Doña Desideria Tun Chab y su esposo Epifanio Canul Kuk son los más ancianitos de la comisaría de Texán Cámara, en Mérida, con 94 y 93 años de edad, respectivamente, y con el amor que los ha caracterizado durante más de 60 años de matrimonio, afirman seguir enamorados al tiempo que cuentan su historia de cómo se conocieron y los 12 años que le tomó conquistar a este varón a la que ahora es su amada.
Esta mamita habla poco español y su eterno enamorado ha perdido prácticamente el sentido del oído, por lo que la nieta de este ejemplar matrimonio, More Argelia Rodríguez, tradujo lo que sus abuelitos expresaban.
“Yo tenía 14 años cuando me casé en mi pueblo allá por Umán, pero cuatro años después mi esposo se murió, le gustaba tomar mucho y sólo tuvimos un hijo, yo tuve que venir a trabajar acá a Texán, una señora me decía que viniera a ayudarle a lavar, a moler para hacer tortillas”, dijo la viejecita.
“Mi abuelo tenía tres hermanos, pero su mamá por la pobreza en la que vivían los regaló con sus tíos y a él le tocó con un señor que era muy malo, golpeaba a su esposa y a mi abuelito lo trataba muy mal y hasta un ojo perdió por los maltratos, entonces al venir mi abuela a trabajar acá lo conoció”, dijo More Argelia.
Al preguntarle cómo la conquistó don Epifanio, dijo: "Una señora que era suegra de Epifanio los presentó. Me preguntó que si yo me quería casar con Epifanio porque él también se había quedado solo cuando su esposa dio a luz, las dos murieron, la mamá y el bebé, él me dijo te quieres juntar conmigo, y yo le contesté que no”, y suelta la risa.
Tuvieron que pasar más de diez años para que finalmente la insistencia de don Epifanio surtiera efecto y doña Desideria diera su brazo a torcer, revela.
Hombre bueno
“Aunque no vivían juntos, pero mi abuelo impulsó a mi papá, el único hijo de mi abuelita, para que fuera un hombre de bien, agrega doña More.
Pero de pronto Desideria confiesa que lo que la convenció fue que Epifanio le ofreció estabilidad una vez que estuvieran juntos, y se casaron en la iglesia en Texán Cámara, el pueblo estuvo de fiesta.
“Eso fue lo que me gustó que me dijera, que me daría estabilidad, me gustaba también que bailábamos jarana” y ambos mueven sus manitas en señal de que aún se acuerdan de aquellos tiempos.
Pero don Epifanio sólo se quedaba viendo y trataba de escuchar, de interpretar lo que el reportero platicaba hasta que su nieta More nos tradujo para preguntarle cómo era su vida, si iba a los bailes a tomar.
“Yo no tomaba y cuando lo quería hacer, que me quería salir con mis amigos a tomar cerveza, me regañaba”, dice este adulto mayor.
“Yo sí lo regañaba, no me gustaba que tomara”, suelta la carcajada doña Desideria, “me ayudaba a barrer, pero me gustaba porque bailaba jarana”, refiere.
Ahora este matrimonio ejemplo de vida es atendido por sus nietos More Argelia Rodríguez, su mamá María Aída Sulub y sus hermanos Luis y Victoria, debido a que el hijo de doña Desideria no se puede mover por una discapacidad que presenta.
Por José Luis Díaz Pérez