Yucatán

En cada mendigo que observamos, cuando merodean en las calles de la blanca Mérida, encontramos el reflejo de una historia, un suceso, una tragedia; para ellos, cada día es un milagro, aunque nosotros finjamos que no existen.

Sus ojos brillantes o secos, sucios, rojos, medio cerrados, su “luz” llegan de forma sorpresiva a nuestros corazones e instintivamente nos hacen pensar en nuestros seres queridos, para quienes deseamos que nunca lleguen a vivir en las calles.

La próxima vez que veamos esos rostros abandonados pensemos en nuestro futuro.

(Fotos y textos de Víctor Gijón)