La antigua ciudad de Dzibilchaltún, al Norte de la Península, fue uno de los primeros asentamientos urbanos en Yucatán, habitado desde el año 400 a.C. a las 1,200 d.C. dentro de un espacio de tipo concéntrico, que ocupa un área de 16.25 kilómetros cuadrados.
Sus habitantes fueron grandes productores de sal, así como de herramientas hechas de caracol y excelentes agricultores. Hoy en día, reúne en un solo sitio a una ciudad prehispánica, un parque ecoarqueológico con un cenote abierto y el Museo del Pueblo Maya.
Los tres primeros kilómetros corresponden a la parte media y se caracterizan por la abundancia de construcciones monumentales, como la Plaza Central, la Gran Escalinata o el Juego de Pelota.
Los restantes 13 kilómetros cuadrados conjuntan edificios más dispersos, y la última parte se compone de construcciones con plataformas escalonadas, alrededor de plazas y pirámides.
La palabra Dzibilchaltún está formada por los vocablos: dzib-escritura, il-locativo, chal-plano y tun-piedra, “donde hay escritura en las piedras planas”, lo que refiere a las estelas encontradas que describen sucesos importantes de la antigua civilización.
La gran joya de la corona es la estructura llamada Templo de las Siete Muñecas, en el que se suscita un fenómeno arqueo-astronómico de luz y sombra durante los equinoccios invernal y otoñal, los días 21 de marzo y 21 de septiembre, siendo una muestra de la increíble precisión de la astronomía maya integrada a su arquitectura.
Dzibilchaltún comenzó a ser estudiada entre 1956 y 1964, sin embargo, el fenómeno del equinoccio fue descubierto hasta 1985 por el arqueólogo Víctor Segovia.
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NM