Totalmente agotados por el largo camino, los guerreros y Chuin decidieron regresar al pueblo. El cacique caminaba abatido y triste cuando de pronto escuchó algunas voces, como un dulce murmullo. Se dirigió al lugar de donde provenían esos ruidos y lo que vio casi lo mata de tristeza e ira, pues en los brazos de Coyoltótotl estaba Adonei.
La ira se apoderó de Chuin, sacó de su ropa un filoso puñal de obsidiana y lo clavó en el corazón del guerrero tenochca. Acto seguido, arrancó los maléficos ojos que habían seducido a la mujer. Adonei había observado todo sin reaccionar; cuando vio muerto al guerrero despertó como de un largo sueño y en un segundo de desesperación corrió hacia la cascada y se arrojó al despeñadero. La predicción se había cumplido. Entre los hechiceros hay un fruto llamado cuauhxtl cuyas semillas son conocidas como “ojo de venado”, supuestamente sirven para ahuyentar a los malos deseos y el mal de ojo. Este fruto se encuentra en un árbol de las regiones donde habitó Chuin. Hoy en día, los moradores de aquel pueblo cuentan que después de la muerte de su mujer, Chuin sepultó los ojos de su rival en un extraño árbol que ahora da frutos en forma de ojos misteriosos color miel.
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CA