Una de las actividades alternas para contrarrestar la prohibición y la falta de pesca ribereña es el urdido de tarrayas de diferentes tamaños y precios.
Los únicos que están comprando estas tarrayas, debido a que no se puede pescar en los muelles, ante las restricciones sanitarias de la pandemia COVID-19, son las personas que se dedican a la crianza de tilapias o de mojarras, para cambiar de un estanque a otro.
Esto fue declarado por el veterano pescador Carlos Armando Azueta Peraza, de 74 años, que en ese momento estaba terminando una tarraya que tenía a la venta en su predio de la calle 35 por 74, centro.
Dijo que si una tarraya no abre en el momento de tirarla al agua, no sirve, por eso la checa antes, en la calle, a la vista para ver si abre o si existe algún fallo, se arregla al momento antes de la entrega.
El precio que estoy dando ahora es económico, porque el material esta próximo a subir, me acuerdo todavía cuando el carrete de nylon costaba pocos pesos, ahora el mismo, de la misma cantidad, está en un precio de 120 pesos.
Azueta Peraza tiene problemas auditivos, para que escuche hay que gritarle cerca del oído, explicó que esto fue debido a un botellazo que recibió en la cabeza, en un pleito, durante una serenata.
El precio de las tarrayas oscilan entre 1,200, 1,500, hasta más de 2000 pesos, esto es según el diámetro y solamente en plomos gastó cerca de 500 pesos, para que pese y se hunda, además del tiempo que toma hacerla.
Como se dijo las tarrayas grandes son las preferidas para capturar sardinas, pero ahora que está prohibida la pesca en los muelles, ya no se vende.
En su caso, durante esta pandemia se han acercado dueños de criaderos que piden en su mayoría las de menor diámetro para capturar las especies, pasarlas a otro estanque para lavarlos y regresarlas al estanque original, recalcó que quienes menos compran tarrayas son los pescadores.
Por Alfredo Canto May