Yucatán

Trayectoria del Soneto en Cuba (33)

Luis Carlos Coto Mederos

 

Joaquín Lorenzo Luaces

Nació el 21 de julio 1826 en La Habana, Cuba.

Poeta lírico de juicios muy diversos y contrapuestos, fue a pesar de su precaria salud un incansable trabajador y propulsor de las letras. Figuró entre los cultivadores del siboneyismo y del criollismo, porque por encima de todo devino un devoto cantor de la tierra que lo vio nacer.

Junto con Fornaris dirigió la antología “Cuba poética”, colección escogida de las composiciones en verso de los poetas cubanos desde Zequeira hasta principios de la segunda mitad de siglo XIX.

Falleció el 7 de noviembre de 1867, La Habana, Cuba.

1085

Recuerdos de la infancia

Estos los campos son donde corría

hollando flores de exquisita esencia;

este monte que forma una eminencia

me vio cuando al insecto perseguía.

Este mamey sus frutos ofrecía

a mi pueril y cándida impaciencia,

y en campestre y feliz independencia

miré en sus troncos reflejarse el día.

En aquel techo de sonante guano

me inspiró Rosa mi primer cariño

medio rústico y medio cortesano...

¡Oh campos, al mirar tan verde aliño

el joven corazón me late ufano!

¡Hombre os bendice el que os amaba niño!

1086

La pesca

Corre por entre margen cenagosa

un arroyuelo sin bramar con saña:

puebla su cauce la flexible caña,

borda su orilla la fragante rosa.

Como ninguna, mi guajira hermosa,

sobre una peña que la linfa baña

contra los peces con furor se ensaña

la mano presta, la mirada ansiosa.

Salta alegre por fin y delirante

la cuerda tira con presteza suma,

saciar creyendo su traidor anhelo.

Y cuando fue a mirar el pez brillante

que se agitaba en la ruidosa espuma...

¡halló mi corazón en el anzuelo!

1087

Resignación

En vano con tus bárbaros desdenes

piensas herir mi corazón de fuego:

el frenesí con que te adoro ciego

tus iras trueca en regalados bienes.

En vano por mi amor me reconvienes

y el rostro vuelves a mi estéril ruego;

y cuando acaso a tu presencia llego

coronas, cruel, de mi rival las sienes.

Cuando Efigenia sin temor veía

el paternal cuchillo enarbolado

como un favor la muerte recibía.

Y yo, sintiendo el golpe inesperado

como viene de ti, gacela mía,

beso el puñal y espiro resignado.

1088

La concha de Venus

Dijo la antigüedad en sus ficciones

que los mortales que rindió Cupido,

en la concha de Venus, la de Gnido,

arrastraban, gimiendo, sus pasiones.

Voló Dione del cielo a las regiones

cuando su culto se entregó al olvido,

y la concha de nácar se ha perdido

partida en menudísimas porciones.

Ansiosas de agradar todas las bellas,

la buscan de la mar en las orillas,

y nada encuentra su avaricia loca.

Y ¿cómo la hallarán esas doncellas,

si una parte se ostenta en tus mejillas

y Amor formó con las demás tu boca?

1089

Tu falta

El verde mirto del amor emblema

jamás brilló sobre tu frente pura;

Cupido nunca en su febril locura

audaz rozó la virginal diadema.

Te dio, no obstante, la bondad suprema

arrobadora y pálida blancura,

melena crespa cual la noche obscura

y rojo labio que besando quema.

Turgente seno de marfil y grana,

voz que remeda en lo melifluo al canto,

pie vaporoso, recogido y breve...

Pues ¿qué te falta para ser cubana?

¿Qué te falta? ¡Ay de mí! ¡Que un amor santo

haga latir tu corazón de nieve!

1090

Adiós

¡Virgen adiós! si arrebatado un día

juzgué en tu seno reclinar la frente,

al mirar tu pupila refulgente

que el fuego del amor humedecía;

cuerdo a la voz de la conciencia fría

la flecha arranco de mi pecho ardiente,

al verte en el festín, indiferente

al mudo amor y la constancia mía.

Jamás mi lengua murmuró turbada

¡piedad de mí que delirando muero!

Mas hoy parto... Y escucha, desgraciada:

El beso grave de mi amor postrero

era digno, en tu frente avergonzada,

del casto beso de tu amor primero.