Yucatán

Parteras, más de 40 años ayudando a dar vida en Yucatán

Una familia de parteras de la comisaría de Chumbec, municipio de Sudzal, preservan la tradición de esta práctica milenaria
Asegura que sus abuelas le transmitieron el conocimiento de su oficio, por eso cuando se capacitó con la Secretaría de Salud, muchas cosas ya las conocía / Víctor Guijón

Una familia de parteras de la comisaría de Chumbec, municipio de Sudzal, preservan la tradición de esta práctica milenaria, dando acompañamiento a las mujeres embarazadas desde la gestación hasta el nacimiento. Con 41 años de experiencia, doña Rafaela Can Aké, de 67 años y su nieta Cinthia Canché Parra, de 31, señalan la importancia de mantener estos conocimientos con los que hasta el día de hoy han logrado ayudar a dar vida.

“¿Qué va a recibir ese bebé primero?, será amor que está brotando en ese corazón de la mujer de donde está saliendo, entonces cuando el bebé se pegue de pecho a pecho, esa mamá está transmitiendo amor al bebé, es lo que nosotras estamos aconsejando a las mujeres, eso lo mejor, por eso los bebés nacen tranquilos, cuando empiezan a crecer no gritan ni lloran”, explicó Rafaela.

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Señaló que el año pasado recibieron un gran número de solicitudes para atención de partos en casa, debido a la situación sanitaria del COVID-19.

“Por la pandemia tuvimos mucho trabajo, porque no querían ir al hospital y por eso buscaron a una partera; recibimos como 20 bebés el año pasado y este año ya llevamos tres; al año recibíamos entre 4 y 6 bebés”, indicó. 

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Asegura que sus abuelas le transmitieron en sueños, el conocimiento de la partera, por eso cuando se capacitó con la Secretaría de Salud, muchas cosas ya las conocía, porque aprendió de sus familiares, incluso recordó que terminó el curso anticipadamente, porque ya tenía todos los conocimientos.

Refirió que gracias a la motivación de su esposo decidió capacitarse como partera en la Secretaría de Salud, aunque no hablaba español, no sabía leer ni escribir, porque nunca fue a la escuela, fue él quien le ayudó a estudiar, le enseñó a leer y a escribir. Cuando tomó el curso, ella ya tenía cuatro hijos, su marido, don Julio, la apoyó siempre, la motivó, la amó. 

“En la Secretaría de Salud no nos enseñaron a sobar, así como el cuidado del embarazo de alto y bajo riesgo, la sobada yo lo aprendí en el sueño, cuando llegué a la mitad del curso, se me acordó y dije ¡Dios, yo ya hice todo esto, todo esto ya lo sé!”, sentenció.

Mencionó que, hasta hace 5 meses, su esposo y ella, trabajaron juntos la partería por más de 40 años, pero fue hasta el final de su carrera cuando se le reconoció como partero, ya que él nunca quiso ser protagonista; se le quebró la voz a doña Rafita, al recordar a su fallecido compañero.

“Con el apoyo de mi esposo aprendí muchas cosas, me decía, “por tu trabajo tienes que aprender a hablar español, porque vas a tratar con personas que hablan español y no te van a entender”, entonces él leía todo lo que yo traía, lo estudiaba primero y luego me lo pasaba, para que aprenda, prendíamos una vela en la banqueta y con esa luz, así aprendí”, recalcó. 

Cinthia, su nieta, es sobadora desde hace once años, pero fue hace cinco, cuando tuvo una mala experiencia de parto, que decidió convertirse en partera, como las mujeres de su familia, aunque esta labor, no es de tiempo completo, tienen que buscar alternativas para generar dinero, por ello trabajan la medicina tradicional con hierbas locales, hacen cápsulas, tinturas para atender enfermedades como la diabetes, presión alta, las piedras en los riñones, cólicos menstruales, etc.; lamentablemente eso tampoco es suficiente, por lo que bordan, tejen y venden comida para apoyarse económicamente.

Esta labor incluye el monitoreo de las mujeres, la atención del parto, el acompañamiento, el cierre de caderas, el baño posparto y masaje para acomodar los órganos, porque muchas veces sin estas atenciones, a los 50 años de edad, hay quienes pierden la capacidad de contener la orina, solo con reírse. Por todo el servicio ellas cobran en promedio unos cuatro mil pesos a las mujeres de comunidades, 10 mil si se desplazan a municipios, y16 mil pesos para atender en Mérida.

En la actualidad hay mujeres que por la mala fama de los servicios públicos optan por buscar alternativas para el nacimiento de sus bebés, y le apuestan al “parto humanizado”, así lo confirmó la pareja conformada por Alicia León y Ángel Pino, quienes decidieron que su hija Marina viniera al mundo con la ayuda de la partera “Rafita”, en aras de beneficiar el contacto directo entre la madre y la bebé, así como de permitir los tiempos correctos para la absorción de los nutrientes por parte de la recién nacida, que incluyen el consumo de la propia placenta para una mejor recuperación.

Después de informarse, ver videos, documentales, y recibir varias recomendaciones de la partera Rafita, decidieron que la bebé nacería en casa, pero se enfrentaron a un problema, su ginecóloga, quien no veía con buenos ojos esa decisión, por lo cual decidieron cambiar de especialista, quien se puso a disposición de ellos para atender a la mamá en caso de alguna emergencia, incluso instruyó al papá para atender a su esposa, en caso de que se requiriera.

“No hay esa calidez humana por parte de los hospitales, apúrate porque ya viene otra, era algo que no nos cuadraba mucho, entonces esmeraos a ver alternativas, que el bebé nazca a su tiempo, que no la estén apresurando, el hecho de que pueda estar con mi pareja, estar en tu casa, tienes todo lo que vayas a necesitar, estás más cómoda, en tu cama, hamaca, no te limitas a un espacio ni a una posición como se da en un hospital”, refirió la mamá primeriza.

Reconocieron que fue la mejor decisión que pudieron tomar, incluso aseguró la señora Alicia que no tomó ningún medicamento para el dolor, lo cual le permitió tener un trabajo de parto rápido, y entendió que es necesario sentir esa molestia para poder pujar, ya que, de lo contrario con la anestesia, no se logra sentir el dolor que ayuda a que el producto salga, lo cual genera complicaciones que pueden afectar al neonato.

Para las parteras, la alimentación es fundamental durante el embarazo y mientras se amamanta para evitar transmitirle al bebé solo nutrientes para que no tenga cólicos o ardor al orinar.

“La comida siempre tiene que ser caldo de pollo con verduras, atole de masa, ahorita cuando terminan de parir -doña Rafita puedo tomar un poco de coca- pues que lo tomen, pero en aquel entonces era atole, se muele el nixtamal, se prepara calientito, con tu taza de caldo de pollo de patio, por eso mis hijos nunca se enfermaron cuando eran bebés, tampoco tuvieron vacunas, porque la alimentación era natural, no que ahora el pollo es de granja y todo eso tiene hormonas”, señaló Rafaela.   

Desde hace unos 10 años, “Rafita” sugiere a sus pacientes consumir la placenta, “ayuda a la producción de leche, a que se contraiga el útero, así como a eliminar los residuos. Se puede tomar en licuado, se prepara en cápsulas, se deshidrata la placenta o en las bandejas para cubos de hielos se les coloca la porción diaria que deberán consumir durante un mes”, explicó.

Al respecto, la señora Alicia reconoció que estaba temerosa por tomar la placenta, pero que al ingerirla en un licuado no hubo sabor a hierro, fue un licuado de frutos rojos con plátano y solo porque sabía que estaba en el licuado, de lo contrario no lo hubiera notado, refirió.

Anteriormente se tenía la costumbre de enterrar la placenta al sembrar un árbol, comentaron las parteras “hacían una ceremonia, se la entregábamos, compraban un arbolito y la enterraban, pero cuando vino el estudio de que la placenta es buena para recuperar células madre, hay quienes deciden tomarla”.

Ellas utilizan la placenta para elaborar shampoo, jabón, cápsulas, crema para ayudar a la regeneración del cuerpo de las mujeres que acaban de dar a luz, pero lo más importante es que respetan a cada persona no las obligan a tomarla ni a sembrarla, “con lo que ellas se sientan cómodas”, explicó Cinthia.

Incluso señalaron que mujeres extranjeras están muy interesadas no solo en aprender estas técnicas, sino en dar a luz con el apoyo de una partera, particularmente provenientes de Estados Unidos, Francia y Alemania.

Como parteras están muy agradecidas con las facilidades e insumos que les brindan las instituciones gubernamentales, como la Secretaría de Salud, la Beneficencia Pública de Yucatán, así como a la ONG Alianza Pediátrica Global, porque gracias a ellos se capacitan cada dos meses, aunque en ocasiones para las parteras es complicado trasladarse a Mérida por la falta de recursos, ya que no tienen un sueldo fijo.

SY