TENABO, Cam., 30 de octubre.– “Para los mayas la vida y la muerte son parte de un ciclo que mantiene la armonía, las energías de la Tierra, entre la luz y la oscuridad, la muerte fue muy importante dentro del pensamiento de la cultura maya y en ocasiones considerada como un castigo de los dioses, pero siempre aceptaron que había vida después de la muerte, por eso el Día de Muertos es de gran simbolismo entre los pueblos prehispánicos como la antigua T’nab, donde hay una verdadera filosofía de vida”, afirmó el cronista vitalicio de la ciudad, Eudaldo Chávez Molina.
Manifestó que “la devoción que los mayas prehispánicos tenían por la muerte es un legado que se ha mantenido vivo con el paso de los años, en esta antigua ciudad maya conocida como T’nab, es la esencia de nuestras costumbres funerarias que se manifiestan en el día de los muertos, que es un reencuentro entre la vida y la muerte”.
El cronista hizo referencia al Día de Muertos mencionando que “la añeja tradición es de gran simbolismo, porque expresa el respeto de un pueblo hacia sus seres queridos, en una amalgama de ritos que van desde la limpieza de las osamentas hasta las ofrendas y los rezos que se exponen en el altar del Hanal Pixán.
“En estos días en la región del Camino Real es muy significativo que se visiten los cementerios para realizar el ritual de limpieza de las osamentas y se les cambie el vestuario, que generalmente son paños bordados con la fecha y el año en que fallecieron, un ritual que se realiza con mucho respeto y devoción en ambiente místico, casi mágico, con aroma a incienso y copal que perfuma las noches de los muertos”, puntualizó.
Chávez Molina explicó que “algunas costumbres que los habitantes llevan a cabo en estas fechas de Día de Muertos empiezan a limpiar sus solares y patios, pintan los osarios y las criptas, lavan la ropa con tiempo para que al llegar las ánimas encuentren todo limpio. Es muy común ver cómo se levanta el humo entre el pueblo debido la quema de la basura, en tanto otros pintan sus fachadas y bardas de piedra con cal para darle la bienvenida a los pixanitos y pixanes grandes”.
Explicó que las diversas acciones tradicionales que los habitantes realizan en estos días para el 31 de octubre y 1 de noviembre, el pueblo se convierte en un espacio para ofrenda floral, velas y veladoras, y todos los accesorios que se necesitan para festejar a los que se nos adelantaron, se encuentran en el mercado. Desde muy temprano se preparan los molineros para la molienda del nixtamal que se usarán para los mucbipollos”, agregó.
“El 2 de noviembre se vive un movimiento ancestral hacia los cementerios de la ciudad, es cuando los camposantos se convierten en receptores de las ofrendas florales y se iluminan con las veladoras que las familias llevan a sus seres queridos. Son días en que la muerte se aromatiza con el perfume de las flores, en un ambiente de convivencia que incluye rezos, oraciones y música.
“El nixtamal como ofrenda hecha con el maíz, gramínea que los mayas convirtieron en dios y alimento, lleva un proceso de selección donde son elegidos los más grandes y bonitos, lo mismo sucede con los frijoles, serán los más hermosos dignos de una ofrenda anual, en el ritual del Hanal Pixán, comida de ánimas, comida de los dioses”.
Detalló que “el festival de las ánimas que forma parte del festival ‘Siempre Vivos’ implementada en este trienio del Gobierno Municipal recrea todo el misticismo de un ritual ancestral, que es un legado de los mayas que se ha conservado a través de los siglos. Es el reencuentro de las almas con sus seres queridos que regresan a una convivencia saliendo del inframundo mejor conocido como Xibalbá.
Además señaló sobre algunos escritos que existen respecto a la muerte para los mayas: “Uno de los rasgos fundamentales de la cosmovisión maya se haya en el concepto de la vida y la muerte, plasmado en el Popol Vuh que describe el misticismo de sus lugares, sus héroes y sus dioses, Xibalbá es uno de esos lugares a veces mítico y en otras terrorífico, es un mundo subterráneo donde reina la enfermedad y la muerte.
“A veces a Xibalbá se le da un trasfondo tétrico por la versión del fraile dominico Francisco Ximenez quien tradujo al latín el Popol Vuh desde una perspectiva católica y señala al Popol Vuh como el infierno, cuando dentro de las cultura maya no consideraban el infierno como tal, pues creían en una vida mejor después de la muerte.
“Xibalbá es una ruta sagrada y en los tiempos recientes se ha convertido en un verdadero reto para arqueólogos e historiadores, ya que en el proyecto titulado ‘El culto al cenote’ se encontró un vestigio de la puerta al inframundo en una cueva con una calzada de casi cien metros de largo. La vía es como un portal natural, tapiado con piedras labradas y su entrada no rebasa el metro de altura y los 50 o 60 centímetros de ancho.
“En la cueva se encontraron restos óseos y humanos y fragmentos de cerámica, también hay esculturas como la de un sacerdote con el tocado del dios de la muerte y glifos pintados y labrados. En Campeche y Yucatán se sabe de varios cenotes con estas características y con estos tipos de rituales en honor a la muerte.
“En una investigación documental muy copiosa e importante basadas en Crónicas del siglo XVI, se mencionan como 18 cuevas y cenotes en la que los mayas realizaban sus ritos, los arqueólogos piensan que la tupida selva de la península del Mayab oculta mucho más de esta cultura maravillosa.
“Xibalbá la ruta sagrada de los mayas hacia el inframundo, cuevas y cenotes son el camino hacia una ruta mística, al menos esa es la hipótesis de los investigadores del INAH y de otras instituciones involucradas en este proyecto”, expuso.
Al final aseveró: “Los templos dedicados al culto de Xibalbá siguen siendo un misterio y su descubrimiento un reto muy parecido a lo que se narra en el Popol Vuh. Esa es la cosmovisión de los mayas en torno a la muerte. Esencia central de nuestras costumbres en una tradición siempre viva que se conserva en la antigua T’nab”.
(Javier Pool)