Mérida crece y se redefine, dinámicas nuevas surgen y otras van pereciendo. Esta breve línea introductoria sirve de preámbulo para establecer la necesidad de crear, adaptar y reformar los reglamentos y bandos de policía de la ciudad con el objetivo, precisamente, de responder a esas nuevas dinámicas que aparecen en una ciudad en expansión.
Esos cambios deben ir acompañados de una estricta observancia y aplicación de la ley y aquí hago una precisión: sólo mediante la eficiente y eficaz aplicación de la norma positiva se establece el Estado de Derecho es decir, la ley se respeta cuando se hace cumplir y se ejecutan las sanciones que determina. Esa es la diferencia entre las sociedades consideradas como “avanzadas” y las que no.
Los factores culturales contribuyen en mayor o menor medida, pero no son la base del éxito en cuanto al respeto de la norma que desemboca en una sana y armónica convivencia. Eso explica por qué un ciudadano de un país denominado de primer mundo puede violar las normas en un país subdesarrollado, donde su aplicación es mucho más relajada que en su país de origen.
Y es aquí donde inicia el meollo de este artículo. El día de ayer, poco después de las siete y media de la mañana, presencié el fiero ataque de un perro callejero a una mujer que sacó a pasear a sus dos canes, sobre la avenida Paseo de Montejo. El ataque se suscitó justo en la acera de la casa Peón de Regil, sobre dicha avenida y la calle 35.
La joven pidió auxilio a las personas cercanas. Fue necesaria la intervención de cuatro personas para sujetar a la bestia que, para ese momento, ya tenía entre sus fauces la yugular de una de las dos mascotas que acompañaban a la mujer.
El lamentable incidente terminó con un perro gravemente herido y en estado inconsciente, una ciudadana sumamente asustada y un perro callejero suelto que continuará siendo una amenaza inminente en esa zona.
No cuento con fotos del incidente, puesto que acostumbro dejar el celular en casa cuando salgo a caminar por las mañanas, además que me hubiese sido imposible hacerlo y, al mismo tiempo, intervenir en lo que fue una situación riesgosa para todos los involucrados.
Dos motopatrullas de la Secretaría de Seguridad Pública del gobierno del estado, se acercaron al sitio de los hechos; a ambos les comunicamos lo sucedido. Compartieron que están impedidos de ejercer violencia alguna en contra de un animal de la calle, salvedad que se encuentre en peligro la vida o la integridad física de una persona.
Para el caso, veo innecesario reprochar el actuar de los agentes si este fue apegado a Derecho, sin embargo, habría que analizar el numeral del reglamento o bando que les impide hacerlo, sobre todo cuando se trata de un animal que, de forma evidente, es agresivo y representa un peligro inminente para los transeúntes y vecinos que circulan en el lugar.
Al sujetar al canino me percaté que estaba limpio, su fuerza no era común en un perro en situación de calle, y su ataque no pareció improvisado, denotaba cálculo derivado de un entrenamiento. No sólo fue necesario controlarlo entre cuatro personas, sino que mientras lográbamos inmovilizarlo el perro se resistía lo suficiente como para liberarse.
Todo esto me llevó a pensar que este animal se encuentra alimentado y cuidado por alguien que toma la irresponsable decisión de soltarlo para que luego vuelva a su hogar.
Por desgracia esta práctica con los animales domésticos es común, pero es altamente irresponsable, al igual que lo es alimentar a animales callejeros cuya proliferación impacta en problemas de salud pública, tales como difusión de la rabia y otras enfermedades, además de causar daños a otras especies endémicas o comportarse de manera agresiva hacia las personas, como en este caso.
No es un asunto menor, aplicar sanciones a quienes tienen malas prácticas al alimentar animales que no terminan por adoptar y, por lo tanto, no se hacen responsables de sus actos, y que pueden volverse causa de los problemas ya mencionados. Urge su atención por parte del Ayuntamiento de Mérida y del gobierno estatal.
Cabe decir que, desde hace varios meses, diversas jaurías de caninos transitan por las vías de la zona de la Plancha y las calles que conectan la calle 50 con el Paseo de Montejo y, hasta el momento, no ha habido la menor acción por parte de la perrera municipal o autoridad del sector salud alguna. ¿Será necesario que se repitan sucesos como el de hoy para que las autoridades apliquen la ley con el rigor que se requiere?