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En sus 91 años, el PRI predica cosas que no hace, y ahora, no convoca a masas sino a sus cuadros, directivos y personal para realizar una ceremonia en donde intentó revitalizarse y ofrecer algo que debió cumplir cuando estuvo en el poder.

Ante el busto del malogrado candidato presidencial asesinado, Luis Donaldo Colosio Murrieta, en la sede de partido, un discurso de aniversario de su presidente, Ricardo Medina Farfán, en donde el anhelo de justicia que miraba en 994 Colosio, parece reeditado pero sin el sentimiento que le impuso el sinaloense.

Un PRI resquebrajado pese a que sea un tercer campechano en la dirigencia nacional (antecedido por Carlos “El Negro” Sansores y de manera interina por Rafael Rodríguez Barrera) hoy, el vilipendiado Alejandro Moreno Cárdenas, no renueva ni las aspiraciones de los priistas, como le endilgó el también ex candidato presidencial, Francisco Labastida Ochoa.

E intentando ser críticos, Medina Farfán lamentó que “mientras un niño no tenga una estancia infantil donde quedarse y su madre no encuentre cómo resolverlo; mientras una niña necesite curarse y no haya medicamentos por desabasto y su padre no pueda costearlos, hay que subirle a las revoluciones del partido y representar su noble causa”, que no hicieron ante el saqueo desmesurado del país, corrupción e impunidad que fue el sello tricolor.

Y es que la cantaleta de las revoluciones con las que quieren posicionarse en el ánimo de sus militantes nada más no pega porque la lucha por jóvenes, campesinos, empleos y salarios justos, entre otras demandas, no se podrán hacer realidad mientras el partido deje de ser sinónimo de robo y corrupción.

De nada les valdrá, “subir las revoluciones para conseguir lo que no se tiene a nivel nacional y también para fortalecer los logros históricos del PRI en nuestro Estado”.

Mucho menos decir que saben gobernar si se refleja en saber robar, en esconder desfalcos multimillonarios, en favorecer a amigos, familiares y compadres para realizar obras que benefician en la mochada no a la ciudadanía.

Para el priista, “el futuro del pueblo no se traza a brochazos, sino con la fineza del buen pintor. Pincelada a pincelada”, habrá que ver si denunciarán a sus alcaldes, diputados, senadores, secretarios o cualquier funcionario público, que con recursos del pueblo hace su mansión con dichas brochas.

El exhorto puede parecer positivo, “es la hora de hacer valer la convicción cívica y política que llevamos en las venas. Es la hora de sumar a todas las generaciones, pues ellas nos dan fortaleza y esperanza”, así como la confianza que pregona, “estamos listos para protagonizar los siguientes capítulos de la vida política del Estado y del país”.

Pero se duda de este concepto, “el nuestro es un partido que ha sabido resurgir democráticamente, para servir mejor a la sociedad”.

Lo que sí es válido en las 91 velitas, “gracias a todos los priistas, que en cada gesto, en cada sonrisa, en cada abrazo, nos transmiten lo mejor de su buena vibra”.

Habrá que esperar que pasen los 92 para conocer el verdadero futuro del PRI.

(Wilbert Casanova Villamonte)

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