Eliseo Martín Burgos
El gran orador Demóstenes era tartamudo, mucho intentó corregirlo hasta que descubrió que con una piedrita bajo la lengua lo podía vencer. Un día, un ateniense le pidió que le defendiera de alguien que lo había injuriado, pero se negó.
–¿Por qué te niegas?
–Porque no creo que hayas sido injuriado.
–¡Cómo que no! –gritó el sujeto– ¡Cómo te atreves a añadir tu negativa al dolor de la injuria!
–Ahora sí, te defenderé; pues ahora veo que me dices la verdad, al expresarte como un hombre que de veras ha sido injuriado.
Antología del Chascarrillo
Segunda Epoca