Yucatán

Matrimonio de Sinanché apuesta a la crianza de abejas nativas maya

Uno de cada 10 apicultores de Sinanché se dedican a la crianza de meliponas, por lo que lamentan que no existan apoyos para la preservación de la abeja maya
Las abejas sin aguijón almacenan su miel en pequeños cantaritos que forman ellas mismas con la cera / Isaí Dzul

Desde hace 10 años, el matrimonio constituido por Fedra Loría y Álvaro Moo de Sinanché, comenzó a apostarle a la meliponicultura, que consiste en la crianza de abejas meliponas, también conocidas como abejas sin aguijón (Xunan Kab, Cooleb Cab o Jobom Cab), que son un legado de la cultura maya.

Debido a la falta de información sobre el tipo de crianza del insecto, no habían encontrado cómo desarrollarlas y aumentar sus pequeñas colmenas como lo han hecho los últimos tres años, en los que se han encargado de hacer divisiones para aumentarlas y en un lapso de tiempo obtener miel en grandes cantidades. El hecho de que se trataba de abejas endémicas, fue uno de los principales motivos que tuvieron para tratar de rescatarlas e informar a los pobladores del municipio y del Estado sobre ellas y la miel que producen, que es más apreciada por sus propiedades curativas.

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Álvaro asegura que con el paso de los años, éstos insectos se fueron olvidando y se sustituyeron por la crianza de abejas europeas, africanas e italianas por la gran cantidad de miel que suelen producir en un año en comparación con las nativas mayas, cuya producción es poca, pero de las más caras y aportan mayor beneficio a la salud del ser humano. “Las otras abejas han ayudado bastante en el sector económico de Yucatán, lo han colocado como el primer Estado del país con mayor exportación, sin embargo, la melipona es de nuestra cultura y tenemos que rescatarla porque está en peligro de extinción. Es muy raro que alguien las tenga y las esté trabajando”, subrayó.

Fedra comentó que estas abejas se producen en jobones (troncos de los árboles), pero actualmente se están tratando de utilizar pequeñas cajas que sean similares a su entorno natural para no alterar su desarrollo y producción y mantenerlas más seguras con respecto a los cambios climatológicos que están sucediendo actualmente a nivel mundial, a la contaminación, el uso de los plaguicidas y pesticidas que han sido los principales causas que afectan alimentación y debilitan su entorno, ocasionando su extinción.

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Debido al pequeño radio de acción de estos animales, no es común que se alejen de sus colmenas, se mantienen cercanas a donde hay floraciones de árboles nativos de la Península, como el catzin, tahonal, dzidzilché, dzalam y chaká, los cuales generan que sea especial su polinización y su producción de miel. “Estas abejitas al ser nativas son muy selectivas al pecoreo de las floraciones en comparación con las apis melliferas, que abarcan más y dan distintos tipos de miel de todas las floraciones que encuentran. Las meliponas son tan pequeñas e inofensivas que trabajarlas es una actividad artesanal”, expresó la apicultora.

Dijo que a diferencia de las abejas europeas, que se reproducen en las ceras y vuelven a llenar de miel el mismo lugar después de ser extraída, las abejas sin aguijón desbaratan sus panales y hacen otros. Almacenan su miel en pequeños cantaritos que forman ellas mismas con la cera y al extraerlo se necesita hacerlo con una jeringa. La miel de estos insectos es reconocida por tener muchas propiedades curativas para el humano, en comparación con las apis, ya que ayudan a combatir las cataratas en los ojos, la carnosidad, la conjuntivitis y ayuda a cicatrizar la piel. “Muchas de las personas que me han comprado esta miel me comentan que las han ayudado a curar sus enfermedades de forma natural, y se han salvado de operaciones en los ojos”, agregó.

Dependiendo de las condiciones climatológicas que se presentan en la región, la producción de las meliponas generalmente se realiza en marzo y abril. En ocasiones se produce en noviembre y diciembre, todo depende de la floración y las lluvias, debido a que, si abunda el agua, el polen se lava y se pierde, al igual que el clima frío que seca las floraciones, como ha estado ocurriendo en esta época.

Por su parte, Moo comentó que como productor tiene que decidir si extrae la miel en las dos temporadas o utiliza una y en la segunda aumenta su producción de miel o aumenta el número de abejas para fomentar nuevas colmenas para incrementar el meliponario. Explicó que en temporada de seca en la región escasea la floración, por lo que ellos optan por alimentar a las meliponas con miel de apis para que puedan resistir el tiempo de debilitamiento del pólen.

Al ser una producción nueva, hasta el momento los productores dijeron que no han cosechado más que ocho litros, porque le han apostado más en aumentar los animales para después extraer la miel y ser beneficiados después del arduo trabajo en el que han ido invirtiendo todo este tiempo. “No podemos sacarle toda la miel a ellas, tenemos seleccionadas las colmenas madres, que son a las que le sacamos divisiones y cuando se logre la división, en su próximo periodo son las que nos darán producción de miel”, aseveró.

Fedra afirma que sus conocidos, quienes llevan más tiempo en la meliponicultura, les han dicho que cuando hay buena floración y un clima favorable todo el año, cada colmena puede llegar a producir hasta ocho litros de miel. “En nuestro caso, que es menos, podría salir hasta lo máximo un litro por colmena, pero no todas están listas para producir, son muy contadas. Lo que buscamos es crecer para producir”, expresó.

Debido a la actividad henequenera que surgió hace más de 50 años en la parte Norte de la Península de Yucatán, muchos de los montes de los municipios fueron deforestados y trajeron como consecuencia la escasez de plantas maderables, que eran el pilar de la alimentación de las abejas. Con el tiempo, pobladores de esas comunidades dijeron que trataron de reforestar varios terrenos para ayudar a la producción de miel, pero la sobrepoblación fue otro factor que intervino. “La falta de árboles en esta parte del Estado es una limitante para ejercer la apicultura y la meliponicultura. En contraste, la región Sur es donde hay más abundancia de árboles, floración y oportunidades de ejercer este trabajo en comparación con nosotros”, aseguró.

El productor apícola explicó que al ser una miel bastante escasa y difícil de conseguir, el litro se comercializa en mil 500 a 2 mil pesos; comparado con el precio de la miel de abeja apis, que suele caer constantemente su valor en el mercado. La miel de melipona se mantiene estable, ya que no hay abundantes productores de ella.

El matrimonio comentó que gracias a las experiencias que sus conocidos les han compartido para realizar esta crianza, han incrementado en los últimos tres años de cinco a 30 cajitas, y con lo poco que han logrado extraer de miel, han creado diferentes productos naturales para su propio consumo como jabón, cremas y shampoo.

En el Estado, los productores comentaron que existe mucha desinformación en cuanto a la producción y cultivo de estas especies endémicas de la región y que el Gobierno no les brinda el mismo interés que a la abeja europea.

Fedra y Álvaro lamentaron que no existen apoyos que impulsen la preservación de la abeja nativa maya. “Cuando una persona va a solicitar apoyo para abejas meliponas nos dicen que no hay, no existe y no está contemplado, en comparación con las europeas e italianas, que no son de nuestro Estado ni nuestra cultura. Pero también insisten en que se van extinguiendo los meliponarios y urge recuperarlos para preservarlas porque existen 35 tipos de meliponas”, afirmó.

Con la experiencia adquirida Loría y Moo han comenzado a dar pláticas referentes a estos insectos, para que más personas se vayan enterando sobre esta labor que está a punto de desaparecer en el Estado y que comiencen a llevar esta producción en sus patios, ya que no dañan a las personas debido que no poseen aguijones.

En Sinanché, hasta el momento, uno de cada 10 apicultores se dedica o tiene por lo menos una caja de meliponas en sus apiarios. Los meliponicultores exhortan al Gobierno Estatal a comenzar a impulsar y apostarle a este tipo de abejas y, sobre todo, a rescatarlas para que no se pierdan y que más generaciones se sumen a esta producción que puede ser también una de las más fuertes en la región, como lo es la miel de apis mellifera.

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CC