Yucatán

VALLADOLID, Yucatán, 15 de junio.- La infancia es la etapa de la vida más bonita, en este periodo no le da uno importancia a las cosas más que a los juegos y travesuras, de los que –en muchas ocasiones– ni siquiera se mide el peligro, sólo se busca la diversión; en el caso de los que ya somos mayores, nuestros juegos eran tradicionales, por ejemplo, las canicas, el trompo, el yoyo, los papagayos, la Kimbomba, entre otros.

Bellos tiempos ya idos que ahora nos causan nostalgia, las correcciones y regaños de papá y mamá, en muchas ocasiones los castigos y reprimendas que nos daban –“no tienes gastada esta semana” o “no sales a la calle dos días”–; sin embargo, pesar de ello volvíamos a portarnos mal. Muchas fueron las veces que nos fuimos “de pinta” para asistir a casa de los amigos a jugar o a bañarse en las pilas de baños que estaban de moda entonces.

No había piscinas o balnearios que hay ahora; los circos que llegaban a la ciudad, ¡qué emoción!, eran grandes diversiones, ya que en aquellos ayeres no había llegado a esta ciudad la televisión –la gente que tenía (en blanco y negro) era rica–; los pobres tenían diversiones como el circo y era una alegría asistir a ellos y ver a los payasitos, los malabaristas, los magos y demás números que traían y presentaban. Para asistir teníamos que estar pidiendo dinero a papá y mamá y convencerlos de que nos dejaran ir con los amigos, que se comprometían ante los papás con que ellos nos traerían de nueva cuenta y, en algunos casos, éramos llevados por nuestros padres. Qué tiempos aquellos, como dijera la canción, “caminos de ayer que no volverán” y los que gracias a Dios nos ha concedido llegar a esta edad, empezamos a añorar esa etapa de nuestra vida que no volverá, pero que fuimos felices algunos.

Porque muchos de los niños del ayer fueron pobres, pero también fueron felices; algunos de los niños de aquella época tenían que trabajar para ayudar a los padres en los gastos de la casa y, además, de allí tomábamos o nos daban para nuestra gastada; muchos fuimos boleros, chicleros o vendedores de chicles, venteros de dulces, de barquilleros, palomiteros, paleteros, panaderos, pepiteros y tantas ocupaciones más para ganarse unos centavos, pero aún dentro de estas necesidades se fue feliz en la niñez.

Los jóvenes de ahora, cuando ven a un adulto mayor, muchos dicen: “apúrate, viejo”, “quítate del camino, viejo”, “no sirves para nada, viejo” y tantas expresiones más de forma despectiva; lo que estos jóvenes no saben o no se dan cuenta, es que un día nos vimos como ellos y más tarde ellos se verán como nosotros si es que llegan a esta edad. Bendito Dios que nos ha permitido llegar a esta edad, ya que muchos de nuestros contemporáneos se adelantaron al viaje sin retorno.

Bien o mal, nos ha tocado vivir y se debe estar satisfecho de haber vivido, con sus altibajos, con sus problemas, pero también fuimos felices, vivimos momentos de satisfacción; con más razón los que tuvimos la dicha de ser padres y tener hijos, fue una bendición que Dios nos dieran esos tesoros, porque dejamos nuestra descendencia. Debemos agradecerlo a la vida y a Dios nuestro Señor, como dijera aquella poesía de Amado Nervo: “Vida, estamos en paz”.

(Manuel Vázquez Rivero)