Originaria del municipio de Akil, la señora Cándida Carrillo, a sus 75 años, para ganarse la vida se ve obligada a desvelarse, recorrer 80 kilómetros desde su pueblo, atender su puesto ambulante en el mercado de Umán y dormir en la calle hasta que pasa el camión a las 4:30 de la tarde.
Doña Cándida todos los días se despierta a las 3:00 de la mañana sale de su casa a las 3:30 para tomar el camión de las 4:00 para viajar al municipio de Umán donde desde hace 30 años atiende un puesto ambulante de frutas y verduras de temporada.
Con un improvisado puesto ambulante armado con guacales de madrera, la mujer quién tuvo 12 hijos, seis varones y seis mujeres, dice que empezó a vender desde que la abandonó su esposo para irse con otra señora, pero en lugar de sentir tristeza, fue lo que le dio ánimos y se acostumbró a salir adelante por sí misma.
Desde entonces llega todos los días a la calle 21ª entre las calles 18 y 20, cerca del mercado de municipal de Umán donde ya la conoce tiene su clientela, sin embargo desde que empezó la pandemia sanitaria sus ventas han bajado mucho y a veces sólo gana para pagar su camión.
Doña Cándida dice que “chan vende bolsitas de a 10 pesos” de pitahaya, mandarinas y aguacate local, ayer miércoles sólo logro ganar 350 pesos, porque dice que la gente tiene miedo de salir: antes de la pandemia ganaba entre 500 y 600 pesos diarios, porque ya tiene muchos años de que la conocen en Umán.
Comentó que es poco lo que vende, pero está conforme con su vida: “para qué quiere uno lujo si no lo va llevar, hay muchos pobres que no tienen que comer, nosotros aunque somos ancianos estamos trabajando, tengo 75 años y 12 hijos, ya me estoy cansando pero vivo sola y tengo que trabajar para que salga para mi comida”.
Dice que cuando llega a su pueblo sus hijos la ayudan y le regalan para que coma, pero no le gusta porque “si te invitan tus hijos a comer pero tus nueras se molestan, qué vas hacer, hay que trabajar aunque sea un poco y ya me acostumbre así”.
Actualmente uno de sus hijos de 50 años, se fue a vivir con ella, dice se quedó ciego por tomar en la hacienda alcohol adulterado durante la pandemia, “ahora puro llorar hace y me da mucha pena verlo así, está triste su vida, porque sufre mucho pero no es mi culpa”, indicó doña Cándida.
“Esta enfermedad ha sido muy difícil porque vendo poco y lloro amargamente porque me duele mucho ver así a mi hijo, quisiera que Dios lo ayude y le devuelva la vista”, señaló la mujer que no pudo contener las lágrimas mientras platicaba.
Cuando termina su venta a las 12 del día, doña Cándida se va a esperar su camión para Akil, se va sentar frente a la iglesia de San Francisco de Asís, pero con la pandemia sanitaria ahora hay menos rutas para su pueblo tiene que esperar hasta las 4:30 de la tarde, por eso a veces le gana el sueño y se queda dormida.
La mujer, quien sólo tiene el apellido porque es hija natural, dice que a pesar de haber tenido una vida muy difícil, porque cuando uno tiene fe en Dios recibe muchas pruebas en su destino, señaló que “yo soy como el soldado que está firme en su camino”.
“Yo me cuido y le pido a Dios que me ayude, porque él es el doctor de nosotros, hay doctores que te dicen mañana te mueres, pero si Dios no lo permite, no te vas, por eso hay que dar gracias desde que amanece”, comentó.
Por Alejandro Moreno Peña