En los años sesenta, setenta y ochenta, muchísimas personas acudían al Bazar de Fierros porque todo lo que no encontraban en otras partes allá lo iban a buscar, y si no había, se los hacía un tornero experto.
Ubicado en la calle 67, entre 58 y 60, en pleno Centro, este lugar que ayer cumplió 60 años ofrecía no sólo diversos artículos útiles, sino también servicios que no había en ningún otro lugar; sin embargo, de sus 50 puestos actualmente abren nada más 4, en parte porque la mayoría de sus fundadores ya no están, y en parte porque muchos de sus descendientes no siguieron los oficios de sus padres y abuelos.
El Ingeniero Vial René Flores Ayora organizó ayer la celebración del 60 aniversario, en la que siguiendo la tradición iniciada cuando vivía su padre, los asistentes disfrutaron de kibis y refrescos.
Surgió en el Eulogio Rosado
En entrevista, Flores Ayora relató:
–El antiguo bazar estaba alrededor del Parque Eulogio Rosado, allá por los años 1957 y 58. Después, el Ayuntamiento de aquel entonces dijo que había que reubicarse, y hubo varios de ellos: don Rubén Flores, don Filiberto Tun y Pacheco, que empezaron a buscar por diferentes puntos de la ciudad, pero cerca del Centro, para hacer la reubicación.
Fue así como dieron con este terreno, marcado con el número 492, que después se dividió y quedó también con el número 492-A, y entonces se construyeron 25 locales por cada lado, 50 en total, con un comedor y los dos baños, para mujeres y hombres. Para estos locales se hizo una mutualista de los fierreros, y allí cada semana pagaban el abono de su mensualidad que en aquel entonces era de 21 pesos. Mi papá compró dos locales, el 11 y el 12, pero le hizo creer a mi mamá que nada más había comprado uno, y luego le confesó la verdad.
Tornero e inventor
Como por la utilidad de sus servicios era un bazar muy visitado, con estos dos locales mi padre, don Rubén Flores, nos dio a todos sus hijos una profesión y también una enseñanza, porque todos veníamos, unos a diario y otros los sábados, para aprender un poco del oficio de papá, que era tornero y fue el inventor de las máquinas de pelar naranjas.
Pero no solamente por eso venía la gente, sino porque aquí podía conseguir desde un tornillo milimétrico hasta una gran veleta de las que vendía Carlos Rejón. Buscaban también los servicios del “Popular Bolita”, que era el que componía bicicletas y estufas Coleman. Aquí el primer puesto se llamaba el “Ciclismo Yucateco” y su dueño fue Jaime Rico, que fue una leyenda en ese deporte y puso aquí su venta de bicicletas y su refaccionaria.
Hasta leyendas del box
También aquí se reparaban las famosas bombas Goult y las bombas sinfín (en mi casa todavía hay una), y así como había ferreterías hubo también personas que fueron leyendas del boxeo y que trabajaron aquí: entre ellas están el famoso “Chato” Castillo, el “Chamaco” Cetina, el “Gallego” López.
Y lo que pasó fue entonces que los hijos crecimos, nos fuimos, no nos dedicamos al oficio que tenían nuestros padres, pero todavía algunos conservan el local.
–René, si este lugar ha sido tan importante en la historia de Mérida y se encuentra en el Centro, ¿por qué el piso y las banquetas están en tan mal estado, por qué está tan abandonado?
–Eso que dices es una buena observación, este lugar es un hito en el Centro de la ciudad de Mérida, por eso no se debe de perder, es importante rescatarlo, lo que se puede hacer entre el Ayuntamiento, el Gobierno del Estado y los propios dueños, es que sumen esfuerzos para poder revivir este Bazar de Fierros que es un ícono en la historia de la ferretería, de los chatarreros, de los fierreros, como se le conoce.
Mira, cuando se inauguró, el 19 de junio de 1960, se publicó este anuncio en los diarios de aquella época, que decía: “A la sociedad yucateca: Nos es grato participarles que desde mañana les proporcionaremos amplio servicio y surtido de los mejores materiales de fierro”. En aquello época eran 37 fundadores del Bazar de Fierros.
Por cierto, antes, una peculiaridad del Bazar de Fierros era que la gente tenía que entrar. Y ahora desafortunadamente los locatarios de la entrada abrieron en sus frentes y se perdió el sentido que tenía el Bazar de Fierros.
Cuatro funcionan
–¿De quién son los 4 locales que todavía funcionan?
–Uno es de Nico Solís, que se dedica a la ferretería; otro de José Manzur, que se dedica a componer aluminio y a hacer básculas y cubos. Se encuentra igual la hojalatería de Camilo, que lo conocemos como Camilito; está también el famoso Bolita, que es uno de los antiguos, y también está allá Rubio, que es también un tornero antiguo. Y últimamente está Carlos Pacheco, a quien de cariño le llamamos “El Huach”. El se acercó al bazar y poco a poco fue juntando su dinero y logró comprar ese puesto de Pacheco, que es uno de los antiguos. Entonces son sólo 4 puestos que están funcionando de los 50 que eran antiguamente.
–¿Por qué muchos no siguieron el oficio de sus padres?
–Yo creo que muchos dueños de puestos, pues les dieron esa herencia a sus hijos y por eso prácticamente sus hijos no siguieron el oficio. Aunque todos aprendimos algo de lo que hacían nuestros padres, porque veníamos los sábados, veníamos tres días a la semana o toda la semana completa, para aprender el oficio. Por ejemplo, mi papá que era constructor de la máquina de pelar naranjas, pues a cada uno de nosotros que éramos cinco, nos enseñó a hacer algo. Es el legado que dejó mi papá: que para hacer una máquina de pelar naranjas nos juntáramos los 5 como una familia. Cada uno sabía hacer una parte, pero para hacer una máquina completa, se necesitaba que todos los hermanos viniéramos a trabajar en conjunto.
Mi papá hacía los resortes en su torno marca Logan y los puyones, que es donde se afianza la naranja. Y era una máquina hecha en forma artesanal, pero desafortunadamente ya no se fabrican.
Historia de un torno
en pequeño
–¿Cómo es que tu papá inventó esa máquina?
–En la Segunda Guerra Mundial mi papá se fue a Nebraska, Estados Unidos, donde se fabricaba armamento para la guerra. Estuvo también en Hawai y Nevada, y después de uno o dos años se regresa porque dejó al amor de su vida: Ofelia Ayora, que es mi mamá, y ya se casan.
Mi papá nos contaba que una vez mi abuelita estaba pelando naranja con un cuchillo y se rebana el dedo. Entonces empieza a idear un artefacto que pueda pelar las naranjas sin que uno se corte. Ya había máquinas alemanas, inglesas, beliceñas, que pelaban naranjas, pero que en aquel entonces pesaban 20 ó 25 kilos, porque eran de engranes. Lo que hizo mi papá entonces fue una simplificación. Haz de cuenta que estamos viendo un tornito en pequeño, porque es exactamente lo que hace un torno: desbasta, para darle la forma y dimensión a las piezas. Y aquí este pequeño tornito lo que hace es desbastar la cáscara de la naranja, y dejarla como una serpentina, que antiguamente se secaba y servía para encender el carbón.
Al principio las máquinas que ustedes van a ver (en esta parte René nos muestra la máquina que llevó), no tenían el Castillo de Chichén Itzá. Después ya se le puso, además del nombre de mi papá, el Castillo. Y cada vez que venía un turista, le decía: En esta máquina se ve el equinoccio del 23 de marzo.
Todos ríen.
–René: ¿decías que algunos locales están convertidos en bodegas?
–Sí. Lo que pasa es que los hijos de los dueños están rentando los locales para tener una entrada de dinero. Hay venta de comida, de fruta y otros son bodegas, pero como te digo: hay cuatro que subsisten: está Bolita, está Camilo de hojalatería, está un tornero que se apellida Rubio, está Pacheco, que está con “El Huach”, le llamamos así de cariño, y hace como 4 meses que falleció don Beto, que tenía la zapatería que estaba en el primer puesto. Mi papá también ya falleció hace 2 años. La mayoría de los fundadores ya fallecieron, pero ahora queremos hacer sinergia para hacer revivir este Bazar de Fierros.
–Tenían su gremio, ¿no?
–Sí, el Gremio de los Baratilleros, Sección Ferreteros, que tenían su Gremio de los Fierreros, que se celebraba en agosto. Y cada uno de los puestos hacía algo. En el de mi padre, mi mamá hacía kibis y los repartíamos a los amigos y los clientes. Cuando se inauguró este Bazar era gobernador Luis Torres Mesías.
Auge
–¿Qué giros había en ese tiempo?
–De refacciones, en torno y electricidad, había de bicicletas, había de veletas; acuérdate que en 1960 era el auge de las veletas y aquí podías conseguir hasta una veleta completa con Carlos Rejón, que era uno de los pioneros. Después llegó a estar Carlos Pacheco, que era de la tornería, estaba igual Felipe Tun, uno de los fundadores, y él hacía duplicados de llaves.
Tornería a gran escala
También estaban los Fordonis, que hacían tornería a gran escala. Hacían piezas de las desfibradoras de henequén. Entonces prácticamente toda la gente de la industria de los sesenta y setenta venía aquí al Bazar de Fierros para poder conseguir sus piezas de medio uso, o nuevas, o si no se les fabricaban por los torneros expertos que había aquí.
(Roberto López Méndez)