Cultura

Elza Soares canta para no enloquecer

Pedro de la Hoz

¿Elza Soares canta todavía? Cómo no, y hasta se atreve a estrenar. A los 81 años de edad es un mito de la canción popular brasileña y acaba de poner en circulación un nuevo álbum, Dios es mujer, que desde su mismo título no deja de ser provocador. Esta es la producción discográfica número 33 de la artista, que incluyó once piezas referidas, en su mayoría, al universo femenino, algunas escritas también por mujeres, entre las que cabe citar a Maria Portugal, Tulipa Ruiz y Alice Coutinho.

Para remarcar el discurso de género, la veterana cantante se hace acompañar por la clarinetista Maria Beraldo, la propia Portugal en la batería, y un fascinante grupo de ejecutantes de la percusión afrobrasileña, Ilú Oba de Min.

“Vivimos en un país con prejuicios, horroroso. Es mi patria, mi tierra, la amo demasiado, pero casi no tenemos derechos. Pobre, negro, mujer ¿dónde tienen derechos?”, declaró a la prensa horas antes del lanzamiento del disco. Y añadió: “Como siempre fui muy atrevida, nunca tuve miedo de nada y voy hacia adelante. Creo que ese es mi triunfo. No es posible quedarse parada. ¿Las cosas están mal? Pues adelante; es lo que yo hago siempre”.

En el fondo de las canciones creadas o interpretadas por Elza trasciende el emblema de una mujer que ha sobrevivido a la violencia, la discriminación, la miseria y la tragedia.

El padre tocaba bastante bien la guitarra –le enseñó a ella a amar la música y sus raíces identitarias–, pero debía ganarse el sustento durante más de doce horas diarias, de lunes a sábado, como un mal pagado constructor. La madre limpiaba y lavaba en casas de la clase media por apenas unos cruzeiros. En el entorno marginal de su adolescencia, se casó con 12 años de edad con un compañero de trabajo de su padre, para quien los lugares de la mujer en la casa debían ser el fogón y la cama, y le pegó a Elza un tiro el día en que la oyó cantar.

A los 21 años ella enviudó y como debía dar de comer a sus hijos se inscribió en un concurso de canto. Allí la descubrió Ary Barroso –sí, el de la famosa Aquarela do Brasil– y con su respaldo comenzó su proyección profesional. Al escucharla, Barroso le preguntó: “¿De cuál planeta vienes?”. Ella respondió: “Del mismo de usted; del planeta hambre”.

Paso a paso su voz fue dejando huellas. Entre el samba y el naciente movimiento tropicalista registró en los años 60 canciones legendarias como Si acaso llegase usted, Bossa negra, Boato y Solo bailo samba.

Fue también en esa década que comenzó su complicada y mediáticamente explotada relación sentimental con Garrincha, el célebre futbolista. Se conocieron durante la Copa Mundial de 1962 en Chile. Dicen que fue amor a primera vista. El escritor colombiano Fernando Araújo recreó aquel momento y sus consecuencias con las siguientes palabras: “Cuando trascendió el romance, la gente que amaba al futbolista la emprendió contra Elza Soares, pues ella, y solo ella, aseguraban, había sido la culpable de que Garrincha hubiera abandonado a su mujer y sus hijos. La insultaron, le inventaron infinidad de historias en la prensa, la acosaron, e incluso apedrearon su casa. Elza Soares le había robado el marido a una mujer, y el padre a unos hijos, aseguraban. Sin embargo, la realidad era que no le perdonaban que le hubiera robado a Brasil su estrella”.

Elza perdió a Garrincha en medio del alcohol, perdió a varios de sus hijos, luchó contra la depresión y el silencio, tuvo que reinventarse más de una vez y, fiel a ella misma, siempre salió adelante. Dicen que es una guerrera. Pero si le preguntan, otra es la respuesta: “Canto para no enloquecer”.