Yucatán

A sus 66 años, abuelita de Chicán recorre 3 kilómetros al día para recolectar leña

Valentina Collí recorre 3 kilómetros al día para internarse en el monte y recolectar leña, un trabajo común para las mujeres que habitan en la comisaría de Chicán.
Fotos: Enrique Osorno

Cada día camina tres kilómetros, se adentra en el monte y pasa unas tres horas cortando leña para tener con qué prender fuego. Así es la vida de Valentina Collí Collí, quien, sin embargo, señala después de una dura jornada que no está tan cansada, que si acaso le duelen un poco los pies por la caminata.

En Chicán, comisaría de Tixméhuac, salir a “leñar” es lo común para muchas mujeres, a las que se les ve cargando gruesos fardos de madera sobre la espalda, atados con una soga que además se coloca alrededor de la cabeza.

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Esta leña es preciosa ya que sirven para hacer fuego porque ahí en el poblado sólo unos cuantos tienen acceso al gas butano. Doña Valentina señala que ellas lo hacen, porque los hombres hacen otras labores, como ir a la milpa.

Dice que, a sus todavía 66 años, porque en octubre cumple 67, después de una larga jornada no se cansa mucho “sólo los pies me duelen de caminar un poco”.

“¿Y la espalda, por cargar la leña, el brazo de usar el machete, no es cansado?”, se le preguntó.

“¡Nada! Sólo los pies un poco, de la caminata porque son como tres kilómetros y hay que dar dos vueltas, pero prendo con la leña el fuego, caliento un poco de agua y me doy un baño con agua tibia buena y ya con eso”, expuso.

Doña Valentina va a “leñar” con su nuera, Leidi Guadalupe Cocom Ucán, y explica que cada semana, día tras días repiten el ritual de ir a cortar la leña.

“Lo hacemos el lunes, miércoles, jueves y viernes y el sábado domingo y lunes se descansa, porque nos sirve para cocinar, para tortear (hacer tortillas), para calentar agua y para todo, porque no tememos gas”, expuso.

Además, siempre hay que tener un buen tanto de leña guardada en el patio de la casa, porque hay veces que la lluvia complica y no se puede salir.

“Acá tenemos como para tres semanas si no pudiéramos salir. Lo tapamos con un nylon para que no se moje”, dijo Valentina.

Esta mujer dice que no recuerda cuando fue la primera vez que salió a cortar leña, era muy pequeña. Hoy es algo que se hace, sin más, como parte de la vida.

“Gracias a Dios ya me acostumbré a ir caminando, sólo tres días descanso y volvemos. Sólo las mujeres vamos porque mi hijo trabaja y hay otros que se van a la milpa o a hacer otro trabajo. Siempre lo hemos hecho, es nuestro trabajo, estamos acostumbradas a salir a “leñar”. Hay unos pocos que tienen gas acá, pero nosotros no”, mencionó.

Ya en el monte, dijo, cualquier madera da igual, pero “los que salen buenos son los gorditos porque no se apaga pronto el fuego y los que están flacos rápido se van”.

“Ahora caminamos y también a veces tenemos que caminar más porque hay donde hay milpa y no podemos pasar con la madera que traemos en la espalda, porque se atora en el maíz que está sembrado, y nos vamos por otro lado”, dijo.

Valentina ríe. Es una mujer alegre. Dice que a su edad ya no carga demasiado.

“Yo que ya tengo un poco de edad ya no cargo mucho”, dijo.

Con machete en mano dijo que llega al monte y los árboles que están altitos se les empieza a cortar, hasta que ya tiene un buen tanto caídos y luego los trocea para hacer el primer viaje. Luego se apura a ir por el resto porque ya le ha pasado que cuando regresa por la segunda carga otra persona ya se robó la leña que ella había cortado.

Por David Rico