Hablar de la exhaustiva y apasionante mirada crítica de México y del mundo desde la lucidez de la escritura, la investigación y el amor por la historia, así como la libertad de expresión sobre lo erótico, la desnudez, también de los sueños y los reflejos del ser de tierra propia o como migrante, es sin duda hablar de Margo Glantz, escritora, ensayista, crítica literaria y académica mexicana, que charló en exclusiva para POR ESTO!
Al finalizar la última de tres jornadas del encuentro Mérida en la Literatura y otras Artes, la maestra Margo Glantz se sienta en una banquita de piedra, ubicada en una de las esquinas del patio central de la Universidad Autónoma de Yucatán, que albergó el evento y ahí de nuevo la palabra sale de su voz cuando el reportero le recuerda que en el encuentro literario se habló mucho del atrevimiento en general, una cualidad que la describe perfectamente por su obra, que rompió y rompe aún hoy paradigmas.
“Yo nunca me di cuenta de que hablar del cuerpo y del erotismo fuera un atrevimiento y no creo que lo fuera, aunque sí, en esos años no era bien visto, pero lo hice porque pensé que era lo que podía hacer, y era lo único que quería escribir y al principio era difícil que lo aceptaran, pero poco a poco fue totalmente aceptado”, reflexiona y habla de los años que debieron pasar para que, además, sucediera todo lo contrario.
Sorpresa
Y hace un breve silencio, sonríe y dice sorprendida: “Antes no se aceptaba lo que escribía y hoy de repente ya me hacen homenajes”.
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Entonces surge la pregunta: ¿Le gusta que le hagan homenajes?
Y la respuesta de nueva cuenta es tan magnífica como lo es Margo Glantz: “Me gusta y no me gusta, es una sensación ambivalente, porque es un reconocimiento a una trayectoria, lo cual me parece importante, pero a veces es un poco excesivo y me siento incómoda”, señala.
Y es ineludible entonces hablar del 11 de noviembre próximo, cuando recibirá un reconocimiento magno, es inevitable felicitarla y cuestionarle si le incomoda recibir el premio Carlos Fuentes, y no puede evitar volver a sonreír, y ahora mira fijamente y confiesa que es un orgullo, un abrazo que debiera entregar ella a Fuentes.
“Lo recibiré justo el 11 de noviembre, que es el cumpleaños de Carlos, y creo que a lo mejor yo debería darle un premio a Carlos Fuentes; yo Margo Glantz a Carlos Fuentes, pero es póstumo”, afirma la escritora con la paz elemental de su genio.
En la capital yucateca también hay sangre que ebulle desde el filamento de su eterna fijación con la migración, muy recurrente en su obra; su padre y su madre son de Ucrania y emigraron en los años 20, y aunque ella nació en México, viajar siempre es parte de la voz escrita y vívida, y así sucedió con Alina, su hija, quien llegó hace varios años a Mérida y aquí es donde nacieron sus dos nietos, y entonces para ella Mérida es parte de casa.
“Sí, mi hija vivió mucho tiempo aquí y mis dos nietos mayores nacieron aquí, entonces imposible no amar a Mérida, aquí vi nacer a mis nietos, ellos son yucatecos y además el mayor vive aquí; formo parte de Mérida por familia y porque además me gusta mucho la ciudad”.
“Trabajé mucho cuando estuve en Francia a Stephens y a varios famosos franceses, porque hice una tesis sobre los viajeros franceses en México, y los extranjeros en México; el primer libro que publiqué fue precisamente sobre viajeros y están todos ellos y muchos extranjeros más que visitaron Mérida, Uxmal, Chichén Itzá y muchos lugares”, relata.
Ficticia paridad
Entonces la charla se vuelve a dirigir al atrevimiento, a la clara audacia de la voz de la escritora, una voz que está firmada y tatuada en su obra, y que actualmente sigue siendo disruptiva y frontal en una sociedad que sigue pretendiendo que da permiso para hablar a ellas, a las mujeres, que además en el encuentro “Mérida en la Literatura y otras artes” fue la voz más expresada.
“Yo pienso que hoy las mujeres están adquiriendo el lugar que les correspondía y que cada vez que hay la posibilidad de que ocupen ese lugar hay una gran violencia en contra de ellas; lo vemos constantemente y hay una paridad supuesta, que realmente es ficticia”.
Y sobre la paridad también su obra hace a veces reclamos a la realidad de las cosas y al cómo debe entenderse, y Glantz es muy firme en su expresión al respecto: “No creo excesivamente en la paridad por la paridad, creo que las mujeres deben ser igualmente como los hombres, por su calidad, su inteligencia y lo que aportan; como lo dije en mi intervención en este encuentro; hay que ir en contra de la genitalización de la escritura, porque se genitaliza y se biologiza a la escritura femenina y con eso se le considera en un lugar aparte, entonces ya no es literatura, sino literatura femenina, con lo cual nos cercena otra vez de la literatura”, afirma.
El erotismo
Pero con Glantz no es igual, por eso es irruptiva, le señala el reportero “usted no genitaliza y nos muestra que el erotismo no es necesariamente lo genital y lo escribe con esa lucidez”.
Y la maestra aclara: “Obviamente el erotismo tiene que ver con lo genital, pero generalmente los grandes escritores del siglo XX como Henry Miller o Lawrence o Joyce o el Marqués de Sade fueron criticados, y en el caso de ese último fue procesado, y en el colmo, dos siglos después, un editor francés fue procesado por atreverse a publicar al Marqués de Sade”, y hoy hay muchos filósofos y escritores que defienden a Sade, pero que una mujer escriba sobre ese tipo de temas era aún más osado y creo que en ese sentido sí entré en eso junto con otras mujeres que lo habían hecho”, afirma convencida.
El tiempo se termina, porque Margo Glantz debe viajar en breve a la Ciudad de México, pero es inevitable cuestionarla sobre lo que cualquiera desea que la respuesta sea afirmativa: ¿quiere Margo Glantz seguir siendo osada, continuar escribiendo, nos deleitará aún con más de su voz?
“Sigo escribiendo, pero no he podido escribir lo que quería finalizar de escribir y estoy ya muy vieja -dice sonriendo-, pero mientras sea lúcida lo seguiré haciendo, pero vamos a ver”, dice y vuelve a sonreír.
Maestra, le dice el reportero, usted sabe que hablar de literatura, crítica literaria y osadía nos remite inevitablemente a su nombre, porque para muchos su nombre es sinónimo de entender muchas cosas que nunca entendimos hasta leerla a usted.
Entonces la mirada de Margo Glantz se ilumina, agradece y afirma que es estimulante que así la veamos y sintamos, porque “realmente es un elogio muy sincero y me conmueve”, para hacer un silencio breve y comentar que para hablar de Mérida ella no diría “Mérida la blanca, ni Mérida cerca de Uxmal, ni lugares comunes, sino que me gusta mucho la gente, el clima no tanto, pero me gusta su aire y la sensación de libertad de esta Mérida”, y se ríe abierta y francamente cuando vuelve a su amor por viajar y afirma: “Me gusta ir a Uxmal, viajar a ese lugar maravilloso que está cerca de Mérida y que es Mérida, y si estoy viva –vuelve a reír- volveré todo el tiempo porque también es parte de mi casa”.
Y entonces mira al reportero, le da la mano y sonríe, calla mientras se pone de pie y se encamina la gran maestra, la lúcida escritora viajera, atrevida, audaz, que ilumina con su voz cada vez que escribe, y Mérida lo sabe y la espera siempre, para decir: bienvenida, Margo Glantz.
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CC