Entre los santos titulares de las más antiguas iglesias yucatecas sobresale el nombre de San Miguel Arcángel, cuya devoción profesada desde tiempo inmemorial forma parte indiscutible de estas tierras llenas de historia y sincretismo religioso. San Miguel Arcángel, el santo cuyas alas y presencia guerrera, no tardó en encontrar paralelismos entre las antiguas deidades mayas y se anexó a las muchas devociones de la entidad.
Se hace un repaso de las más antiguas iglesias que llevan su patrocinio, de las leyendas y prácticas que sobre este santo se realizan en diferentes comunidades de la entidad, siendo su fiesta principal el 29 de septiembre, en la cual tiene presencia el culmen de las actividades anuales.
Fueron un total de 16 comunidades mayas las que recibieron por patrono a San Miguel Arcángel. Para 1681, el cronista Fray Diego López de Cogolludo señala los nombres de estos pueblos: Caucel, Cehté, Chalamté, Emal, Haltumchén, Hoctún, Itzimná, Kinchil, Maní, Maxcanú, Temax, Tinún (Hecelchakán), Tixkuncheil, Tixméuac, Tzemé y Uaymax.
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Varios pueblos se perdieron o fueron reducidos a las cabeceras de doctrina más grandes, como son el caso de Cehté, Chalamté, Emal y Tzemel. En otros, el santo fue desplazado por otras devociones, como ocurrió en Caucel, Itzimná y Uaymax.
La iconografía presenta a este santo con alas, lanza y armadura, dispuesto a la batalla. Estos rasgos con semejanza al dios Chaac, el señor de la lluvia, que recorre los cielos regando las tierras con su calabaza, lo que propicia las lluvias. Esta creencia se reforzó con la festividad de este santo en septiembre, que coincide con la temporada de los llamados “chak iik’al”, nombre de los huracanes en lengua maya.
Las imágenes de San Miguel de Temax, Hoctún, Kinchil y Caucel no tienen a sus pies vencidos al demonio, sino que el arcángel está parado sobre nubes con querubines o bien sobre la base misma; mientras que la imagen que se conserva en Itzimná, colonia de Mérida, el santo arcángel está parado sobre un manto negro envuelto en llamas, que representa al infierno. Mientras tanto, en Maní, Maxcanú, Tixkuncheil y Tixméuc el demonio tiene cuerpo humano con cola y cuernos.
El demonio fue considerado desde la primera evangelización como un ser presente en las tierras de América. Recibe el nombre de Kisín, que el maestro Miguel Güemes explica: “Kisin, pedo, flato, más el sufijo formativo de in Literal “el pedorro” o “el hediondo”. Dios maya de la adversidad, del hedor y podredumbre, que se glosó, acusador, calumniador. Ser sobrenatural que se considera como representante del mal”.
Es probable que la ausencia del demonio en las imágenes de San Miguel se debiera al temor de los evangelizadores de que los naturales tributaran una falsa devoción al arcángel, cuando en realidad se veneraba al mal representado.
Es muy sugerente que, en Maní, donde San Miguel sí es representado con un demonio dominado y rendido a sus plantas, se realizó una de las prácticas principales para socavar las antiguas creencias mayas, quedando la imagen de San Miguel airosa sobre las cenizas de los viejos libros y códices originarios. Inferimos que se trata de un símbolo de conquista, como un trofeo de guerra.
Son también baluarte de devoción a este arcángel las iglesias de Maxcanú, Temax y Hoctún, que además son parroquias muy antiguas de la Arquidiócesis de Yucatán. En el caso de estas tres, se conservan gremios de finales del siglo XIX, siendo de los primeros que tuvieron presencia en las comunidades cuando se sincretizó este modelo acostumbrado en la Catedral de Mérida.
El 29 de septiembre de todos los años, las imágenes son sacadas en procesión alrededor de las plazas principales de cada pueblo, acompañadas del clero y la comunidad, que se unen en especial tributo a este santo, que ha permanecido en el santoral sentimental y devoto de los yucatecos.
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NM