Ubicada en el predio 559-A de la calle 50 entre la 73 y 73ª, del barrio de San Cristóbal, la funeraria Garrido celebró el 116 aniversario de su fundación el pasado 5 de febrero. La empresa que fuera fundada por Domingo Garrido Zozaya y su esposa Carmen García Sabido, hoy está a cargo de su nieta Elena Margarita Garrido Mangual de Yamá.
En entrevista que concedió al periódico POR ESTO!, Doña Lenny, como es ampliamente conocida en las dependencias relacionadas con los servicios funerarios (Registro Civil, Centro de Salud, Panteones, Clínicas Públicas y Privadas), recordó que su abuelo fue empleado de Reynaldo Díaz, dedicado a los servicios de velaciones, quien por su edad avanzada se la vendió en febrero de 1905.
Fue en 1920 cuando su abuelo decide construir el actual edificio en lo que antes era una casa de paja con amplio terreno y desde entonces le puso el nombre de Funeraria Garrido, que en un principio utilizaba una carroza de madera tirada por caballos. Años más tarde, adquirió un camión de madera, con motor que era arrancado con una manivela; con el paso de los años aumentó a dos, hasta poco después de 1950, con ataúdes de color negro, que su papá forraba y que encargaba a un carpintero.
Estas unidades fueron sustituidas con autos más modernos conforme iban cambiando hasta lograr casi ocho vehículos, entre ellos un Gran Marquis que funcionó hasta 1999, un Plymouth, un Voyager, entre otros. En ese tiempo sólo eran tres las funerarias que funcionaban en Mérida, las otras eran Pérez Rodríguez de Héctor Pérez, que se convirtió en Poveda después de asociarse con Guido Espadas, ambos ubicados en la calle 65 entre 62 y 64.
Al fallecer su abuelo, su esposa se hace cargo de la funeraria, pero administrada por su papá Miguel Domingo Garrido García, casado con María Judith Mengual Sarmiento, quien entregaba el dinero a su abuela; a quién, por cierto, cuando le pedía dinero para comprar madera, le respondía que no tenía. Sin embargo, al día siguiente regresaba y le preguntaba cuánto necesitas para comprar la madera y al recibir la respuesta, sacaba el dinero de su bolsa y le entregaba la cantidad que solicitaba, hasta que, cansado su papá, le pidió que le vendiera la funeraria por la cual pago 30 mil pesos, que en ese tiempo era considerado una millonada.
Indicó que en 1970 se hizo cargo de la funeraria y en el año 2000 obtuvo la propiedad de la misma, la cual espera seguir administrando “hasta que Dios se lo permita”, junto con su esposo José Amado Yamá Cel.
Rememoró que directivos del Centro Cultural ProHispen le entregaron el año pasado el galardón del programa “Reconocimiento a empresas que tienen más de 100 años” y que pertenecen a los descendientes del fundador”.
La placa conmemorativa fue entregada por Fernando Ponce Díaz, miembro del Patronato ProHispen, quien destacó el esfuerzo y la dedicación que conlleva mantener una empresa familiar que ha brindado servicio a la comunidad yucateca por tantas generaciones.
Inmobiliario
La propietaria de la funeraria explicó que todavía utiliza el mismo inmobiliario tallado en madera al que recientemente le mandó a quitar la pintura gris para recobrar su color original; a esto se suman floreros, atriles, entre otros elementos.
Dijo que por su edad y por cuestiones de salud, decidió no realizar sepelios de personas fallecidas a causa del COVID-19 y si hay alguna característica de la compañía es por el servicio que ofrece, inclusive hasta con facilidades de pagos a las personas que en el momento no cuentan con la cantidad suficiente, tanto que hay algunas que jamás terminaron de cubrir su compromiso. Sin embargo, agradece la preferencia de tantas familias que por generaciones utilizan los servicios de la funeraria.
SY