Yucatán

Ayer, como todos los martes, el aeropuerto estuvo casi desierto: en la sala de espera sólo había unas cuantas personas que llegaron con bastante anticipación para esperar el único vuelo de la mañana que partiría a la capital.

En el único restaurante que funciona había dos hombres que tomaban café, atentos a las noticias de la televisión.

Los módulos de las aerolíneas estaban libres de empleados y viajeros. Hombres que trasladan a personas de la tercera edad en silla de ruedas platicaban afuera de la terminal, lo mismo que los taxistas, por falta de demanda de sus servicios.

En la planta alta, el panorama era similar, pues los negocios están cerrados.

(Elena Gómez)