Niños guatemaltecos refugiados en el campamento de Laguna Larga, justo en la línea fronteriza con Guatemala, viven una doble vulneración a su corta edad, pues no sólo enfrentan las dificultades de haber sido desplazados de su tierra natal por el ejército de su país, tampoco pueden ejercer plenamente su derecho a la educación, ya que luego de ser desplazados de su territorio las condiciones para tomar clases son sumamente complicadas.
Pese a ello no pierden el interés en el estudio, por lo que padres de familia del campamento de refugiados se han organizado para levantar una pequeña aula de palma de guano donde sus hijos puedan continuar sus estudios, así sea sólo unos cuantos días al mes, ya que los maestros llegan por únicamente por 22 días y 8 están ausentes.
Se trata de más de 100 pequeños de los más de 260 del campamento, los cuales vieron interrumpidos sus estudios con la expulsión de su poblado, y no fue sino hasta dos meses después del desplazamiento que el Ministerio de Educación de Guatemala se acordó que había niños de aquel país que no estaban recibiendo instrucción académica.
Hoy en día cinco maestros dan clases desde parvulitos hasta sexto de primaria, aunque para los adolescentes y jóvenes ya no hay otra opción luego del nivel básico, puesto que no llegan maestros para niveles más avanzados y no pueden retornar a Guatemala para acudir a algún otro instituto donde puedan continuar con su educación.
Al respecto, Julio Canán, uno de los padres de familia, narró que al ser desplazados las autoridades educativas de Guatemala tardaron 2 meses en reaccionar, y en un principio “no teníamos ni donde acomodar a los niños y a las maestras en asientos de palos, ya después organizaciones nos donaron lonas para tener ahí a los niños, pero cuando entró el calor ya quitamos los toldos y empezamos a hacer la escuela de palma, porque era muy complicado para los niños”.
Es por eso que diariamente los papás, y algunos de los niños, se van rotando para caminar varios kilómetros hasta encontrar la palma de guano con la cual continuar la construcción del techo de que su aula.
Pese al peso de las ramas, incluso los más pequeños se esfuerzan en cargar y llevar el guano varios kilómetros, todo por lograr cumplir su ilusión de acudir a la escuela.
(Texto: Carlos Valdemar / Fotos:
C. Valdemar / C. Soria / I. Morales)