Roldán Peniche Barrera
Yucatán Insólito
Requeríamos de un diccionario completo para mencionar al lector los infinitos sobrenombres con que llamamos a los borrachos en nuestra península yucateca: beodo, chupis, mamao, eléctrico, etc. En pasadas entregas ya hemos dado a conocer muchas de ellas y es posible que hayamos incluido ésta de “chumas” o “chumao”.
No sabemos quién la inventó pero sí podemos decir que fue un yucateco o un campechano. O quizás un quintanarroense. Y también podría ser una voz de la inventiva de los chiapanecos o tabasqueños. Bueno, lo que aquí interesa es el origen de la palabreja, chistosa por cierto.
Chumas o Chumao deriva del verbo chumarse, que se usa muy acertadamente para el caso.
Veamos un ejemplo:
En la escarpa del cruzamiento de las calles 65 y 60 del justo centro histórico de nuestra ciudad suelen, como Uds. ya saben, reunirse un grupo de nuestros sabios para hacer y deshacer el mundo muy a sus anchas (El mundo es ancho y ajeno, como diría Ciro Alegría).
Una mañana observaron estos sabihondos que por la 60 venía muy contento dando brincos y cantando quién sabe qué demonio de canción el enorme Barrigas sobándose la misma.
-¡Oye! -gritó el Dr. Gorgojo:
-¡Miren que contentote viene el barrigón…!
-Seguro le pegó a la bolita -cimentó el Chucho.
-Sí -respondió el Yorch- ¡Y debe traer mucha plata!
-Unos cien pesotes -añadió el Becerro. No menos.
-¿Uds. creen? -rió D. Julio.
-¡Pos nomás vele la cara de zoquete que trae!
-Ah, ¿y eso qué? Tú la traes también y no te sacaste la bolita.
-Te digo que si no se sacó la bolita ha de haber heredado…
-¡O se robó alguna gallina de la XPil, de su gallinero!
-¡Nada, nada, señores sabios… No se robó nada!
-¿Entonces por qué tan contento?
-¡Hombre! -gritó el Gasolina. ¿Qué no se han dado cuenta cómo anda de chumao?
Lógica infantil
Recientemente tuve una de esas conversaciones con mi nieta Zarité, de las que queda un sabor agradable y duradero; resulta que estaba yo absorto viendo en YouTube cómo Australia era devorada por el fuego con las terribles consecuencias en pérdida de vidas humanas, animal y vegetal; ella, mi nieta, se acercó y me dijo: abuelito, ¿qué ves? Le empecé a narrar la terrible desgracia en Australia y el porqué es importante cuidar y preservar la naturaleza.
Mis ojos estaban ya húmedos de ver la catástrofe de magnitudes apocalípticas en cuanto a la pérdida de millones de animales devorados por el fuego, las imágenes eran realmente conmovedoras y le dije que me sentía muy triste por tanto sufrimiento y dolor; ella, con una actitud seria y llena de un optimismo me dijo; “abuelito, no te preocupes, si quedaran 100 animalitos entonces éstos se van a reproducir y a multiplicar y pronto serán otra vez millones”, ante esta lógica respuesta mi rostro comenzó a renacer y al igual que en Australia la lluvia y las lágrimas llegaron para mojar las cenizas de mi desolación… hasta pronto.
Jaime Méndez Mendoza
(Rúbrica)