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La iglesia es casa de Nuestra Señora del Buen Viaje

Construida en el siglo XVII, la Ermita de Santa Isabel fue conocida como Nuestra Señora del Buen Viaje, porque daba sus bendiciones a los que partían por el Camino Real a Campeche y a los fallecidos que eran llevados al panteón.

El padre rector, Alberto José Avila Cervera, quien cumplió ayer 31 años de su ordenación sacerdotal, comentó:–Mucha gente no lo sabe, pero en el altar de esta iglesia no está Santa Isabel, sino Nuestra Señora del Buen Viaje. La pusieron acá para que bendijera los viajes de las diligencias que iban y venían.–¿Qué imagen es, padre?–Es la Inmaculada Concepción.–¿Cómo es este rumbo de La Ermita?–Por la gracia de Dios es un rumbo tranquilo y pacífico, de mucha gente grande, pero los sábados y domingos vienen los hijos y los nietos a ver a los abuelitos, y se vuelve muy concurrido. La mayoría de la gente es muy cristiana y muy católica.–¿Algo más que quiera comentar?–Pues nada más agradecer al POR ESTO! sus artículos y reportajes sobre la Iglesia Católica y darle gracias a Dios por este ministerio que me ha dado y por haberme librado de la enfermedad que tuve. Hoy cumplo también un año de mi primera eucaristía después de estar enfermo. Agradecemos a doña Ligia Valencia Gamboa, secretaria de la iglesia de La Ermita de Santa Isabel, por la información histórica proporcionada de este templo.

Había charcos, turixes, luciérnagas y sapos

Doña Emma Rosa Romero Avila vive a espaldas de La Ermita desde hace 66 años. De su infancia recuerda:–Este adoquín no había, era pura tierra. Llovía y la calle se encharcaba y había puro lodo y en la noche los sapos cantaban clap, clap, clap, y nosotras como chiquitas salíamos a bogar agua, con nuestros chilibes a matar turixes, en las noches poníamos nuestros pomos para llenarlos de luciérnagas porque prendían su luz y se apagaban. Eran miles las que habían: mariposas, turixes, ahora mariposas ves una que otra, pero los turixes y las mariposas ya no se ven. Aquí había todo eso porque ese parque que tenemos ahora no estaba así. Era un xtocoy, era un monte donde se metían hasta los ratas. Los muchachos, cuando robaban bicicletas, allí las metían y las desarmaban y sacaban las partes para vender. Cuando íbamos al parque mi mamá nos decía: Si dan las 6 y no vienen, allá va a salir el cura sin cabeza. Con eso nos asustaba porque decían que allí salía, de ese xtocoy solar de la iglesia. A veces, cuando llegábamos a visitar a mi abuelita por parte de mi papá, que se llamaba Aída Soberanis, le decíamos chichí. Y nos contestaba: Chichí tienen los pavos, yo soy su abuelita. Mi abuelita Piedad, por parte de mi mamá, era de Kanasín y vivía aquí a dos casas al lado en una casa de paja. Ella no se molestaba porque le dijéramos chichí. Allí crecimos y después mi mamá se casó y se fueron a vivir frente a la Cruz Roja y allí nacimos nosotros, los tres hermanos. Luego a mi mamá mi abuelita le dio un terreno aquí y mi abuelita Aída le dio tres centenarios y con ese dinero construyeron cuatro cuartos aquí. Yo todavía no estaba. Cuando era chica recuerdo que el agua era de pozo y la jalábamos en el terreno de mi abuelito.–¿Qué edad tenía cuando llegó el agua entubada?–Ya estábamos grandes, como 12 ó 13 años.

Don Ucho, creador del panucho

–¿Qué más recuerda?–Que aquí en esta iglesia a todos los que morían, antes de ser llevados al cementerio, los llevaban para que les den los santos óleos y su misa. Y era la salida para irse a Campeche. Enfrente de la iglesia vivía un señor que vendía comida y se llamaba don Ucho. Y dicen que una vez unos que iban a viajar fueron a preguntarle si tenía algo de comer y les dijo que no, pero que les iba a preparar algo. Entonces tomó unas tortillas y les puso frijol, huevo sancochado encima, y tomate, y fue cuando se inventó el famoso panucho de Yucatán.–¿Cuántas vecinas de familias antiguas quedan?–Pues todas las de la edad de mi mamá ya murieron, nada más quedamos sus hijas e hijos. Nosotras vinimos niñas. Yo tengo 71 años, somos entre 10 y 12 familias de vecinos antiguos. Otras se casaron y se fueron a vivir a otro lado. Doña Emma también comenta con nostalgia.–Antes, hace como 10 años, cada viernes daban serenata. Pero dejaron de darlas y así se han pasado los años. Luego hace como 6 u 8 meses venían los del Ayuntamiento y daban una hora de música. Tardaban más en poner sus bocinas que en llevárselas. Aquí llegaba la Bici-Ruta igual los domingos, de 7 de la mañana a la una. Ahorita, por lo de la pandemia, lo suspendieron.–¿Y cómo es la vida aquí?–La vida es muy tranquila. Nosotros salimos 10, 11, 12, vamos a San Sebastián a cenar. Allá hay puestos de comida. Hace 25 años había pleitos de muchachos, de la banda de La Ermita contra la banda de San Sebastián, se agarraban a pedradas y con palos, pero ahora es todo muy tranquilo.

Por Roberto López Méndez

Fotos: Cuauhtémoc Moreno

 

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