papa Gregorio XV l 19 de junio de 1622, junto a Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Felipe Neri. Fue el primer laico casado llevado a los altares. A san Isidro se le atribuyeron algunos milagros en vida, como algunas curaciones y como haber visto a sus bueyes conducidos por un ángel en su trabajo, mientras Isidro oraba. Y después de su muerte se le atribuyen muchas curaciones milagrosas, así como el conseguir la lluvia en medio de una sequía. El cuerpo incorrupto de san Isidro se encuentra en la catedral dedicada a su patronazgo.
En la primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, tenemos la conclusión del concilio de Jerusalén. En el mensaje que se envía a la Iglesia de Antioquía se hace confesión de fe de que no se trata solo de lo que ellos concluyeron, sino lo que el Espíritu Santo inspiró, y por eso vienen estas palabras: “El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las estrictamente necesarias…” Esta misma convicción, aunque no se mencione en cada ocasión, está detrás de cada una de las conclusiones de los 21 concilios de la historia; y de todas las exhortaciones postsinodales de los últimos tiempos; y en cada ocasión que el Papa declara algo en materia de fe y costumbres; y cada vez que un obispo o una conferencia de obispos declara algo en comunión con el Papa: siempre está y estará presente esta convicción de fe: “El Espíritu Santo y nosotros hemos decidido…”.
El santo Evangelio de ayer fue de San Juan, del capítulo 15, de versículo 9 al 17; y hoy se repite el mismo pasaje con tres versículos menos, es decir, del 12 al 17. Jesús les da a sus discípulos el mandamiento nuevo, el del amor al prójimo, que ya existía en Israel, pero que ahora Jesús lo precisa diciendo: “… que se amen los unos a los otros como yo los he amado”. Si Jesús es la medida y el modelo del amor, mientras no demos la vida por amor, todavía nos falta para alcanzar la medida. Porque: “Nadie tiene amor más grande a sus amigos, que el que da la vida por ellos”. Cuántos hay que se conforman con amigos que solo son compañeros de parranda, o solo para pasarla bien, y que no tienen ningún compromiso personal con nosotros, ni nosotros lo tenemos con ellos. Peor aún, cuando tenemos amigos que están con nosotros solo por algún interés.
Pero para hablar de la amistad tenemos que acercarnos un poco al modo en que los jóvenes viven la amistad, porque en la juventud todo es intenso, y porque en la juventud nacen las mejores amistades para toda la vida. Quizá por eso Jesús se identificó tanto con Juan, a quien incluyó en el grupo de los tres que siempre estaban con Él en los momentos más importantes; quizá por eso le reveló a Juan en la última cena quién era el traidor; quizá por eso Juan tuvo el valor de estar junto a la cruz de Jesús; quizá por eso Juan nos pudo representar a todos recibiendo a María como a su Madre: él el primero.
La amistad que Jesús nos propone exige de nosotros cumplir con sus mandatos. Pero sus mandatos son siempre para nuestro bien. Los amigos que bien nos quieren, y a quienes nosotros queremos, tienen sobre nosotros una gran autoridad moral, y nos pueden mandar algo buscando nuestro bien, aunque no nos guste mucho lo que nos mandan. Pero recordemos el dicho: “Quien bien te quiere, te hará llorar”. Por eso un buen amigo no nos va a consentir que hagamos algo malo. El mejor de tus amigos verdaderos es una buena idea del amigo por excelencia: Jesús.
Los verdaderos amigos no se guardan secretos, y más bien gustan de compartir todas sus historias y sus experiencias y sentimientos más íntimos. Pues lo más íntimo de Jesús es todo lo que Él ha oído de su Padre. Jesús no solo nos revela lo que ha oído de su Padre, sino que lo comparte con nosotros, como lo reveló y compartió con sus discípulos, los cuales nos transmitieron la oración del Padre Nuestro. Cualquiera le dice “tío” al papá de su amigo, pero no cualquiera le puede decir “papá”, como nosotros con el Padre de nuestro amigo Jesús. A cada uno de nosotros nos sobran los dedos de la mano para contar a los amigos más íntimos, pero Jesús tiene millones y millones de amigos, y a todos nos quiere tratar con la misma intimidad, y aún quiere tener más.
Nuestras amistades las tenemos por una elección recíproca. Pero en el caso de Jesús es Él quien nos ha elegido a cada uno de nosotros. Pero Él no nos eligió para amarrarnos a Él, sino para enviarnos y que vayamos a dar fruto. El mejor de los frutos es conseguirle a Jesús nuevos amigos, que puedan disfrutar de su amistad.
Los seminaristas, sacerdotes, religiosas y diáconos podemos fácilmente entender nuestro llamado como una elección de nuestro amigo Jesús. Pero Jesús también elige a muchos amigos para la vida matrimonial o para la soltería consagrada permanente. Y los casados tienen en su relación con Jesús el apoyo necesario para la relación con su pareja; y en los hijos una gran tarea para revelarles al amigo Jesús. Los solteros siempre tendrán a alguien a quien servir dentro de su trabajo, o con su familia, o en la amistad o en algún apostolado.
La pandemia es una gran oportunidad para iniciar o para fortalecer la amistad con Jesús.
¡Sea alabado Jesucristo Resucitado!