Científicos y ambientalistas alertaron una vez más sobre los “tres jinetes del apocalipsis” en la Península de Yucatán, que están acabando con la gran reserva de agua: la descontrolada inmigración, la producción de cerdos de empresas como Kekén y el uso de agroquímicos tóxicos sobre todo de comunidades menonitas.
El arqueólogo y espeleobuzo Sergio Grosjean Abimerhi dijo que las autoridades se han dedicado a promover Mérida como la mejor ciudad del mundo para vivir y esto ha generado una oleada de personas, sin embargo, ni siquiera preparan el terreno para aguantar la migración: las plantas potabilizadoras de agua son las mismas de hace 50 años, solo la cloran.
La ingeniera ambiental Yameli Aguilar Duarte, miembro del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, aseguró que en los lugares donde hay granjas porcícolas, como Santa María Chi, ni siquiera puede usarse el agua para regar cultivos porque apesta a cerdo; lo mismo en Kinchil y Chapab, por mencionar algunos puntos altamente contaminados.
Por su parte, Flor Arcega Cabrera, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aseguró que el 60 por ciento de los cuerpos hídricos cercanos a las zonas de actividades de los menonitas muestran signos de contaminación por compuestos químicos agrícolas.
Según Sergio Grosjean: “Las autoridades se dedican a promover a la ciudad como la mejor del planeta y, por ende, todos quieres venir a vivir aquí y eso genera que, entre más personas, mayor contaminación”, advirtió. A pesar de este crecimiento, no se invierte en mejoras en pro de la sanidad, por ejemplo, las plantas de tratamiento de agua potable son las mismas desde hace 50 años, que solo cloran agua, pero están contaminadas con metales pesados.
“El sistema es solo para clorar no hay uno que elimine todos los metales pesados u otros tipos de metales que afecten a la salud”, dijo.
Señaló que “el crecimiento contamina”, y que “en Mérida los alcaldes han vendido la idea que no se puede hacer un sistema de drenaje, pero es posible, sobre todo, en los nuevos fraccionamientos, pero el Ayuntamiento hace caso omiso de eso”.
El crecimiento significa más casas, restaurantes y hoteles, que abonan el problema, por lo que al no haber un sistema de drenaje se hacen sumideros y todo va directamente al manto freático, al igual que detergentes, jabones, aceites y desechos.
Recordó que, tiempo atrás, realizó un estudio en 60 cenotes para verificar la calidad de agua con un laboratorio certificado y el 83 por ciento salieron con contaminación. “Se sabe que las granjas porcícolas contaminan, pero no solo son estos, el ser humano contamina en sus casas al tener un sumidero y multiplicado por millones de casas es peor porque están conectadas al manto freático”, recalcó.
Aseguró que, para evitar esta contaminación, las autoridades deben cancelar las campañas publicitarias para invitar a las personas a que vengan a vivir en Mérida y al Estado porque actualmente existe un caos. “De igual manera, se debe obligar que en los nuevos fraccionamientos, se pongan sistemas de agua de tratamiento o drenajes”, reiteró.
Aguilar Duarte dijo: “Estamos viendo que comisarías como Santa María Chi no pueden usar el agua ni para regar porque apesta a cerdo”, lamentó y agregó que no es el único lugar, al citar los casos de Kinchil y Chapab, entre otros.
La comisaría ha sufrido con las malas prácticas de la granja San Gerardo. Luego de montar un campamento permanente, sus habitantes lograron la clausura de la entrada del complejo porcícola, que estaba dentro de su localidad y a escasos metros de casas.
En una mesa panel en la Universidad Anáhuac Mayab comentó que la península “es muy famosa por sus cenotes, grutas y cavernas, pero la mayoría no sabe por qué las tenemos: todo tiene que ver con el tipo de roca, que se disuelve y se reconstruye en el subsuelo, donde se almacena la gran cantidad de agua y conocemos como acuíferos kársticos”.
Por ello, “los territorios son muy frágiles y, si se contaminan, generan una mala calidad en el acuífero. Podemos tener mucha agua, pero la calidad es algo muy diferente”, expuso.
Lamentó que las políticas públicas no están acorde a la protección del territorio, que depredación de su ecosistema por empresas, que ni siquiera son de cultivo, sino para la producción animal y de bebidas.
“La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales hizo un diagnóstico, que tiene varias debilidades”, apuntó. Y es que, los dueños de las granjas se escudan en que “cumplimos con la norma”, aunque las pruebas del daño que causan están a la vista.
Recordó que Ángel Polanco Rodríguez, del Centro Regionales “Doctor Hideyo Noguchi”, que reveló presencia de metales pesados, plaguicidas y fármacos en el agua.
“Ha monitoreado la calidad del agua en pozos, cenotes, aguadas y también el impacto en las personas que viven en esas regiones con pruebas de muestras biológicas (sangre, orina). La influenza N1H1 es la gripe porcina y no es casualidad que Yucatán sea uno de los estados con mayor prevalencia”, declaró la investigadora.
Arcega Cabrera aseguró que, debido a los químicos que usan los menonitas para cultivar sorgo, soya, trigo, chile y maíz, se han convertido en una amenaza para el manto freático, porque, debido al tipo de suelo, la contaminación del agua se produce más rápido y a mayor escala.
Denunció que han propiciado, en la península de Yucatán, una grave deforestación, por la agricultura intensiva de transgénicos y el uso de agroquímicos tóxicos. “Los árboles tienen muchísimas funciones sumamente importantes, no nada más nos dan oxígeno, sino que también son filtradores de ciertos químicos, por eso los manglares son importantes: absorben dióxido de carbono”.
“Hay que tomar medidas para ver cuál es el impacto y la verdad es que la agricultura orgánica en un acuífero tan vulnerable como el nuestro es lo que debería de prevalecer y no como lo hacen estas comunidades que utilizan pesticidas muy agresivos para la tierra, incluso en muchas ocasiones dejan infértiles los terrenos”, comentó.
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LV