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Yucatán

Buscan evitar despojo de tierras por el 'monstruo' inmobiliario de Mérida

Los pobladores de Chablekal demandan a ejidatarios ante el Tribunal Agrario, para evitar perder identidad comunitaria y evitar que la comisaría sea “comida” por Mérida
Martín Zetina

Un hecho inusual está sucediendo en la comisaría de Chablekal, al norte de la ciudad, ya que la “Unión de Pobladores” demandó al ejido para que se respete un pedazo de tierra de 286 hectáreas y así, se preserve el derecho de que la comunidad sea reconocida como indígena, incluyendo sus usos y costumbres.

Alberto Velázquez, integrantes del “Colectivo Indignación”, mencionó que el caso de Chablekal es “único” en el sentido de que son los propios pobladores quienes demandaron a los ejidatarios, es decir, hijos y nietos están en contra de sus padres y abuelos para que no vendan montes cercanos al municipio de Misnebalam y así detener al “monstruo” inmobiliario en el norte de la capital yucateca.

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“Es único porque normalmente son los propios ejidatarios quienes luchan contra el despojo de tierras y en la mayoría de los casos no suelen recuperar sus tierras. Sin embargo, sí han logrado que se les pague más”, comentó el entrevistado vía telefónica, quien además agregó que la lucha de la “Unión de Pobladores” también tiene como objetivo el conservar el terreno como “área verde”.

José Anastasio Euán Romero, integrante de la “Unión de Pobladores”, explicó que la agrupación se creó para defender las pocas tierras que le queda a la comisaría de Chablekal porque, “el ejido ha estado vendiendo y enajenando montes”. Desde el 2014 demandaron a los ejidatarios porque ni siquiera se les reconoce como avecindados, lo que los deja fuera del derecho de tenencia de la tierra.

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Agregó que un año después de interponer la demanda, el Tribunal Unitario Agrario (TUA) emitió una suspensión para que el ejido respete por lo menos la superficie de tierra que la “Unión de Pobladores” había tomado como posesión, montes cercanos a Misnebalam, ya que son colindantes con la exhacienda del mismo nombre que está camino al municipio de Progreso.

Además de que los ejidatarios debían respetar las 286 hectáreas señaladas. Es decir, que el ejido tampoco puede vender ni enajenar la tierra hasta que haya una sentencia del TUA.

Al año de que se concedió la suspensión, el entonces comisario Pedro Santana Trujeque, entregó de manera fraudulenta 120 hectáreas del área que le pertenece a la Unión a Carlos Abraham Maffud. Tras la salida de Santana Trujeque, Euán Romero mencionó que entró otro comisario ejidal llamado Manuel Abán y, aunque en un principio entabló un diálogo con los pobladores y el TUA para que se evitara la venta de las tierras, el líder ejidal omitió las peticiones de los denunciantes e indicó que tenía un proyecto de Misnebalam.

“Quería desmontar 20 hectáreas con maquinaria pesada porque tenía un proyecto de calabazas gigantes y nosotros dijimos que eso era imposible debido a la suspensión, además de que el desmonte es algo que rechazamos porque consideramos que las 286 hectáreas deben ser conservadas como un pulmón verde”, mencionó el entrevistado.

Señaló que el lugar tiene mucha flora y fauna endémica, ya que además de poseer registros de especies como venados y pavos de monte, también detectaron plantas medicinales, de las cuales tienen un análisis que elaboraron con la Universidad de Chapingo, quien contiene un censo de más de 50 arbustos y plantas medicinales, así como árboles maderables. Alberto Velázquez agregó que, de las cuatro mil 500 hectáreas que había en el ejido de Chablekal, hoy quedan menos de mil hectáreas, motivo por el cual la “Unión de Pobladores” está pidiendo que al menos las 286 hectáreas de las que tomaron posesión no sean vendidas, ya que eso propiciará que la comisaría sea “comida” por Mérida en futuros años.

“Si las ventas de montes siguen, esta comisaría tendrá el destino que otras demarcaciones”, alerta.

“Sucederá que el pueblo se quedará sin tierra y pasará exactamente igual que con Dzityá, Santa Gertrudis Copó, Xcumpich, entre otros, que se quedaron sin superficies y están dentro de la ciudad”, mencionó el miembro del Colectivo Indignación.

Indicó que en el pasado se vivió una situación similar en la capital yucateca, como fue el caso de las ahora colonias y fraccionamientos de Chenkú, Chuburná e Itzminá. “Lo vemos con Caucel donde el margen entre el pueblo y Mérida ya casi no existe, aunque aún (una parte) sigue siendo reconocido como pueblo, sin embargo, está en peligro de perder su autonomía y su forma de vivir”, expuso.

Explicó que los problemas ejidales suelen manifestarse cuando los empresarios les dicen a los ejidatarios que es mejor que vendan las tierras que no trabajan, lo que deriva en malas prácticas. Hay casos donde los terratenientes no saben que las superficies han sido vendidas en complicidad entre el comisario ejidal, empresarios e instancias agrarias.

“Les comentan que ha habido un apoyo, les piden que firmen hojas en blanco y a esas firmas les anexan actas de asamblea que nunca se celebraron donde expresan que las tierras se vendieron en equis cantidad”, comentó Alberto Velázquez como ejemplo, situación que pasó tanto en Chablekal y en Caucel cuando comenzó el acelerado crecimiento urbano.

Agregó que la periferia de la capital yucateca está siendo utilizada para el constante crecimiento desarrollo inmobiliario. Aunque suela pensarse que las tierras son empleadas para la construcción de zonas residenciales o fraccionamientos, realmente lo que más se erige en estos terrenos son hoteles, restaurantes, plazas comerciales, así como edificios para oficinas administrativas.

Sobre el futuro de las 286 hectáreas, José Anastasio Eúan Romero reveló que, aunque el comisario ejidal les comentó que ganó esas 120 hectáreas, “debemos recordar que en esos montes hay una suspensión del Tribunal Unitario Agrario y no ha ganado nada. Además de que somos pobladores que tenemos la posesión y lo seguiremos defendiendo de las ventas”.

SY

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