En el estado hay alrededor de 70 mil 975 niñas, niños y adolescentes trabajando, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI) del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi), cifra superior a la registrada en el 2023 con poco más de 50 mil menores en dicha situación.
Ante las necesidades económicas en el hogar, se ven en la necesidad de integrarse a actividades productivas, ya sea en negocios familiares, o en otras labores en donde son contratados sin contar con una sola prestación, por tratarse, precisamente, de menores de edad.
Esto lo hacen luego de dejar la escuela, según se ha observado tanto en el puerto como en sus comisarías, y de esa forma se integran a las actividades productivas más importantes en la zona, que son la pesca y la albañilería.
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Actualmente, el sector pesquero alberga a una buena cantidad de menores entre sus filas, quienes todos los días se dedican a este oficio para llevar dinero a sus hogares.
Según la Dirección Municipal de Pesca, los niños que se dedican a esta actividad representan cerca del 5 por ciento del total de hombres de mar en Progreso. A pesar de que hay muchos aún preadolescentes, las edades promedio en que ingresan a la actividad es de 12 a 17 años.
Tanto la pesca como la albañilería son los sectores que los cobijan luego de abandonar las aulas de clases, debido a diversos factores sociales y económicos.
Se ha detectado que inician con labores de pesca ribereña, y luego de un año de estar aprendiendo la actividad salen a los viajes mar adentro. En el caso de la albañilería en el puerto, primero entran como chalanes y luego de varios años en dichos puestos obtienen mayor experiencia en el oficio de la construcción, para que al ser mayores de edad ya ocupen los cargos de maistros.
Dentro del mismo concepto de actividades relacionadas con la pesca y la albañilería, varios menores también ocupan labores como transportistas de producto pesquero, fileteros, trabajadores de congeladoras, gavioteros, trabajadores de reparación de embarcaciones, así como cargadores de productos de construcción, entre otros.
Por ser menores de edad, carecen de papeles que acrediten la labor que desempeñan, pues los documentos oficiales expedidos, tales como tarjetones de pesca o libretas de mar son documentos oficiales los cuales sólo se pueden obtener con mayoría de edad. Los patrones de barcos sustentan la entrada de los menores a sus naves con permisos de responsabilidad firmados por sus padres o tutores, o en muchos casos burlando a la autoridad para evitar su detección.
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Esta situación no es exclusiva del puerto. En Motul se han observado numerosos casos de niños y adolescentes que dejan la escuela para trabajar en las calles, ya sea ayudando a sus padres o ellos solos, recorriendo las zonas principales de la ciudad o las colonias.
Los habitantes comentan que se ve a niños acompañando a adultos en la venta de productos, y muchos de ellos han abandonado la escuela para poder estar más tiempo en la actividad económica que ayude en los gastos del hogar.
Por desgracia, se tiene conocimiento de unas niñas que no estudian y tampoco trabajan, pues su papá tampoco tiene empleo, y se dedica a robar, dando el mal ejemplo a las menores, y realizando atracos diversos en colonias.
Una vecina comentó que, además, hay casos de niños que dejan el hogar para trabajar en lo que sea, luego de sufrir maltratos en la casa, por lo que deciden huir y subsistir como puedan.
Casos parecidos se han detectado en el municipio de Chocholá, en donde se observa a niños de todas las edades, y de escasos recursos, salir a vender junto con sus padres, o bien ellos solos sin la supervisión adulta.
Flores, dulces, frutas y productos elaborados en casa son ofrecidos por los menores con la esperanza de llevar dinero al hogar, abandonando la escuela y dedicándose exclusivamente a estas actividades.
Hasta ahora, las autoridades no toman cartas en el asunto, y pareciera que ver a niños y niñas trabajando es un panorama normal al que cada vez se le toma menos en cuenta.