En un Estado como Campeche, propicio para diversas siembras, durante los últimos años se ha propiciado el cultivo de palma de aceite, el cual no deja un beneficio completo para los hombres del campo, pero sí para las grandes empresas que se encargan de esta agricultura, además de que deja un daño ambiental ante el uso excesivo de plaguicidas.
Ante las afectaciones por el uso de plaguicidas, el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sustentable (CCMSS), con apoyo del investigador del Instituto de Ecología, Pesquerías y Oceanografía del Golfo de México (Epomex), de la Universidad Autónoma de Campeche (UAC), Jaime Rendón Von Osten, afirmó que los plaguicidas son productos químicos fabricados exprofeso para matar a un organismo y son peligrosos para quienes están expuestos al uso de estos compuestos y para quienes consumen productos que contienen estas sustancias.
Manifestó que en la Península de Yucatán, donde ha proliferado de forma acelerada la agricultura extensiva y de monocultivos, como la palma de aceite, se presenta un uso intensivo de productos químicos como fungicidas, herbicidas e insecticidas.
“Lo peor es que debido al suelo cárstico de la Península de Yucatán, la filtración de estos productos al subsuelo y su llegada a los cuerpos de agua es muy rápida, lo que pone en mayor riesgo la salud de las vidas silvestre y humana, dado el consumo de agua contaminada”, mencionó.
Rendón Von Osten manifestó que prescindir de plaguicidas y otros agrotóxicos en sus cultivos en grandes extensiones de terreno no es una opción para las empresas que sólo buscan la rentabilidad.
Externó que aunque la ciencia ha avanzado enormemente en métodos alternativos de control de plagas como el control biológico y el manejo integrado de plagas, estas técnicas no han permeado en los empresarios de la agroindustria, quienes prefieren continuar con el uso de fórmulas y paquetes tecnológicos a pesar de los daños que ocasionan.
Añadió que no se han dejado atrás los plaguicidas altamente tóxicos, porque la ley permite el uso de estas sustancias peligrosas, incluso cuando ya han sido prohibidas en otros países.
“Un paso sustantivo que se tiene que hacer para reducir el uso de agroquímicos y pesticidas es generar un marco legal estricto que prohíba y sancione el uso de aquellos que son alta y moderadamente tóxicos. Así daremos los primeros pasos para avanzar hacia la adopción de sistemas de producción no contaminantes en el campo”, expresó.
El investigador resaltó que si no se logra cambiar la ley no se podrá avanzar mucho en el tema; dado que la ley debe proteger el derecho de las personas a la salud y a un ambiente sano.
Comentó que México debería comenzar por retirar y prohibir los plaguicidas que ya fueron prohibidos en otros países, pero que no lo hace por no afectar los ingresos de las empresas que los producen y los comercializan.
Daños a la salud
Acerca de los impactos en la salud de los campesinos de la región, Jaime Rendón asentó que hay evidencia de que las comunidades y trabajadores que están muy expuestos a este tipo de productos presentan riesgo mayor de sufrir afectaciones a su salud. “Podemos decir que a un mayor uso de plaguicidas hay un mayor riesgo de aparición de enfermedades.”
“Dice el refrán mexicano: poco veneno no mata, pero sí enferma. Estamos hablando de mucho veneno que utilizan en las producciones agrícolas industriales. Si no es ahora, en algún tiempo veremos los efectos de la exposición a estas sustancias en grandes volúmenes”, detalló.
Explicó que las afectaciones a la salud humana por la exposición a los plaguicidas son similares a las que sufren las personas fumadoras: “no se ven los efectos al momento, pero en un periodo de 15 a 25 años es muy probable que desarrollen un cáncer y el deterioro de su sistema respiratorio”.
Glifosato principal problema de la tierra
En el documento titulado “El herbicida glifosato y su uso en la agricultura con organismos genéticamente modificados”, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) con el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) destacó que el herbicida glifosato es el más usado en la historia de la agricultura y su uso ha aumentado significativamente desde la implementación de la agricultura con organismos genéticamente modificados, por ejemplo la soya, el algodón o maíz genéticamente modificados.
“Actualmente, el herbicida glifosato no solamente se emplea en la agricultura que emplea cultivos genéticamente modificados, pero también se emplea como agente desecante de granos o frutos, por lo que está potencialmente presente en una gran cantidad de alimentos”, aseveró.
A partir del comentario de Rendón Von Osten, de que el glifosato forma parte del daño ambiental que se está haciendo a la tierra, así como a la salud de los mexicanos que consumen los diversos productos en los que se utiliza este plaguicida, la institución precisó que no se tienen datos precisos sobre la cantidad de herbicida glifosato empleados en las actividades agrícolas en México.
Aseveró que existen estudios científicos que reportan que el uso del herbicida glifosato en la agricultura no incrementa los rendimientos en la producción agrícola, por ello debería ser considerado como un contaminante persistente, ya que se ha detectado en suelo y en el agua, en periodos posteriores a la etapa post cosecha, lo cual produce efectos no considerados previamente en los agro ecosistemas.
“Actualmente se sabe que el glifosato produce daños en diversas especies de organismos tales como peces, insectos, anfibios, entre otros. El uso intensivo de glifosato en la agricultura ha provocado una presión de selección, de la cual han emergido especies vegetales resistentes al glifosato, lo que implica que para las actividades agrícolas deben usarse otros herbicidas y en aplicaciones mayores”, puntualizó.
En el texto publicado en diciembre del 2018, la dependencia federal expuso que se ha detectado la presencia de trazas del herbicida glifosato o de su principal metabolito: ácido 12 aminometilfosfónico, en alimentos para humanos, lo cual podría ser un factor de riesgo para la salud de la población.
Reclamó que se deben establecer procesos de evaluación de riesgo de los pesticidas basados en el principio precautorio, así como que se deben buscarse alternativas al uso masivo de herbicidas; por lo que una de las alternativas posibles es la adopción de prácticas tales como la agroecología.
(David Burelo)