La primera línea de defensa ante el COVID-19 han sido los enfermeros y los médicos de diferentes instituciones de salud.
En el sector privado destaca el Centro Médico Pensiones, que se convirtió en una alternativa ante la saturación de los espacios públicos.
No obstante, el temor a la enfermedad fue uno de los retos a superar, tanto de la gente como de los propios empleados del sector salud.
Así lo indicaron los enfermeros especialistas Gabriela Canché y Jorge Maas, de la Sociedad Médica García Ginerés, ubicada en la calle 7 número 215-A, entre 32 y 34 de dicha colonia.
“Sí, había cierto miedo al tratar a las personas, pero después de un mes con muchos pacientes te adaptas”, declaró Gabriela, supervisora del turno nocturno.
“Te enfocabas en el tratamiento, en hacer bien tu trabajo y así se fue dando esa adaptación”, comentó la enfermera con 13 años de experiencia en el Centro Médico.
Por su parte, Jorge Maas Uc apenas lleva ocho meses ahí y tenía sus reservas de aceptar la oferta laboral, por lo mismo: el temor a contagiarse.
“Es que soy cardiópata, entonces no sabía qué tanto me podía afectar (el virus) con esa comorbilidad”, indicó el enfermero.
Al final su vocación pudo más y su fortaleza también, pues contrajo el COVID-19 en el ejercicio de sus funciones, pero no tuvo ninguna secuela pese a su enfermedad del corazón y continúa laborando al 100 por ciento.
Otra situación con la que se tuvo que lidiar fue la reacción negativa de la gente. “Me tocó sufrir ese rechazo en el transporte público y hubo momentos que ni te daban parada por lo mismo”, recordó Gabriela.
“La gente en su ignorancia se descargaba contra ti. Te decían que traías el virus”.
“Al menos un par de veces tuve que cancelar mi guardia porque no pude llegar al no encontrar transporte y mucha gente dejó de venir al Centro cuando supo que ahí estaba internada una yucateca que regresó de Canadá infectada”.
Protección y protocolos
Lo que al principio era cansado y ahora lo ven con normalidad es el traje especial que deben portar al ingresar a la habitación de COVID, así como el protocolo para ponérselo y cambiarse.
El conjunto lo conforman el “chemise” (bata médica desechable), un overol, guantes, botas, mascarillas con filtros especiales y caretas.
El portarlo durante seis horas es desgastante. “Los primeros días terminé lastimado del rostro y de la nariz por la mascarilla”, comentó Maas, “usarlo por tanto tiempo y con el calor era terrible”, recordó Canché.
Ambos son originarios de otros municipios. Gabriela es de Ticul y Jorge, de Hunucmá.
Para ellos la distancia no fue obstáculo para su dedicación y profesionalismo.
En el caso de Gaby, ella aprovecha la casa que la Sociedad Médica García Ginerés les habilitó a los enfermeros, para que descansaran cuando tuvieran varios turnos seguidos.
Jorge aclaró que no se ha visto en la necesidad de quedarse en la estancia, aunque le ha tocado trabajar 16 horas seguidas.
Y a la par de toda esa carga laboral de cuidados, tratamiento y seguimiento continuo, tuvieron que capacitarse paulatinamente.
“Son gajes del oficio”, señaló Canché, quien a estas alturas está preparada para lo que pudiera venir en 2022 con la cepa Ómicron.
Por lo pronto, está disfrutando de jornadas “tranquilas” por la baja afluencia de pacientes, pero sin bajar la guardia.
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JG