A pesar de que la miel es una de las grandes riquezas de Yucatán, una de las más importantes zonas apícolas, la que se encuentra entre Kinchil y Celestún, está en proceso de destrucción.
Eso lo saben perfectamente las personas que viven del campo en las tierras y montes de esa región, pues a vista y paciencia de las autoridades que debieran garantizar el Estado de Derecho, están sufriendo dos tipos de acoso: uno para que vendan sus tierras y otro para arrebatárselas. Pero como la gente tiene un apego ancestral tanto a la tierra como a los montes, donde lleva toda su vida realizando una actividad económica, se llega incluso a los despojos, disfrazándolos con una legalidad corrupta, y otras veces se opta por las más abiertas amenazas.
Silencioso proceso
Marco Antonio Rodríguez Gutiérrez, ejidatario de Celestún, integrante del Frente Campesino en Defensa de la Tierra y la Vida de Celestún y miembro del Consejo Ciudadano por el Agua de Yucatán, explicó cómo tiene lugar este silencioso proceso de descomposición social.
Los que quieren apoderarse de estas tierras y montes hacen tratos en los pueblos con los políticos o con los comisarios ejidales que están convertidos en agentes de bienes raíces y usan su posición para convencer a los que están desarraigados de los campos y los montes, que son los más fáciles de convencer. Les dicen, por ejemplo: ya del monte no se obtiene nada, es más fácil vender. Pero claro, los que les hacen caso no se dan cuenta de que al vender la tierra, están vendiendo lo que está abajo: el agua.
Y no se dan cuenta de que después van a tener que comprar esa agua que era suya y que está en el subsuelo, o que van a tener que consumir lo que se va a contaminar, porque lo que están vendiendo es para las granjas porcícolas.
–¿Quién está comprando esas tierras y montes?
–Aquí tenemos el caso de una mega granja y sus empleados, que están vigilando la zona que compraron con movimientos viciados de origen, y quieren sacar a los que están asentados en ella desde hace muchísimos años, porque en esos montes trabajaban sus familias, desde sus bisabuelos. Esas tierras les pertenecen a los que han estado trabajando en ellas durante más de 60 años, pero mucha gente ajena a esa región situada entre Kinchil y Celestún solicitó desde Mérida a la Reforma Agraria los terrenos nacionales allá ubicados, y como todo era puro papeleo mal intencionado, se los dieron sin tomar en cuenta que desde hace muchísimos años esos terrenos ya tenían posesionarios que son familias que se dedican al campo y que, de acuerdo con la ley, no a la tergiversación de la ley, son las verdaderas propietarias.
Oficina convenciera
El caso es que una vez que se las “legalizaban”, le vendían esas tierras a la granja porcina.
–¿Desde qué dependencia legalizaban esos despojos?
–Desde la Reforma Agraria. De hecho, la Reforma Agraria es una oficina particular, convenenciera, trabaja por dinero y está al servicio del mejor postor. Si nos ponemos a ver en una investigación de dónde salió todo el consentimiento para que la granja porcina se establezca, ahí está. Y no le importa a la Reforma Agraria el campesino, no le importan las leyes, nada.
Es un intercambio de influencias, los políticos hacen un intercambio de influencias: compadrean con los inversionistas para que después les echen la mano en sus campañas electorales. Son círculos de reciprocidad desvergonzada. Los que se dedican a la política así viven, y dejan atrás a la gente que vive en el campo y la empiezan a amenazar, de que les van a echar a perder su milpa, de que les van a quemar sus abejas, así está la situación actual.
–¿A quiénes les dicen eso?
–A los que agarran en los montes. Hay más de 100 personas con sus familiares que se mueven en ese campo. Esta zona afectada por la granja porcina le afecta más al área de Kinchil. Por ejemplo, a Manuel Casanova lo están presionando mucho, lo amenazan, y a los demás compañeros les pasa lo mismo.
–¿Cómo fue que se autorizaron esas granjas en una zona tan frágil en lo ambiental?
–El personaje que autorizó esto es (Eduardo) Battlori (Sampedro), el que era de la Seduma. Con todo aquel estilo personal que tiene de manejar las cosas nos hizo creer que era alguien que defendía la tierra y la naturaleza y se dedicó a autorizar granjas desde su puesto.
–Pero él tenía un jefe, ¿no?
–Pues sí, así es.
Dos vertientes
–¿Y cuál es la relación de todo esto con Celestún?
–Yo soy ejidatario en Celestún y estoy dedicado al turismo. Son tierras bajas las tierras ejidales y más bien lo que estamos haciendo son dos cosas: por una parte, defenderlas para que no se nos metan y, por la otra, convencer a la gente para que no venda ni se sienta presionada por los comisarios. Queremos conservar la tierra para producir y tener actividades como la apicultura. También queremos sanear el agua, para que los cenotes funcionen turísticamente a favor de los ejidatarios, pues son zonas potencialmente buenas para el desarrollo social.
–¿Quién presiona a los ejidatarios de Celestún?
–Los presionan para vender por medio de la comisaria ejidal. Por eso te decía que a las personas que han ocupado por decenas de años los montes de Kinchil y Celestún las están queriendo sacar. Son dos vertientes de un mismo problema. Yo tengo relación con gente de comisarías vecinas y con gente de Kinchil, compartimos el sentido del territorio, y vemos que los están queriendo sacar de las zonas que por tradición y costumbre han ocupado. Pero son zonas de montes que tienen buena floración para las abejas, y los apicultores ya tienen más de 60 años establecidos allá. De hecho, así con esas presiones lo que están haciendo es destruir la zona apícola que hay entre Kinchil y Celestún, de donde sale como el 70%, de la miel que aquí se produce.
–¿De dónde es la gente a la que quieren sacar?
–Hay en esos montes gente de San Rafael, Maxcanú, y Chunchucmil, Coahuila, y no les están dando accesos, les cierran los pasos, los están amenazando con que ya se vayan porque es un proyecto de propiedad privada.
No hay beneficio
Muchas veces hablan de millones de inversión, en cuanto a la granja. Pero el real beneficio no se ve. Esa carretera de Kinchil a Celestún donde empieza la granja es la misma, sigue muy angosta. Y a pesar de eso meten todos los días cientos de vehículos que van a la granja. Puro camión de carga. Meten camiones para transportar al personal, para meter cerdos, para sacar cerdos, para alimento, para sus construcciones, porque no han parado de construir, tienen 3 años construyendo más activamente. Pero la carretera de Kinchil hacia la granja es la misma desde hace 60 años. Sin embargo, la gente de Celestún está peleando para que le amplíen la carretera para el turismo, pero ellos, los inversionistas de la granja, no invierten nada en la carretera.
Por eso te digo que los problemas de Kinchil y de Celestún no se pueden ver por separado, pues están vinculados. Y no sólo es la mega granja, porque tienen otras cuatro granjas menores que son de engorda y le maquilan a Kekén.
–¿Por qué pasa todo esto de los despojos de tierras?
–Porque las autoridades agrarias no involucran a los ejidatarios en proyectos que se van a establecer allá, sino que falsifican asambleas ejidales, presionan a través de los comisarios ejidales en turno, los corrompen, y a los que no están de acuerdo crean grupos en contra de ellos, como pasó en Samahil, donde no estaba de acuerdo el comisario con la venta y despojo y crearon un grupo de choque para inutilizarlo, para crear condiciones para que parezca que la gente está de acuerdo con la venta, que en realidad es un despojo.
–¿Y en Celestún, cómo van las cosas?
–Aquí yo nunca he visto que venga una comisión del gobierno relacionada con la Reforma Agraria para darnos asesoría sobre el real funcionamiento que debe tener un ejido en México. Hacen todo lo contrario, siempre vienen del lado de los compradores. Por eso la presión que hay en esta zona y en todo Yucatán es para hacerle sentir al campesino: o vendes o te presiono para que vendas, o sea, que no puedes tener tus abejas acá y también corrompen al comisario ejidal, le llegan al precio para que firme.
Año y medio sin asambleas
–Pero si son ejidatarios lo pueden denunciar en una asamblea, ¿no?
–Claro, pero precisamente por eso en el ejido de Celestún hace más de año y medio que no se tiene una asamblea oficial, porque está involucrado Kekén con negocios de ventas que se han hecho bajo la mesa.
–¿Cada cuándo debe hacerse una asamblea?
–Se debe hacer una cada 3 a 6 meses como máximo. Sin embargo, andan buscando firmas de los ejidatarios que son vulnerables y que no tienen información y hacen como que se realizó, pero no es cierto.
Desde sus bisabuelos, es histórico esto
Hay usos y costumbres que se deben de respetar. La gente que llega a hacer sus inversiones quiere prohibir todo. Por ejemplo, la cacería es algo de usos y costumbres. Es donde la gente se defiende en épocas malas y así ha sido por cientos de años. Pero ahorita con la extensión de miles de hectáreas que han acaparado, están tratando de hacer que la gente que baja de Chunchucmil, de Paraíso, de Coahuila, San Rafael, no pase, ya los están parando, ya no quieren que entren a esa zona.
Ya no les quieren dejar ni ir de cacería ni que hagan sus milpas, que porque ya es de ellos la tierra. Y han hecho papeleos ventajosos, viciados de origen. Lo peor es que están dañando el medio ambiente y contaminando el agua subterránea. En esta área estamos en la franja de cenotes, hay cientos de cenotes y cientos de ojos de agua que se echan a perder, porque se pudre el agua y se pudre todo lo que está alrededor. Si tienes que bombearle agua a algo, ya se echó a perder. Si se saliniza, si se contamina con pesticidas, si les inyectan litros de antibióticos a sus cerdos, o grandes cantidades de hormonas de crecimiento, todo eso lo pasan, lo orinan o lo defecan, y termina vertiéndose al manto freático. ¿Cuántas hormonas, cuánto clembuterol, cuántos aditivos, cuántas vitaminas se van al sistema digestivo de los cerdos y siguen su curso a las venas, a los ríos subterráneos?
Despojo y contaminación
Se trata de despojo y de contaminación, que no se termina cuando lo consume el cerdo, sino que se va al manto freático. Y aparte les están quitando el sentido del territorio a todos los habitantes que han vivido aquí durante muchísimos años.
Finalmente Marco Antonio Rodríguez Gutiérrez señala:
–Yo hago un exhorto a los ejidatarios: que no estén aceptando dinero de los grupos que están a favor de los compradores externos que atentan contra los intereses de los propios ejidatarios. Que las nuevas generaciones tengan claro lo que hay que conservar. Que no se presten a las ventas ni a los despojos de montes y tierras.
(Roberto López Méndez)