Mauricio Carmona tiene seis años de vivir en Campeche, asentado con su familia; sin embargo, la emoción lo invade al despedir a su hija Beatriz Paola que regrese a la Ciudad de México, luego de pasar las fiestas decembrinas y de Año Nuevo con sus padres.
Ante las nuevas medidas sanitarias implementadas en el Aeropuerto Campeche, conocido por los campechanos como “Alberto Acuña Ongay” nombre que tenía anteriormente, de no permitir el acceso a los acompañantes a las instalaciones de la terminal, los familiares permanecen afuera.
Por lo que papá, mamá, hermanita, hermanito, novio, novia, amigos, o quien te lleve al aeropuerto debe quedarse fuera del edificio mientras parte el avión hacia la Ciudad de México.
Mauricio, oriundo también de la Ciudad de México, manifiesta sentirse ya campechano pese al poco tiempo de residir en la antigua Ah Kim Pech. Y él, como otros familiares, permanece en la banqueta de enfrente mientras su hija ingresa a la terminal área y hace su trámite para acceder a la sala de última espera y dirigirse a la pista y de ahí subir al avión, en esta ocasión de Aeroméxico que regresa a la capital del país.
Orgulloso como todo padre, revela que su hija vino a la ciudad amurallada de San Francisco de Campeche a pasar las fiestas de año nuevo, pero debe regresar a sus labores en la capital de país. Es una chica emprendedora y debe retomar su trabajo e incorporarse a la actividad como todas las mexicanas que aportan su talento para el crecimiento del país.
Mientras relata al Diario de la Dignidad, Identidad y Soberanía, se puede observar en el rostro el amor filia y la ternura que representa para el progenitor ver retornar a su retoño a la ciudad que le vio nacer y crecer profesionalmente para que también ella se labre un destino y un prestigio laboral
JG