Uno de los antiguos oficios como lo fue el de lossobadores o hueserosha desaparecido en este poblado con el pasar de los años. Los residentes lamentan que, con el paso del tiempo, las personas dedicadas a estas labores fueron falleciendo o envejeciendo, dándose la situación de que ninguno de sus familiares aprendió este oficio tan benéfico para los dolientes de males musculares que presentaban después de sus actividades en el campo o en el hogar.
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Luis Baas, habitante, dijo que desde hace una década se comenzó notar la pérdida esta práctica que sus antepasados aprendían por medio de los curanderos mayas, pues los dos únicos sobadores que quedaban en la localidad fueran llevados por sus familiares a vivir a otras partes por su edad: “Ya no hay sobadores aquí, eran pocos los que había. La mayoría murió y los que quedan con vida se los llevaron de aquí por sus hijos, además que ya no lo ejercían por su edad”.
Luis comentó que los vecinos acudían a estas personas para poder tratar los dolores que presentaban al hacer cargas pesadas de henequén, piedras o trabajando en sus milpas, mientras que las mujeres iban a tratar lesiones causadas por hacer movimientos bruscos o cargar por mucho tiempo a sus pequeños. Sin embargo, desde que las últimas personas fueron abandonando esta práctica, la gente comenzó a salir del poblado en búsqueda de expertos en el oficio.
Agregó que otras de las actividades antiguas que desaparecieron fue la de las parteras o comadronas, quienes eran las encargadas de recibir a los bebés durante el parto cuando en el poblado no había clínica de salud, o bien, cuando una mujer no alcanzaba a ser trasladada a un hospital cercano: “Estas dos actividades ya se perdieron aquí, ninguna comadrona queda, ya murieron, ellas recibían a los bebés. Sólo queda el recuerdo de sus nombres”.
La mayoría de los familiares de los sobadores, dijo Baas, optaron por no aprender esta práctica para que se quedaran como herencia de la familia y puedan seguir ejerciéndola tal y como lo hicieron sus ancestros. Recordó que años atrás, una persona cobraba 20 pesos por calmar los males musculares: “Sus familiares no lo aprendieron, y si lo aprendieron lo ejercen sólo en su familia. Mucha gente por eso se va a otros lados, específicamente los adultos mayores”.
Luis comentó que varios de estos trabajos ya se encuentran perdidos, sobre todo cuando la gente adulta mayor los fue dejando poco a poco cuando comenzó a enfermarse o fueron llevados por sus familias a otros lados para que puedan ser atendidos. Por ahora sólo queda en el recuerdo de esta actividad, quienes necesitan del servicio se trasladan a otros pueblos en búsqueda de sobadores que los ayuden a aliviar el dolor en el cuerpo.
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AA