La primera Misa por la Patria, oficiada hoy en la Catedral de Mérida por el Arzobispo Gustavo Rodríguez Vega después de seis meses de cierre de las iglesias a causa de la pandemia, contó con escasa pero devota asistencia que guardó su sana y prudente distancia, no se saludó para darse la paz y recibió la comunión en la mano.
En la Catedral de Mérida caben dos mil personas entre sentadas y paradas, pero para cumplir con los protocolos de las autoridades de salud y de la Conferencia Episcopal Mexicana, se dispusieron lugares nada más para alrededor de 600 feligreses, lo que equivale al 30 por ciento de su capacidad.
Hasta adelante, se sentaron las autoridades estatales y municipales, que fueron saludadas al inicio de la misa, en la que el Arzobispo recordó el pasaje bíblico donde Jesús le dice a una mujer: "No llores" y explicó que es un mandato consolar a los que han perdido a un familiar por la pandemia del COVID-19.
Mencionó también que el COVID-19 no ha sido un castigo de Dios, pero sí es la oportunidad para volver a Dios y es la oportunidad para reconsiderar la necesidad de volver a ver al mundo como la casa común que tenemos todos que cuidar.
Asimismo manifestó que México necesita gente que viva para servir, para servir a los demás, no solo a su familia, sino a cualquier persona.
Por Roberto López Méndez