El cenote secreto del convento de Villa María, ubicado en la sede de las Misioneras de María Inmaculada, en la calle 202 entre 20 y 22, en la colonia García Ginerés, es uno de los pocos ojos de agua privados que se pueden visitar en Mérida. Sin embargo, el acceso se encuentra limitado desde hace tiempo porque las instalaciones no cuentan con el mantenimiento adecuado.
“Todo el mantenimiento que requiere la propiedad se sustenta con recursos propios”, señaló la responsable del inmueble, Irma Noemí González Sosa.
Recordó que durante muchos años el cenote funcionó como sede de eventos de esparcimiento de la propia agrupación y durante un periodo corto abrió sus puertas al público de forma gratuita, pero desde la pandemia se suspendieron las visitas y durante el periodo de inactividad han aparecido algunos problemas con la instalación eléctrica.
La casona, de 65 años de antigüedad diseñada con escaleras, pasamanos y un pórtico estilo neoclásico, desde su edificación los constructores respetaron el impresionante cuerpo de agua cristalino de color azul turquesa para que pudiera ser admirado, además es uno de los que sobrevivió al desarrollo arquitectónico que ha tenido la ciudad a través del tiempo.
Pese a ser un atractivo que muchos turistas conocen a través de portales de internet y desean visitar, actualmente las instalaciones donde se encuentra el cenote no están en las mejores condiciones.
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CC