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Trayectoria del Soneto en Cuba (19)

Luis Carlos Coto Mederos

José Policarpo Valdés (Polidoro)

Nació en La Habana, Cuba, en 1807. Perteneció a una familia acomodada y vivió en el mayor aislamiento.

Escribió poemas y colaboró en publicaciones de la época.

Se cree que publicó sus primeros poemas en la revista de Domingo del Monte, La Moda. Varias poesías suyas fueron recogidas por Ignacio Herrera en su “Rimas americanas” (1833).

Falleció en el año 1858 en La Habana.

1902

Jacobo Dortis

Bañado en sangre, pálido, espirante,

su faz al cielo vuelve, y sobrehumano

valor ostenta, viendo el fin cercano

de su vida y su amor el triste amante.

Con el pecho angustiado y palpitante,

contempla el espectáculo inhumano

el digno padre de su bien que en vano

cubre de amargo llanto su semblante.

Yace en el suelo el bárbaro instrumento

que al contrastado corazón partiera,

causando al de su amada cruel tormento,

y en las fatigas de la muerte fiera

empaña con el hielo de su aliento

de Teresa la imagen hechicera.

1903

A una boca

Cuando la risa gozo encantadora

del bien querido, celestial contento

bulle en mi pecho, y en las venas siento

discurrir una llama abrasadora:

Pero más me cautiva y enamora

si con su dulce melodioso acento

deleita el corazón, y el manso viento

presta atención a la beldad cantora.

Trémulo escucho a la adorada mía...

y su boca gentil que está hechizando

amorosa fragancia al aire envía:

Mas torno a ser desventurado cuando

recuerdo su crueldad, su tiranía,

y me alejo de allí... triste y llorando.

Ramón Vélez y Herrera

Nació en La Habana, Cuba, en 1808.

Fue un escritor cubano del siglo XIX que se destacó como poeta del criollismo. Autor de comedias en verso y romances de gran colorido en que predomina el tema cubano.

Estudió en el Real Seminario de San Carlos, donde fue alumno de Luz y Caballero, Saco y Govantes, y se graduó de Bachiller en Filosofía y Leyes en 1829.

Los inicios de este escritor en las letras estuvieron dirigidos por Ignacio Valdés Machuca y Manuel González del Valle.

En 1833 publicó, con muy buena acogida, su primer libro de poemas y en 1837 y 1838 el segundo y tercer tomo de poesías, respectivamente.

1904

Despedida del campo

¡Adiós árbol feliz! Arbol frondoso,

albergue del placer y los amores,

bajo tu sombra agreste los rigores

burlé de Julio ardiente y caluroso:

Jamás del Sol el rayo luminoso

tu pompa agoste y las risueñas flores

y puedan agitados amadores

palpitar a tu abrigo delicioso:

¡Adiós, campos amados! No mi Laura,

ostentará su hermosa gallardía

de tibia luna al moribundo rayo.

Ni en su cabello retozando el aura

cubrirá de pomposa lozanía

la verde gala del pluvioso mayo.

1905

Al tiempo

Lanzando escombros a la tumba umbría

mueve el tiempo la planta triunfadora,

monumentos y alcázares devora,

y hunde en el polvo de la nada fría:

La mundana grandeza se atavía

de grana y oropel y el Sol la dora,

mas la huella del siglo vencedora

convierte en noche el resplandor del día:

¿Qué son empero a su sangrienta planta

marmóreos obeliscos, la riqueza

en los dóricos jaspes recamada?

Sobre vastos despojos se levanta,

tiende su cetro y gime la grandeza

viéndose en polvo vano transformada.

1906

A la muerte

Tremolando el pendón enrojecido

sobre escombros sangrientos levantada

ruge la muerte fiera y despiadada

en las ruinas del mundo estremecido:

Ante su torvo aspecto enfurecido

yace en la dura tierra derribada

la soberbia mansión que sustentada

en bases de oro despreció al olvido:

Revuelve osada el carro fulminante

al robusto opresor nubla la gloria

y es breve tumba su laurel triunfante.

De los vastos sepulcros centinela

hunde feroz, y borra la memoria

aún del justo que al mísero consuela.

1907

A Laura

Cuando en trémulo son la lira mía

cantó en silencio tu dureza fiera,

de la profunda pena que sintiera

el alma en su dolor se deshacía:

El volcánico amor que me embebía

tristeza sólo a mis cantares diera,

y el fresco arroyo y la gentil pradera

pulsar la oyeron, y aún la fuente fría:

Ora que el pecho en plácida esperanza

anhela ansioso tu esplendor divino

y el iris, de la próspera bonanza,

suena en la margen del undoso río

y al sollozar de mi infeliz destino

responde grata con acento pío.

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